En el pasado BAUL, el articulo LAS BENDITAS AVIONETAS, despertaron una serie de expectativas, sentimientos encontrados y los mas pasajes nostálgicos; resulta que estos artefactos no solo volaban en terrenos sinuosos y peligrosos en la sierra norte de Puebla, sino en otras de Veracruz, Oaxaca y con ello muchos de mis conocidos me enviaron frases de felicitación y aquí retribuyo esas y más.
Justo en esa entrega hablaba de las comadronas, aquellos seres que cumplieron un papel fundamental en lo más recóndito de las comunidades de todo nuestro hermoso país y en la urbanidad también hacían su labor. Fueron seres salvadores de vidas. Las parteras empíricas se encargaban de sobar a las mujeres embarazas hasta su alumbramiento (decían hasta que se aliviaban) no era cualquier labor, sobre todo cuando los niños venían sentados a veces lograban acomodarlos en su lugar hasta que la criatura tuviera la cabeza en el bajo vientre de la mujer embarazada. Unas de ellas -la mayor parte- corrían con suerte, unas no lograban hacerlo y por el pesado trabajo de parto en aras de querer salvar al bebé también corría peligro la madre. Varias de ellas hay que apuntarlo fallecían.
Virginia era una de las comadronas, con muchísimos años de experiencia, siempre la veías con un cigarro alas en la boca. Aunque su manos y uñas no eran tan higiénicas salvaban vidas.
La costumbre era llamarlas abuelitas quien era alumbrado bajo la custodia y cuidado de una de ellas era una gran señal de que iba a ser alguien en la vida y su mamá las llevaba muy a menudo a visitar a su abuela.
El tema de Virginia es debido a que a pesar de los años que llevaba a cuestas no era fácil que una de sus atendidas se le fuera de la mano, corría con suerte o la gran experiencia que tenía permitía que fuera exitosa en su tarea.
Al paso del tiempo y con la modernidad, hubo una decisión del gobierno -de esas que muchas veces no se les da- y propuso un programa a nivel nacional de capacitación a las parteras empíricas. Virginia fue una de las que primero lo obtuvo y con ello su trabajo no solo se volvió mas profesional, sino que atendió a muchísimas más madres de familia.
Claro que como todo ser humano tiene su principio y su fin Virginia dejó cientos de nietos en la sierra norte de Puebla.
He conversado con un médico cirujano y me expresaba que tenían ellas un Don con el que lograban encaminar el trabajo de parto desde sus primeros meses y que al ir llevando casi de la mano al feto le proveía una serie de cariño que solo el ser humano apoyado de una fe inquebrantable le permitía hacer esa encomiosa labor.
En la actualidad ya hay pocas de ellas.
Solo florecieron una temporada en época de COVID 19, ya que las madres tenían no solo miedo, sino terror acudir a los hospitales a dar a luz.
QUINO -léase Mafalda-.
Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante