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miércoles, mayo 8, 2024

Los oídos del arquitecto

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Francesc Daumal i Domènech* 

 

Lo que ve el arquitecto  

Es sabido que el arquitecto acostumbra a tener buen ojo, ya que el tema estético es sumamente explicado y estudiado durante su formación, y que la composición de la forma arquitectónica –así como los acabados en que esta interviene– forman parte de todo su proceso de aprendizaje.  

El arquitecto se ha basado en una cultura e historia fundamentada en todo un conjunto de tradiciones, academias y órdenes (en el caso de las arquitecturas clásicas). Esto le lleva a entender el arte arquitectónico en su conjunto, como manifestación de una integración del hecho construido con lo que ocurre en aquel instante a la sociedad. Hablamos de la arquitectura con A mayúscula. La arquitectura como arte.  

Por ello, al observar la arquitectura, nos debemos preguntar por su belleza, la tradición que incorpora del lenguaje y uso de unos materiales vernáculos, lo efímero de su proceso de vida, etcétera.  

 

La comunicación sonora  

Pero hay una pregunta que normalmente no nos realizamos: ¿Cómo vive el ser humano en este espacio?En la arquitectura hecha para ser vista, muchas veces –tanto en los espacios interiores como en los exteriores– la vida en ella es difícil de realizar en lo que es más común para el ser humano: la conversación y la música.  

Tanto en el espacio exterior como en el interior, el ser humano, en un momento u otro, busca la comunicación directa o indirecta con los otros seres humanos (mediante instrumentos que él ha construido), o con los animales de convivencia, de la granja, o con lo que sea, pero en suma, siempre precisa comunicarse.  

 

Los oídos del arquitecto  

¿Qué se hace en la arquitectura cotidiana para que el ser humano pueda comunicarse mediante la voz, o mediante la música? Dicho en otras palabras, ¿para que la arquitectura suene o para que exista sonido en la arquitectura?, y en este caso, ¿cuáles son los sonidos de esta arquitectura?  

Hace años un doctor eminente en Ciencias Físicas, fundador y presidente durante muchos años de la prestigiosa Sociedad Española de Acústica, don Andrés Lara Sáenz, me sedujo a escribir respecto a lo que él denominaba la filosofía del sonido en la arquitectura.  

Esta persona me animó a hacerme estas preguntas, inspiradas por su sucesor en la presidencia de esta sociedad, el también doctor en Ciencias Físicas, don Antonio Pérez López. Y a ellas les han seguido muchas otras: ¿Qué sucede si a un espacio se le pide que nos comunique algo sonoramente? ¿Se trata también de lo que denominamos acústica arquitectónica? ¿Estudiamos en las escuelas de arquitectura solamente lo que nos imponen las normativas respecto a los aislamientos que debemos proporcionar en nuestros edificios y la acústica de salas, o estudiamos también las voces de los espacios?  

 

El arte sonoro reconocido  

¿Qué hay de sutil en una nota que ejecuta un músico en un momento “pianissimo” cuando mediante la uña pinza una cuerda del violín haciendo un “pizzicato”? ¿Qué sucede en este momento? ¿Qué se precisa para que este hecho cotidiano en un músico sea fantástico?  

En ese instante lo que se ha desarrollado es un sonido, una expresión musical. Ha existido arte. No solo se ha pulsado una cuerda, no solo se ha producido el hecho físico del sonido, sino que alguien ha hecho música. Esa nota existe dentro de una partitura, de una composición o de una interpretación, y alguien nos la comunica con una intención. No es un ruido cualquiera.  

 

¿Otras artes sonoras?  

¿Qué ocurre cuando alguien pisa una grava que se ha dispuesto alrededor de una masía o de un caserío? “El Ninja” sabe andar sobre la grava sin ejercer ningún tipo de presión diferencial que pueda producir un sonido en ese material no coherente.  

Una persona cualquiera no sabe hacerlo como un ninja. Es incuestionable que al andar sobre ella va a producir ruido. Precisamente el payés que ha dispuesto grava alrededor de su masía o caserío lo hace para que su sonido delate la presencia del intruso.  

Ahora bien, si colocamos un pavimento de árido pequeño tipo arena o gravilla sobre una superficie rígida, y esa capa de árido es muy estrecha, al pisarla, suena con otro tipo de sonido, más agudo puesto que ahora el árido frota sobre una superficie que en este caso es rígida.  

Distinguimos un cambio de pavimento cuando pasamos de esa capa casi superficial a otra que tenga un grosor más elevado del mismo árido. En efecto, el árido que se encuentra en la parte inferior hace de colchón, de amortiguador respecto a la vibración que le introduce la capa superficial.  

Podemos entonces diseñar un pavimento con un árido del que definamos su forma, grosor y composición de material y ofrecer con ello muchos cambios de sonido. ¿Eso puede ser arte?  

Si lo que pretendemos es conseguir unos efectos sonoros, aunque el intérprete que lo pise no lo sepa, sólo con la intención de que esos pavimentos suenen de determinada forma, entonces estamos entrando en el campo de la arquitectura acústica.  

