Carmina de la Luz
Mientras este texto tomaba forma, 2023 se dirigía —con más del 99 % de probabilidad— a convertirse en el año más caluroso jamás registrado. Y es que las estaciones meteorológicas distribuidas alrededor del mundo nunca antes habían promediado temperaturas tan altas —especialmente en julio, agosto, septiembre y octubre— como las del periodo anual que termina.
Esos no fueron los únicos registros climáticos de los últimos 11 meses y fracción. El hielo marino antártico tuvo su extensión más baja de la que se tenga conocimiento. Reino Unido, Vietnam, Polonia, España, China y Tailandia estuvieron en la larga lista de países con temperaturas máximas históricas. Y, por absurdo que parezca, el 2023 trajo consigo una ola de calor letal durante el invierno austral en Sudamérica.
Todos los continentes habitados enfrentaron este año desastres que guardan relación con eventos meteorológicos. Hubo incendios de bosques, sequías, hambrunas, lluvias torrenciales y ciclones devastadores. Fue el caso del huracán Otis en México, descrito como un “escenario de pesadilla” cuya intensificación sin precedentes dejó al menos 50 muertos, 30 personas desaparecidas, medio millón de damnificados, pérdidas económicas por 16 mil millones de dólares y una posible crisis de salud.
Mucha gente suele arremeter de inmediato contra el cambio climático como el gran culpable de tal panorama. Pero también hay quienes imputan la situación a la variabilidad normal del clima. Para salir de dudas, lo mejor es acudir a la denominada ciencia de la atribución, una disciplina relativamente reciente que busca evidencias de cuándo y en qué medida un fenómeno fue resultado del cambio climático antropogénico, ese que hemos provocado los seres humanos con la quema masiva de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial.
Los científicos de la atribución estiman el riesgo de que determinado evento haya ocurrido bajo el exceso actual de emisiones de gases que calientan al planeta y comparan esa probabilidad con modelos computacionales de una Tierra sin cambio climático. Así han concluido, por ejemplo, que el calor está alimentando de energía y humedad a los huracanes. Esto significa mayor riesgo de que se formen en latitudes altas, con más lluvia y viento, y que suban de intensidad más rápidamente.
Han descubierto que tormentas como Daniel —la cual arrasó con el noreste de Libia en septiembre— son 50 veces más probables y su intensidad es 50 % mayor debido a la alteración del clima. Asimismo, estudios de atribución señalan que el calentamiento global duplicó el riesgo de las condiciones que facilitaron los incendios forestales a lo largo de mayo y junio en Canadá. Y una tercera muestra de esta clase de análisis determinó que las temperaturas crecientes han multiplicado de 16 a 25 veces la probabilidad de escasez de lluvias en Siria, Irán e Irak, una región donde la sequía se ha prolongado más de 36 meses.
En lo que concierne a la variabilidad climática, este fue un año de El Niño. Se manifestó acarreando aguas más calientes de lo común en el océano Pacífico, capaces de modificar los patrones de temperatura, humedad y precipitación a nivel planetario. El Niño suele durar entre 9 y 12 meses, es parte de una oscilación natural que se repite cada 2 a 7 años y ha sido reportado, al menos, desde 1600.
Aunque ese tipo de ciclos preceden la Revolución Industrial, se teme que nuestra dependencia de los combustibles fósiles esté empeorando sus efectos adversos. Algunas predicciones sugieren que en el transcurso del siglo XXI el cambio climático duplicará la frecuencia de sucesos extremos asociados a El Niño. Y, según nuevas investigaciones, hoy en día su impacto en la temperatura global es más dramático que antes de la década de 1960.
La ciencia de la atribución apunta ahora hacia ser un instrumento en favor de la justicia climática, para que aquellos que más han contribuido al problema se detengan y paguen por el daño. Al respecto, el pasado 20 de noviembre la organización Oxfam y el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo revelaron que el 1 % más rico de la población emitió en 2019 la misma cantidad de gases de efecto invernadero que las dos terceras partes más pobres de la humanidad.
El documento en cuestión exhibe cómo el consumo desmedido de un puñado de personas y su apoyo a los combustibles fósiles son responsables directos del incremento de la temperatura mundial. Además, advierte que esa contaminación multiplica siete veces los decesos por inundaciones en los países de bajos ingresos y antes de 2030 les cobrará una factura de 1.3 millones de muertes adicionales por calor.
Los datos científicos son muy claros sobre la ruta que hay que seguir con el fin de evitar una catástrofe que ya está en ciernes: en lo que resta de la década, el mundo debe abandonar el uso de combustibles fósiles hasta reducir 60 % las emisiones de efecto invernadero en relación con los niveles de 2019 y luego seguir rumbo al cero neto en 2050. Sin embargo, las emisiones continúan a la alza.
Día con día, el margen de maniobra se vuelve más estrecho. Apenas el 17 y 18 de noviembre de 2023, el calentamiento de la Tierra superó por primera vez el umbral de los 2 grados Celsius respecto a la temperatura pre-industrial. Fue una alerta de que rebasar de manera sostenida ese límite crítico traerá consecuencias insoportables que comprometerán nuestra existencia.
Afortunadamente, no todo son malas noticias. Este año, colectivos en distintos puntos de la Tierra y la ciudadanía en general impulsaron, apoyaron o exigieron la acción climática:
Un grupo de jóvenes en Montana (EUA) ganó una demanda contra el gobierno estatal por promover la extracción de combustibles fósiles y sentaron un precedente de resolución en los tribunales. Ahora mismo se está llevando a cabo un juicio promovido por el condado de Multnomah (Oregon), que exige una indemnización por 52 mil millones de dólares debido a la terrible ola de calor ocasionada en 2021 por empresas de combustibles fósiles.
Mediante un referéndum histórico en Ecuador, el 59 % de los votantes eligieron suspender la explotación de hidrocarburos en el Yasuní, área natural protegida amazónica y una de las más biodiversas del mundo.
Durante seis días consecutivos, la electricidad de fuentes renovables que generó Portugal excedió las demandas de energía del país, demostrando que una economía independiente del gas, el carbón y el petróleo es posible.
En Panamá, las protestas masivas contra la minería lograron que se declarara inconstitucional la extensión de un contrato para sacar cobre por otros 20 a 40 años en una zona boscosa clave en la adaptación a la sequía.
Estos son solo algunas historias que inspiran a luchar por el clima el próximo año y, así, tener algo que celebrar en 2024.
PARA SABER MÁS DEL TEMA:
El informe October 2023 Global Climate Report de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, consultado el 1 de diciembre de 2023.
“La ciencia de la atribución y litigios: facilitando argumentos legales y estrategias efectivas para gestionar los daños causados por el cambio climático”, resumen elaborado por la Universidad de Oxford.
What is El Niño and how is it influenced by climate change?, una nota publicada por el Imperial College London.
La revision Global Warming and Hurricanes, An Overview of Current Research Results, de la National Oceanic and Atmospheric Administration de Estados Unidos.
Diversos estudios de atribución disponibles en el sitio web de la iniciativa World Weather Attribution.
El comunicado de Oxfam, “El 1 % más rico contamina tanto como los dos tercios más pobres de la humanidad”.