Alejandro Reyes*
Me invitaron a pensar y repensar sobre el Calibán de Fernández Retamar, y sin agradarme del todo la obra del poeta cubano, me parece que su ensayo escrito hace 50 años, es de una actualidad que espanta y que muchos intelectuales vieron como respuesta al Ariel de Rodó, parece que no entendieron gran cosa.
En plena ebullición de esta segunda década del milenio, y ante la enorme erosión que los medios electrónicos han ocasionado, en la ya deteriorada capacidad intelectual de los moradores del continente que algún día, Bolívar quiso imaginar como algo que era posible, pero que nunca imaginó la fiereza que poseían muchos por defender la esclavitud y el analfabetismo (que incluye al universitario) como una respuesta ante lo que era simplemente un sueño.
En el imaginario del poeta isabelino, y pienso que, en toda Europa, América emergió como una ilusión. Iba a escribir que, en aquellos tiempos en realidad no la conocían, pero ahora es peor, pues si el poeta de Avon, al parecer leyó al maestre Montaigne, en la actualidad oyen solamente a los aspirantes (estudiantes y otras especies) del sur reproducir, algo que no existe: Latinoamérica.
Alguien dijo algún día que los universitarios y escritores que ponían sus sueños fuera de su país o en Europa, eran peores que los más terribles tiranos, no solamente porque son incapaces de entender lo que acontecía en su tierra, sino que vivían felices tratando de entender algo que estaba lejano de ellos, además de ese absurdo que se llama, patria, era evidente la incapacidad de comprender al mundo además que nunca sabrán lo que son la prudencia y la elección.
No eligen porque optar por algo es a partir de lo que hay, no de lo que está fuera, es decir, si hay problemas, la elección es participar o no, quedarse o marcharse, o ser de izquierda o derecha, no marcharse, ser Calibán o Ariel, nunca Próspero, pero no marcharse. No son prudentes porque la prudencia es el ama de llaves del alma y no la tienen, no son prudentes, no porque no quieran o puedan, simplemente porque no saben qué es eso. No son prudentes porque no han leído ni leerán a Rodó y a Martí o Fernández Retamar, ni los conocen. En el mejor de los casos elegirán entre IPhone y Android.
Los escritores que tampoco han leído a Rodó, pero se creen la representación de Ariel, y desprecian a Calibán, cuando en realidad solo reproducen la brutal ignorancia (que no se abole leyendo o escribiendo) del amo, en que esté como esté la situación, simplemente no debe cambiar. Gatopardismo inverso. El privilegio que otorgan los pueblos iletrados, como el nuestro, a los que apenas logran balbucear un título (de libro o universitario), es lo mismo.
La defensa de Próspero, aun sin conocerlo es un misterio. Defienden al colonizador. Defienden al explotador ven en el norte su futuro y comprenden la desgracia de no haber nacido allá. Defienden su propio miedo de no poseer la capacidad de pensar por sí mismos, prefieren la condición de esclavo ante la dificultad de saber lo que es ser libre, prefieren la oportunidad de continuar en la oscuridad de la caverna que aventurarse ante un mundo que le exija algo que no les fue otorgado por natura: el don de crear y creer. Viven la dialéctica del amo y el esclavo (no conocen a Hegel ni a Kojève), pero se creen que juegan el papel del amo, y que, en cierta manera, porque perciben atisbos de malestar, saben que los esclavos están tristes, que algo pasa, que son irrespetuosos por falta de educación (la educación la ven como la instancia que perpetúa la situación de privilegios que viven). En realidad, ellos están tristes, pero tampoco se dan cuenta.
Iba a decir que tal vez no habían comprendido La tempestad, (última obra de Shakespeare), pero recordé que ahora solo se acercan a las obras clásicas a través del cine y las plataformas o de algunas (muy malas, por cierto, adaptaciones teatrales), pero qué se hace, si “aquí nos tocó vivir”. Iba a decir también que la construcción de nuestra identidad podría parafrasearse entre Calibán y Ariel, pero en realidad, solo tenemos a fifís y chairos, que han destrozado no solo la dualidad, si quieren maniquea de la vida entre ricos y pobres, sino que han convertido el escenario en una rivalidad, odio y agresiones, entre los privilegios y las desventuras, entre la ignorancia y la estupidez, pero en todo caso entre hombres contra hombres, carentes unos de lo indispensable de la vida, otros de lo amable de ella. (Sé de antemano que se preguntarán quiénes son unos y quiénes otros), pero eso no importa. Lo triste es lo que pasa, y más triste aun que vuelve como eco aquella enunciación de “Algo pasa, pero nadie sabe qué es…”
En fin, Próspero está vigente y no lo sabemos, Calibán domina y algunos lo adoptamos, Ariel aguarda su momento, la realidad es que el imaginario que debemos construir no es tarea de uno ni de muchos, ni de los cultos, ni de los ignorantes, es de todos, porque de esta tempestad, o todos la libramos o nos convertimos en algún documental (de esos que ahora los fascina) de Netflix.
Volvamos a Rodó o leamos a Fernández Retamar, podría ser una elección, regresemos a Shakespeare, podría ser una utopía o contra utopía, no sé. Volvamos a los libros, podría ser un ruego. Seamos prudentes. Somos diferentes, aprendamos a serlo.