El arte sonoro en la vida cotidiana  

Otro precioso ejemplo nos lo da el aire que hincha la vela de una nave; esta vibra y transmite la vibración al mástil, y juntos se ponen a cantar en unas notas aflautadas. Estas tonalidades le indican al navegante que ha llegado al instante en que la superficie velica está recogiendo el máximo aire, y por lo tanto es cuando mejor se desplaza la nave.  

¿Qué información nos da el aire golpeando las sogas que izan unas banderas en lo alto o a media asta? ¿Recogen unos instantes de meditación o de sufrimiento de una población? Ese golpe que da la soga de unas banderas con sus mástiles, ese sonido de las sogas en los barcos o de los amortiguadores en los amarres. ¿Qué nos evocan? ¿Qué nos enseñan?, y en definitiva ¿Quién diseña estos sonidos?  

El ejemplo del Palacio de las Naciones unidas en Nueva York o el de París, lleno, henchido de banderas al viento procedentes de todos los países, nos informa de la presencia de los representantes de estos países por los golpeteos que provocan las banderas y sus sogas en los mástiles.  

Unos tonos aflautados, afinados como una  música, son en cambio combatidos en la lucha contra el ruido. ¿Es ruido todo lo que para nosotros es información sonora?  

 

Otra vez el oído del arquitecto  

¿Quién diseña por lo tanto estos espacios y arquitecturas para que se muestren y enseñen esos compromisos? El ser humano.¿Dónde están los oídos del arquitecto cuando quiere realizar el acceso a una ciudad? ¿Cómo suena la boca por la que entra la gente a la ciudad o el oído por el que entra el sonido al edificio?  

Qué preciosa la frase que establece que el picaporte / aldaba de una puerta con el / la que llamamos a los seres que viven en la arquitectura, es precisamente la mano que ofrece ese edificio al visitante.  

En efecto, es el primer contacto que este tiene con la arquitectura y ésta llamada introduce una comunicación especial; mediante aquel golpeteo, la puerta produce unos sonidos que, en otra puerta y otra arquitectura, suenan muy distintos. El portal con sus resonancias, debido a su forma interna y materiales, interviene conduciendo y amplificando el sonido.  

Actúa como la caja de resonancia de un instrumento realizado por un magnífico luthier. ¿Qué luthier acústico diseña esa caja de resonancia hoy en día? ¿Qué luthier diseña esa aldaba que es pulsada por una mano amiga?  

La señal sonora se transmite por la arquitectura. El vestíbulo, la caja de escalera, el patio al cual abren nuestras ventanas, nuestros pasillos, nuestras habitaciones, todo interviene. Son como los resonadores de nuestra cabeza que utilizamos al hablar.  

 Esa información se oye por todo el edificio, y si el verdadero destinatario entiende el lenguaje de los repicones (“pics i repicons”), sabe que la llamada es para él.  

 

A oídos sordos… ¿para qué diseñar sonido?  

¿Qué ocurre hoy en esa arquitectura hermética del todo cerrada que fabricamos? Mientras dicto este escrito voy conduciendo mi vehículo con las ventanas totalmente cerradas.  

Eso es lógico a velocidades elevadas. Ahora voy a cruzar un puente mientras conduzco con las ventanas cerradas. No me he enterado en absoluto. ¿Qué ocurre si bajo la ventanilla? Aparte de los sonidos procedentes de la fricción del aire, que me informan de los objetos trasportados o del diseño aeroespacial de este automóvil.  

¿Qué más hay? Esa información quedaría enmascarada por la reflexión de los sonidos que llegan desde los laterales. En cambio, al viajar en un vehículo descapotable me entero perfectamente de que estoy pasando bajo un puente ¡Lo oigo encima! Es algo parecido a cuando viajamos en el “Bateau mouche” en París. Qué lástima, con mi vehículo cerrado me estoy perdiendo estos paisajes sonoros.  

Pero volvamos a los pavimentos.Ahora circulo por un tramo de la autopista con un pavimento muy poco absorbente, es duro y noto la reflexión, me aumenta el ruido de fondo en mi habitáculo y enmascara la comprensión de mis comunicaciones con los otros ocupantes.  

Cuando cambio a otro más absorbente, percibo netamente la disminución del nivel de ruido.Generamos diseños de pavimentos con determinadas intenciones en el campo acústico, como los pavimentos fonoabsorbentes de una carretera o de unas calles, cuya finalidad es la reducción del ruido de los motores y de la rodadura.  

Aldaba sobre reja sin resonancia. Fotografía del autor.

Las ciudades están llenando todas sus vías principales con ese tipo de pavimento, aunque en la zona que definimos como más peatonal se vuelve a colocar el adoquín. Quizás como intención estética, el adoquinado es uno de los símbolos de lugar del peatón.  

Pero pisarlo como transeúnte es sumamente molesto, sobre todo el de junta abierta, y especialmente para quien utilizar zapatos de talón fino. Además, cuando un vehículo circula sobre él, ¡Qué ruido y qué bochorno genera!  

Esa invasión acomete a las viviendas vecinas. Si el conductor es consciente de ello, disminuirá su velocidad, y con ello la agresión al ambiente. Eso es lo que pretende el consistorio, pero el conductor que se aísla en su habitáculo, con ventanilla cerrada y escuchando la música a alto volumen, aunque note el traqueteo de su vehículo, no lo puede advertir como señal de advertencia.Y continuamos circulando sin escuchar el exterior.  

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