22.8 C
Puebla
domingo, diciembre 7, 2025

Shake the Spear, Hamnet! El enigma de un padre atribulado

Shake the Spear, Hamnet! El enigma de un padre atribulado

Para MAM y quienes hacen posible HL

Shakespeare, el mítico actor isabelino y exitoso empresario,sigue dando de qué hablar. La más reciente película de la cineasta Chloé Zhao, Hamnet, explora uno de los aspectos menos conocidos que ha ayudado a alimentar la leyenda del bardo de Stratford–upon–Avon: su vida familiar. Basada en la novela homónima de Maggie O´Farrel (2020), esta cinta se inscribe en la ficción histórica alejada de batallas, reyes y los grandes sucesos que transformaron el mundo. En cambio,nos ofrecen un fresco costumbrista de la vida y pesares de una familia que ayudó a forjar buena parte de la sociedadisabelina, cimiento de la sociedad británica, trascendiendo fronteras hasta ocupar en la cultura universal.

Muy poco se sabe acerca de la vida íntima de Shakespeare, y lo que conocemos es tan inocuo que aviva el involuntario repertorio de argumentos impuestos a la fantasmal pureza del autor frente a la persona de carne y hueso. A muchos les cuesta trabajo creer que un provinciano insípido de nombre Will, actor popular y empresario teatral exitoso, conocido como Shakespr, haya sido capaz de plasmar con semejante ligereza y profundidad ese amplio registro de emociones, de creencias encontradas. Nótese que omito el verbo “escribir”, pues por sorprendente que parezca, no existe constancia escrita de sus actividades, excepto por unos cuantos documentos y la famosa frase de su testamento: “Dejo a mi esposa Anne mi segunda mejor cama”.

Vale aclarar que esto no es despreciativo, como algunos han querido interpretar desde su perspectiva moderna. En aquellos años, la primer cama del hogar se destinaba a los invitados; la segunda, al matrimonio. Hay actas testamentarias donde se heredan la tercera, la cuarta, incluso la quinta mejor cama. También es imperante refutar la patraña de que Shakespeare fue un iletrado con suerte. Siendo primogénito de un hombre adinerado del pueblo, fabricante de guantes, conocido por su actividad como concejal en favor de la comunidad, y estando a poca distancia de su casa la Grammar School (escuela pública financiada por el rey), es increíble que William no asistiera a sus aulas. Sin duda, nunca fue a la universidad, pero no lo necesitaba. La ficción literaria requiere de otra clase de educación.

Se conocen catorce palabras de su puño y letra, seis de ellas firmas de alguien poco refinado en el arte de la caligrafía, así como la frase al final de su testamento: “Por mí”. Los estudiosos han señalado que en dicho documento no hay un legado expreso de libros. Pero, arguyen otros, tampoco se enlistan sus camisas ni calzones, ¿por lo que deberíamos concluir que vivió desnudo toda la vida? En realidad, lo que nos hace falta son pruebas, no libros ni calzones. Ya desde entonces aparecieron voces que alertabansobre lo que importa: la literatura. En su poema introductoriode la primera edición de las obras de Shakespeare, publicadas siete años después de su muerte, el también poeta y dramaturgo, Ben Johnson, advierte al lector que no debe poner atención más que en lo que sale de la boca de sus personajes.

¿Existió William Shakespeare? ¿Fue el seudónimo de otra persona? ¿Estuvo enamorado? El autor británico de origen checo, Tom Stoppard, recientemente fallecido, creía que sí cuando escribió, junto con Marc Norman, el guión de la cinta Shakespeare In Love (1998). En realidad, el  isabelino fue tan astuto que casi nada de su vida personal trasmina en su obra, cosa que Maggie O´Farrel aprovecha a las mil maravillas en su novela.

