Diciembre, ultimo mes del año: días de posadas y de convivios.
Este mes es único para los mexicanos. Único, porque no conozco otro país que festeje tanto, como México, las posadas o los convivios de fin de año.
Después de un año y diez meses de pandemia, volvimos a una normalidad exagerada. La ciudad de Puebla ya se parece a la capital del país en el trafico. Los restaurantes ya laboran en su plena capacidad. La gente vuelve a salir, vuelve a festejar, vuelve a vivir.
¿Pero qué debemos de elegir cuando vamos con un grupo de amigos a festejar? ¿Qué vinos escoger? A Quién nos debemos de encomendar?
Es importante elegir un restaurante que tenga una buena carta de vinos y pedirle al sommelier que nos sugiera algo bueno.
En Puebla encontramos, en casi todos los restaurantes, vinos procedentes de Mexico, España, Chile y Argentina.
El primer factor de elección, es el precio. Nadie esta peleado con su dinero. Tener un presupuesto para el vino es importante en aras de no llevarse malas sorpresas al recibir la cuenta.
La segunda elección es el vino mexicano. Afortunadamente, el gusto por este vino ha crecido mucho en los últimos diez años, rebasando casi el consumo del vino español. Sin embargo, el vino mexicano sigue siendo un producto caro: más caro que su homólogo español, chileno o argentino. La explicación reside en que la demanda supera la oferta en nuestro país. Tenemos que agregar, además, que los costos de los insumos se pagan en dólares.
Una vez elegido el vino, debe enfocarse bien su costo. En muchas de las cartas los precios aparecen con letras pequeñas. El paso que sigue es importante. El Sommelier, capitán o mesero nos tiene que presentar la botella directamente. La lectura de la etiqueta es igualmente importante.
Nos debemos de enfocar en el nombre del vino y su procedencia. Si el vino es de Baja California, tiene que especificarse la procedencia del valle de cultivo y de elaboración. En el caso de vinos importados, hay buscar ña denominación de origen.
La añada que figura en el vino no debe ser muy atrasada. Por ejemplo, en los vinos blancos el año de cosecha no debe ser mayor a 5 ó 6 años. Es decir: que deberíamos tomar un vino de 2019 a 2015.
En el caso de los tintos, la cosecha no debe de superar los 10 años. Es decir: 2009. Si el vino supera esas fechas, lo mejor es elegir otro.
¿Por qué? Sencillo: los vinos van evolucionando en la botella. El vino es un ser vivo y, generalmente con el tiempo, algunos se van bonificando. Otros, sin embargo, decaen rápidamente. Y más porque el manejo de los vinos en las tiendas o centro comerciales no son las mejores ni las adecuadas.
Una vez llegado el momento de probarlo —ese instante en el que el mesero nos sirve una pizca de vino en la copa—, hay que checar que no tenga defectos. Éstos se detectan con el olfato. Si el aroma que nos llega nos remite al corcho, al vinagre o a huevo podrido, es el momento de regresarlo.
Una vez pasadas estas pruebas, es el momento de brindar y festejar.
Querido hipócrita lector: no olvide que el mejor vino no es el que nos gusta sino el que se comparte.