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jueves, noviembre 21, 2024

La glorificación de lo inútil

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Gerardo Herrera Corral 

 

Los hermanos Louis y Caroline Bamberger construyeron la primera tienda departamental de Newark, “la ciudad de los ladrillos”, vecina de Nueva York, y uno de los principales puertos en el atlántico norte. Allí desarrollaron nuevas formas de comerciar con éxito sorprendente.  

En junio de 1929 vendieron a R. H. Macy el almacén, que pasaría a formar parte de lo que ahora es la cadena Macys en los Estados Unidos, y que tiene por logo la estrella roja que el fundador llevaba tatuada en su brazo. Unos días después de la histórica transacción el mercado de valores sufrió la caída más grande en la historia de ese país, iniciando así la gran depresión. 

La fortuna generada por la conveniente y oportuna negociación permitió a los hermanos Bamberger promover proyectos filantrópicos. En plena crisis económica acudieron a Abraham Flexner, quien había jugado un papel importante en la reforma educativa de las escuelas de medicina en Estados Unidos, para pedir su ayuda.  

Los Bamberger querían construir una clínica que atendiera a inmigrantes desamparados, pero Flexner los convenció de que era mejor invertir en la fundación de un lugar donde se cultivara la inutilidad del pensamiento. 

El joven Abraham Flexner.
Prosper d´Épinay, Safo, mármol, 1897.

Así nació el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, el paraíso académico, sin estudiantes ni deberes administrativos; donde se permite a sus miembros concentrarse en la profundidad de sus ideas sin que tengan que justificarlas con la aplicación que pueda surgir de ellas. 

Los matemáticos Luther P. Eisenhart (izq.) y Walther Mayer (der.) flanquean a Albert Einsten en Princeton.

La recién creada institución recibió a Albert Einstein en 1933. Se cumplen 90 años de la llegada del gran físico a los Estados Unidos. Einstein venía huyendo de la Alemania que ya mostraba los primeros síntomas de antisemitismo.  

La Universidad de Princeton, que mantenía ideas racistas, no lo contrató por ser judío. De manera que fue el Instituto de Estudios Avanzados el que lo hizo. La gente confunde a la Universidad de Princeton con el instituto por su cercanía geográfica y porque la Universidad de Princeton ofreció espacios mientras se ubicaba la nueva institución.  

A diferencia de la Universidad, el Instituto de Estudios Avanzados nació con la consigna de no distinguir raza, ni religión ni estatus social en la formación de su planta académica.  

Con Albert Einstein como uno de los primeros profesores la nueva institución se convertiría en emblema de la excelencia. 

Es curioso que, en plena crisis económica, la más fuerte de que se tenga memoria en los Estados Unidos, haya ´ningún fin lucrativo; que tampoco buscara soluciones; que no pregonara la importancia de ser y existir, y que no presentara argumentos ni programas de trabajo a los donantes que apoyaron financieramente el proyecto. 

El objetivo quedaba expresado de manera muy simple. “la búsqueda sin restricciones del pensamiento inútil”. 

Aunque no es la única iniciativa que lo mostró con tanta claridad, sí es, quizás, la más simbólica. El centro de gravedad de la escolaridad, la investigación científica y humanística, el conocimiento y la académica se trasladó de Europa a los Estados Unidos.  

Curioso que ese espacio dedicado al pensamiento inútil, en lugar de ser el hospital que los hermanos Bamberger querían originalmente, acabara reclutando a Felix Villars, quien aportó un método para que algo tan abstracto como la teoría de campos (que describe los fenómenos del mundo microscópico) tuviera sentido al calcular procesos específicos que no acabaran dando infinitos de cantidades físicas.  

Villars se dedicó después a estudiar la dispersión de ondas de radio en turbulencias atmosféricas, cosa que sería muy útil en la construcción del radar. Más tarde se vio atraído por la biología y terminó como un pilar de la División de Ciencias de la Salud, tanto en Harvard como en MIT (Massachussets Institute of Technology). 

De hecho, cuando fue profesor visitante en la escuela de medicina de Harvard donde escribió un tratado de Física Médica. ¡Qué ironías hay también en el mundo académico! El hospital de los empresarios no se hizo, pero una división medica de primer nivel surgió como por arte de magia.  

El Instituto de Estudios Avanzados de Princeton fue el refugio de grandes pensadores. Tendría entre sus filas a John von Neumman, la persona que desarrolló la arquitectura de las computadoras después de haber trabajado en la mecánica cuántica.  

Concibió conceptos fundamentales de la teoría de juegos que permiten entender mejor el comportamiento de las economías. El genio húngaro sentó las bases para el desarrollo de las computadoras y dejó de tras de sí un sinnúmero de desarrollos de matemáticas y física que no encontraría justificación en su tiempo, pero construyeron el mundo informático que hoy tenemos. 

En la fotografía de la izquierda, el legendario John von Neumann platica con colegas a la hora del té, en 1947. A la derecha, Flexner en su despacho.

Freeman Dyson también fue parte del Instituto de Estudios Avanzados. Es recordado por sus grandes aportes a la física fundamental, teórica, sin aplicaciones, para luego diseñar con otros el reactor TRIGA (Traniing Research, Isotopes, General Atomics), un artefacto nuclear pequeño y seguro, que se utiliza en hospitales de muchas partes del mundo para la producción de isótopos de uso médico.  

Los hospitales recibieron un instrumento que les permite tratar con radiación o diagnosticar con su ayuda. Es como si el deseo inicial de los fundadores, que primero pensaron en un hospital, se multiplicara en beneficios para la salud de manera insospechada.   

Freeman Dyson se dedicaría después al estudio del cambio climático y vería con claridad los absurdos que producen las simulaciones computacionales que pronostican catástrofes apocalípticas. Firmó una carta dirigida a las Naciones Unidas criticando al famoso Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático por su actitud en bloque que excluye a los que no piensan de manera corporativa y discrepan de la creencia imperante sobre cambio climático antropogénico. Dyson fue una mente brillante que, al abordar muchos temas, se convirtió en un verdadero intelectual desde la Física.  

El pensamiento inútil está lleno de historias como estas. Representan el escenario en que, lo aparentemente inútil, acaba siendo de utilidad indiscutible. Pero más allá de esta opción existe también la verdadera inutilidad de las cosas. La que no tiene esperanza de dar ganancias. En esa dirección miró el gran ensayista italiano Nuccio Ordine, quien murió el 10 de junio de 2023. 

“En el universo del utilitarismo, en efecto, un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro: porque es fácil hacerse cargo de la eficacia de un utensilio, mientras que resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte”. 

El especialista en literatura del Renacimiento hizo siempre énfasis en la importancia que tienen el arte y la ciencia, más allá de la tiranía que nos impone lo inmediato, lucrativo, práctico y provechoso.   

Einstein escucha complacido los comentarios de Flexner, acompañados por dos funcionarios. En la fotografía de la derecha, el empresario orgulloso de su aportación al pensamiento universal.

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