Gerardo Herrera Corral
Entre los estereotipos más establecidos y universales figura el divorcio que parece existir entre la actividad lógica, matemática y física, con la emocionalidad de quienes la practican. La mayoría piensa que la vida de los grandes genios de las ciencias exactas no tiene contacto con el amor, las pasiones mundanas y los arrebatos emocionales. Nada más alejado de la realidad.
Evariste Galois es considerado uno de los más grandes matemáticos de todos los tiempos. Es famoso por lo breve de su existencia, la creatividad de su pensamiento y lo absurdo de su trágico final, cuando tenía solo veinte años. Estuvo siempre asediado por las pasiones de la vida política en Francia. A muy temprana edad tuvo escarceos con las autoridades del colegio donde expresó su rebeldía contra la religión y la monarquía.
Visitó la cárcel en varias ocasiones por su abierta oposición al Rey y, ya en libertad, se vio envuelto en una pelea de arrabal que acabó en un duelo de pistolas contra un militar del ejército francés. Galois murió envuelto en pasiones que poca relación tienen con su extraordinario trabajo en matemáticas.
Marie Curie sostuvo una relación extramarital con Paul Langevin, hombre casado y ex alumno de Pierre Curie. La relación sería develada por la mujer de Langevin, quien demandó el divorcio y pensión para los hijos. Su irritada protesta se magnificó antes de que Marie Curie recibiera el segundo premio Nobel, lo que llegó a cuestionar la posibilidad de que ella asistiera a la ceremonia.
El comité consideró inapropiado que el Rey de Suecia le diera la mano a una adúltera, pero al final todo se desarrolló con normalidad; Marie Curie recogió su premio y no volvió a tener encuentros con Langevin, con quien incluso llevaría una amistad duradera.
Richard Feynman se casó con Arline cuando la enfermedad estaba tan avanzada que, después de la discreta ceremonia matrimonial, la llevó a la clínica para ser ingresada en el hospital Browns Mills de Nueva Jersey. Al poco tiempo, cuando Feynman se involucró en el proyecto Manhattan, trasladó a Arline a un sanatorio en Albuquerque, cerca de Los Álamos, para poder verla con frecuencia.
Arline falleció de tuberculosis cuando tenía 25 años, marcando la vida de quien acabó siendo uno de los científicos más importantes de nuestro tiempo. El lado humano y amoroso del genio ha quedado registrado en numerosas cartas de amor a Arline, a quien siguió escribiendo aun cuando ella no estaba más para recibir las misivas.
Kurt Gödel matemático y físico austro húngaro estuvo casado toda la vida con Adele Nimbursky. El grande de la lógica matemática murió a causa de sus trastornos alimenticios, que se agravaron cuando Adele fue internada en un hospital. Gödel dejó entonces de comer hasta morir de hambre porque se negó a aceptar alimentos de nadie que no fuera ella.
En el libro La hija de Galileo: una historia de recuerdos, ciencia, fe y amor, se cuenta la historia del sabio desde una perspectiva muy íntima, la que se deriva de la correspondencia con su hija María Celeste. Y es que cuando Galileo Galilei murió se encontraron más de cien cartas de una de sus hijas, una jovencita “de exquisita mente, singular bondad y gran apego” a su padre.
María Celeste, hija de Galileo, expresó su dolor cuando la Santa Inquisición emitió el terrible juicio que condenaba a su padre a prisión, luego de la histórica confrontación que el físico sostuvo por la defensa de doctrinas contrarias a lo que establecen las sagradas escrituras.
La hija amorosa escribió entonces:
“Así, de repente, como me llegó la noticia de vuestro nuevo tormento, Señor, así se me desagarró el alma de dolor al oír el juicio que por fin se ha dictado, denunciando vuestra persona tan duramente como a vuestro libro”.
María Celeste buscó interceder pidiendo a conocidos que escribieran al Papa en defensa de su padre. Ella asumió la penitencia que obligaba a Galileo por tres años a recitar siete salmos una vez por semana y de rodillas.
Según los inquisidores, los siete salmos que fueron seleccionados por el santo de la iglesia Agustín de Hipona como preparación para el estudio pidiendo el resguardo y engrandecimiento de la fe, permitirían que Galileo se rehabilitara.
María Celeste hubiera con gusto intercambiado la prisión, que ya le representaba el convento, por una más estricta, si con eso se le concediera la libertad a su padre. Murió joven, a la edad de 34 años, a causa de disentería, y Galileo sufrió mucho su pérdida. Su hija fue el más grande amor y el mayor bien de su vida.
Se dice que Nikola Tesla nunca tuvo interés por las mujeres. A Isaac Newton no se le conoció romance alguno y de Leonardo da Vinci no se sabe nada sobre posibles relaciones sentimentales, pero en cambio a Werner von Braun se le atribuye una vida llena de entusiasmo por las mujeres.
El físico e importante diseñador de cohetes (desarrolló el Saturno V que llevó al hombre a la Luna) tuvo muchas novias, y en varias ocasiones de manera simultánea. Se han dado a conocer algunas aventuras, entre las que se incluye una con su prima, María Von Quirstorp, a la que finalmente propuso matrimonio.
Pero más allá de la manera como los físicos y matemáticos han expresado sus sentimientos a lo largo de sus vidas, bien podemos decir que todos, sin excepción, han estado sujetos a la pasión.
Con su trabajo han logrado conmover otros corazones, y eso “no se consigue si del corazón no sale nada”, diría Goethe. Pocas veces se advierte que detrás de la investigación científica hay un sol que corre por las venas de los que la practican.