¿Qué sabemos? A los 18 años de edad se tuvo que casar con Anne Hathaway, de 26, quien llevaba tres meses deembarazo. También es necesario aclarar que no desposó a una “quedada”, como la bruta sensibilidad de nuestros días impone. En ese entonces era normal que las mujeres contrajeran matrimonio a dicha edad. Con esta hija de un próspero granjero tuvo tres hijos, Susanna y los mellizos Judith y Hamnet, quien falleció en 1596, a los once años de edad, quizás debido a uno de los brotes de peste bubónica que asolaban Inglaterra por aquella época. Poco después, entre 1599 y 1601, Shakespeare escribió y montó en LondresHamlet, una fantasmal, triste, sangrienta historia de locura yvenganza desde el punto de vista del hijo azuzado por el espectro del padre. Nada que ver con su realidad personal. Apenas en un parlamento que imaginó para la obra intituladaEl Rey Juan podemos atisbar el lamento del padre atribuladoen boca de la reina Constance:

“Grief fills the room up of my absent child…”.

La sagacidad de Shakespeare para no caer en la tentación de sacrificar lo que naturalmente exige la trama,ahogándola con escenas y diálogos convenientes, insulsos,sirve también para desmentir a quienes pensaban que no quería a su familia. Muy por el contrario, el bardo comprendió de manera profunda los sentimientos de su esposa. ¡Tantas gotas de tinta acompañando actos de amor!Y si en la novela de Maggie O´Farrel solo se le menciona como “el padre” o “el esposo”, nunca por su nombre, es porque la autora desea ponderar la figura de Agnes (como también se le llamaba a Anne) y enfatizar la del padre ausente. Ausente hasta cierto punto, pues “el marido” se ganaba la vida con tesón y disciplina en Londres, obteniendo cada vez más fama y dinero. A finales del siglo XVI no era fácil viajar, por lo que la mayoría de quienes tenían negocios en la capital solían pasar largas temporadas allí. Aun así, él nunca abandonó a su familia. Anne y William se amaban y adoraban a sus tres hijos.

Quienes suponen que llevó una vida discreta para dejaren manos de sus historias y poemas el veredicto de la posteridad se equivocan, ya que entonces no existía el concepto de fama tal como lo concebimos hoy. No se pensaba, por ejemplo, que servirse de los autores clásicos, como Séneca, para alimentar el discurso de algunos personajes de sus obras, fuese un delito. Además, a los tres mil espectadores que disfrutaban de las historias de venganza, amor, burla, representadas en el teatro El Globo,junto al río Támesis, del que Shakespeare fue socio, les teníasin cuidado “el mañana”.

Pero no a los actores John Heminge y Henry Condell, quienes durante años formaron parte de King´s Men, la compañía de Shakespeare. El mismo día que murió su empleador, se dieron cuenta de que sería un crimen que los espectadores “del mañana” fuesen privados de esascomedias, tragedias y dramas mítico–históricos. Se dieron, pues, a la tarea de enfrentar la burocracia de la época, a descifrar los intrilingües legales y conseguir patrocinio para lograr finalmente ver impresas 36 obras que, de otra forma, habrían desaparecido, al menos la mitad de ellas.

Es justo reconocer que sin el empeño de Heminge y Condell, centerares de empeñosos biógrafos y sesudas investigadoras, así como la cineasta Chloé Zhao, la novelista Maggie O´Farrel y el que esto escribe tendríamos polvo en las manos. Y es que, como dije antes, el arte teatral de Shakespeare privilegia lo natural sobre lo conveniente. No solo eso, cuida que lo maravilloso, lo inesperado, se sitúepor encima de lo posible; apuesta por la consistencia de lo extraordinario frente a la aparente, errática belleza de lo convencional. De esa forma consiguió despertar la risa yprovocar el llanto, ganándose el sonoro aplauso del público en su momento y, sin duda, el cariño y admiración de su familia. Una balada que la gente entonaba a la orilla del Támesis, incluida en su drama El mercader de Venecia, evoca el dilema de un padre atribulado:

“Tell me where is fancy bred

Or in the heart or in the head?”.

Notas relacionadas

Últimas noticias

Lo más visto