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jueves, noviembre 21, 2024

Instante y drama

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Rembrandt, pintor barroco, supo mejor que nadie reinterpretar las tradiciones pictóricas que ensalzaban lo momentáneo y lo dramático. A diferencia de Petrus Paulus Rubens, quien creó una cadena de ensamble de grandes y suntuosos cuadros, el maestro flamenco dibujó, o quizás sería mejor decir, congeló asombrosos estudios psicológicos. Otros pintores flamencos del siglo XVII también se adentraron en la psique social; ejemplo es el cuadro de Brueghel el Viejo, El triunfo de la muerte 

Jan Vermeer confirma la actitud contemplativa que tendría Anthony van Leuwenhook al mirar por su microscopio y descubrir pequeñas maravillas del espacio, la luz; de la vida y la muerte; poniendo la psique social en un aparente segundo término. En El geógrafo (1668-1669) demuestra cuán poderosa es la tecnología que permite a un gran artista captar la tensión dramática, ajena al paso del tiempo y alejada de todo simbolismo inútil.  

El cuadro de Carel Fabritius de 1625, Vista de Delft desde la tienda de un vendedor de instrumentos musicales, es otro ejemplo de actitud contemplativa por parte del autor, sin duda deleitándose a través de una lente gran angular. Para ese entonces los pintores y escultores ya dominaban a la perfección el arte de soñar despierto. 

Un caso peculiar fue el del pintor valenciano Jusepe de Ribera (1591-1655), quien se estableció en Nápoles y pintó para la corte de ese virreinato hasta su muerte, la misma corte a la que había servido Caravaggio.  

Llama la atención, primero, su cuadro Demócrito (1630). Su interés por el filósofo presocrático y uno de los padres de las ideas atomistas es sorprendente, dado el clima hostil a la ciencia alentado por la Contrarreforma.  

De hecho, tres años después de que Ribera pintara a un Demócrito concentrado, podría decirse incluso un tanto preocupado y presuroso por anotar ideas que 2500 años más tarde transformarían al mundo (cosa que Ribera estaba lejos de saber), Galileo fue torturado.  

Vale la pena hacer notar que cuadros anteriores retrataban al atomista sonriente y optimista, como el de Rubens, en contraste con el pesimista y enojado Heráclito. En los tiempos que corrían, Demócrito era considerado un pagano, y sus ideas, ilusiones absurdas.  

Otro cuadro notable en estos cruces del arte con la ciencia es La mujer barbada Magdalena Ventura con su marido (1631), comisionada por el tercer Duque de Alcalá, virrey de Nápoles.  

Se trata del registro de un evento curioso en el sistema hormonal de los seres humanos y un homenaje a Caravaggio por el manejo de la iluminación para dramatizar al máximo a la pareja con el bebé, en particular a la madre, quien era vecina de la actual región de Baruzzo, conocida por haber parido a muchos hijos robustos. Su rostro era completamente masculino y llevaba “una hermosa barba negra”, según un testigo, el embajador de Venecia en Nápoles.  

Finalmente atrapa la atención un tercer cuadro, Duelo entre mujeres (1636), en el que Ribera retrata a dos mujeres que luchan a muerte por el amor de un hombre, con lo cual insinúa, quizás, que si ellas pueden empuñar la espada como los varones, también están listas para hacer uso de su razón.  

No obstante, junto a los intentos de racionalidad que inundaron el mundo civilizado seguía existiendo una actitud prelógica y animista, la cual se manifestó de diversas maneras durante la Edad Media y hasta el siglo XVIII. Esto afectó el arte románico, gótico y renacentista, así como el barroco y sus postrimerías, conocido como rococó, por ejemplo, la obra de Jean-Antoine Watteau, Jean Honoré Fragonard y François Boucher.  

El arte posterior también se vio afectado, pero de manera muy distinta. Varios siglos antes, entre 1558 y 1559, Giovanni Batista della Porta publicó su compendio, Magiae naturalis. Allí se revelan descubrimientos científicos mezclados con secretos arcanos y alucinaciones místicas que darían una vuelta de tuerca en la manera de hacer ciencia implicada en el arte y viceversa. 

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