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domingo, diciembre 21, 2025

Con respaldo federal y alta aprobación, Alejandro Armenta ganó relevancia nacional

Con respaldo federal y alta aprobación, Alejandro Armenta ganó relevancia nacional

Durante 2025, Alejandro Armenta dejó de ocupar únicamente el espacio institucional del gobernador de Puebla. Su figura comenzó a desplazarse —con constancia y visibilidad— hacia un escenario más amplio: el del nuevo mapa del poder político nacional. No fue un movimiento abrupto ni un ascenso súbito, sino una acumulación de gestos, presencias y señales que terminaron por colocarlo en la conversación pública más allá de los límites del estado.

El mensaje más nítido llegó desde Palacio Nacional. En una visita a Puebla para inaugurar el Hospital General Regional No. 36 del IMSS, rebautizado como Hospital Carmen Serdán Alatriste, la presidenta Claudia Sheinbaum se detuvo en una frase que resonó más allá del protocolo: calificó a Armenta como “un muy buen gobernador”. En la liturgia política mexicana, ese tipo de adjetivos no son gratuitos. Funcionan como guiños, como marcas de cercanía, como una validación pública.

A partir de ahí, la escena se repitió con variaciones. Puebla se volvió punto de encuentro para integrantes del gabinete federal. Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Gobernación, acudió al Primer Informe del mandatario y lo describió como un gobernador “movido, inteligente, entusiasta e innovador”. Más allá del elogio, subrayó algo clave: la facilidad con la que su gobierno articula la coordinación entre los tres niveles, particularmente en seguridad, uno de los terrenos más sensibles de la agenda nacional.

En el ámbito educativo, Mario Delgado Carrillo, titular de la SEP, fue aún más explícito. Reconoció a Puebla como un referente por el ritmo de trabajo y la alineación con los programas federales. “Es el estado que más he visitado”, dijo en diciembre, y la frase, repetida en medios y pasillos, terminó por volverse síntoma: Puebla estaba en el radar.

El reconocimiento se extendió también a la política de género. Citlalli Hernández Mora, secretaria federal de las Mujeres, colocó a la entidad como referencia nacional al destacar la red de Casas Carmen Serdán, un modelo de atención a mujeres víctimas de violencia que trasladó la justicia a territorios históricamente marginados. Ahí, Armenta fue descrito como un aliado confiable, alguien capaz de convertir el discurso en estructura, el anuncio en presencia institucional.

Ese respaldo desde el centro encontró eco en la calle. Las mediciones de opinión comenzaron a dibujar una narrativa paralela. Según la encuestadora Enkoll, seis de cada diez poblanos aprobaron su gestión y más del 90 por ciento dijo conocerlo, un nivel de identificación poco habitual incluso en escenarios nacionales. Indicadores SC elevó la cifra de aprobación a casi 69 por ciento, ubicándolo entre los gobernadores con mejor arranque.

Las encuestas coincidieron en algo más profundo que los porcentajes: Armenta fue percibido como un gobernador en movimiento, con presencia territorial, acciones visibles y una relación política fluida con el gobierno federal. No un mandatario de escritorio, sino uno que ocupa espacio.

Ese posicionamiento se reflejó también en la agenda pública. Puebla volvió a escena con la organización de los Juegos Deportivos Nacionales Escolares y eventos internacionales como el Mundial de Voleibol de Playa Sub-21. El regreso no fue menor: implicó saldar una deuda heredada de 27.2 millones de pesos con la CONADE, una cuenta pendiente que durante años mantuvo a la entidad fuera del circuito nacional.

En paralelo, el gobierno estatal alineó su ruta con los proyectos estratégicos del llamado Plan México. Puebla se integró a por lo menos 14 iniciativas en ciencia y tecnología, entre ellas “Olinia”, el primer automóvil eléctrico mexicano, y “Kutsari”, enfocado en la producción de semiconductores. A eso se sumó el Polo de Desarrollo para el Bienestar en San José Chiapa y la inversión en una supercomputadora, símbolos de una apuesta por el largo plazo.

Desde el inicio de su administración, Armenta optó por proyectos de alto impacto. El arranque del sistema de Cablebús como alternativa de movilidad para zonas densamente pobladas fue uno de los más visibles. A la par, puso en marcha un programa de pavimentación respaldado por Petróleos Mexicanos, que entregó 8 mil 500 toneladas de mezcla asfáltica como parte de la estrategia contra el huachicol. Treinta y tres vialidades proyectadas; trece ya en obra o concluidas.

En el terreno financiero, una decisión marcó diferencia: la cancelación del contrato del Museo Internacional Barroco, un esquema heredado que comprometía recursos públicos hasta 2039. La renegociación permitió un ahorro superior a los 8 mil millones de pesos y la liquidación total de una deuda cercana a los 2 mil millones. A los números se sumaron los indicadores de seguridad: reducción del 41 por ciento en feminicidios, 11 por ciento menos reportes de desaparición y disminuciones en otros delitos de alto impacto.

Al cierre de 2025, Alejandro Armenta no solo acumuló respaldos, cifras o proyectos. Su gestión fue leída en distintos planos: en el aval federal, en la percepción ciudadana y en la respuesta ante la contingencia, cuando el huracán Jerry puso a prueba al gobierno en la Sierra Norte.

Entre el reconocimiento institucional y la exigencia del territorio, Armenta terminó el año instalado en una posición clara: la de un gobernador que dejó de ser únicamente local para convertirse en una figura observada a escala nacional, en un momento en que el poder también se mide por la capacidad de estar, decidir y responder.

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