Al terminar la Segunda Guerra Mundial notables físicos, incluso antagonistas durante dicha conflagración, se reunieron con objeto de dilucidar qué es lo que, razonablemente, el mundo, y en particular el lado occidental del continente europeo, debía de hacer con la energía atómica.
Así surgió el 29 de septiembre de 1954 el Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN), localizado entre la ciudad suiza de Ginebra y algunos pueblos franceses fronterizos. Se eligió la nación helvética por su postura neutral, como un primer símbolo de que Europa Occidental estaba decidida en promover un átomo para la paz.
Este complejo de laboratorios, así como Fermilab, también dedicado a explorar las altas energías, en las afueras de Chicago, y DESY (Deutsches Elektronen Synchroton), enclavado en la ciudad alemana de Hamburgo, son ejemplos de algo que no solo involucra un proyecto de investigación científica de gran envergadura, algo de por sí admirable, incluso apasionante para algunos, sino que su propósito conlleva un matiz filosófico, sin olvidar el fenómeno social, humano, que acontece aquí desde hace 70 años.
Tal es lo que atrae a lo largo del tiempo y hace regresar a Ginebra: observar cómo se negocian los intereses científicos, las posturas estéticas, políticas, los dilemas éticos; ver la manera entusiasta como algunos inician su experiencia extraordinaria en este sitio; enterarse de los que fueron absorbidos por la industria privada y de los que perseveraron en esta empresa de sabor ontológico.
Es, sin duda, valioso de igual manera atestiguar el encuentro, a veces ríspido, entre físicos teóricos y experimentales, entre éstos y los ingenieros que han construido y mantienen en funcionamiento tanto el Gran Colisionador de Hadrones como los diversos y complejos detectores. Ideas extremas confrontadas con la realidad escéptica.
Por fortuna, contamos con la pluma de uno de los protagonistas de esta ciencia sui géneris, Gerardo Herrera Corral, quien ya en números anteriores nos ha dado su punto de vista sobre asuntos diversos dada su experiencia como notable cazador de partículas. Asimismo, hemos publicado el testimonio de Arturo Fernández Téllez, quien ha guiado con rigor e inteligencia al grupo de la BUAP; y hemos incluido el de otros mexicanos que han pasado por el CERN.
A lo largo de este año nos uniremos al festejo, publicando testimonios, entrevistas, reflexiones de nuestros colaboradores, amigos y otros investigadores que son protagonistas de esta milenaria, ambiciosa, esclarecedora empresa del conocimiento humano.