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sábado, noviembre 23, 2024

La barredora de cometas

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Estandarte
enarbolado durante
la lucha feminista
del siglo XIX.

CARMINA DE LA LUZ*

Caroline Herschel, literalmente, cantaba. Y en un universo paralelo quizá hubiese pasado a la historia como soprano y no como astrónoma. Pero la enfermedad, el fuerte vínculo con su hermano William y su propia determinación reorientaron la estela de Caroline hasta convertirla en descubridora de cometas, nebulosas y estrellas.

Esta mujer oriunda de Hannover (hoy territorio alemán) nació el 16 de marzo de 1750, fecha en la que florecieron mentes como la de Immanuel Kant, quien afirmaría que el ser humano debía aprender a “pensar por sí mismo y rechazar los dogmas de todo tipo, que destruyen la razón y someten el libre pensamiento a ideas fijas”. Paradójicamente, esa fue también una época en la que la población femenina no podía elegir su destino, salvo que se perteneciera a los sectores más privilegiados. No era el caso de Caroline.

La familia Herschel formaba parte de la clase trabajadora. Por esa razón Ilse, la madre de Caroline, insistía tanto en que sus hijas se educaran solo en las labores domésticas, pues de esta manera podía asegurarles cierto bienestar en el futuro, aunque fuera como esposas y amas de casa. Isaac, el padre, disentía y en el hogar siempre intentó enseñar astronomía, filosofía y música a niños y niñas por igual.

Fueron un virus y una bacteria los que en buena medida frustraron las predicciones de Ilse. Sucedió que, en torno a sus tres años, Caroline contrajo viruela y a sus 10 se contagió de tifus. A diferencia de cuatro hermanitos suyos que fallecieron a edad temprana, la pequeña sobrevivió, pero quedaron marcas en su rostro y su crecimiento se atrofió.

Los Herschel pensaron entonces que el matrimonio ya no sería una opción para Caroline, y este fue el pretexto de Isaac para seguir instruyéndola. Sin embargo, a sus 22 años, lo que había aprendido Caroline era insuficiente para garantizarle un empleo remunerado en Hannover y, al no tener demasiado que perder, decidió irse a Inglaterra en 1772.

Con sus 140 centímetros de estatura y sin saber ni una palabra de inglés, Caroline arribó a la ciudad de Bath bajo la consigna de convertirse en profesora de música para ayudar a su familia. Mientras esto ocurría, debía también trabajar como ama de llaves para su hermano William, 12 años mayor que ella.

Él llevaba ya un tiempo en Inglaterra, y desde 1766 era organista en Bath. Ahí William aleccionó a Caroline en canto, y juntos ocuparon diversos escenarios. Incluso llegaron a tener hasta cinco presentaciones a la semana. Caroline, además, recibía invitaciones para cantar en solitario, pero se negaba a menos de que fuera bajo la dirección de su hermano.

Caroline demostró ese mismo apego cuando William comenzó a invertir más tiempo en su pasatiempo, la astronomía, que en su trabajo, la música. Su hermano era dado a construir los telescopios que usaba para sus observaciones, y Caroline contó acerca de “la vez que pasó 16 horas seguidas puliendo un espejo”. Ese día ella tuvo que darle de comer en la boca.

En 1781, William consiguió lo que nadie en siglos: identificar un nuevo planeta, Urano. El hallazgo le trajo fama, y poco después el rey George III lo contrató por 200 libras al año para que fuera el astrónomo de la corte. 

William y Caroline se mudaron cerca de Windsor, donde ella aprendió álgebra, geometría y trigonometría, todas disciplinas indispensables para asistir a su hermano. Este fue el inicio de un periodo en el que, cada vez que el Sol se ponía, William revisaba el firmamento con el telescopio. Él jamás despegaba su mirada del ocular, y a su lado era Caroline la que tomaba nota de las coordenadas y los objetos observados. Así permanecían hasta las cuatro de la madrugada.

Las tareas de Caroline continuaban durante el día. Mantener en orden la casa era su responsabilidad, y asimismo tenía el encargo de verificar los datos que ella y su hermano habían obtenido la noche previa. Y, por si fuera poco, cada vez que tenía oportunidad Caroline hacía astronomía independiente con un instrumento que le fabricó William.

“A modo de estímulo, me regalaron un telescopio para barrer”, escribió Caroline, “iba a barrer cometas”. La metáfora trascendió a lo literal, y entre 1786 y 1797 la astrónoma encontró ocho cuerpos de este tipo. Además, identificó por su cuenta el cúmulo abierto NGC 2360 y 14 nuevas nebulosas, y sumó 560 registros al catálogo estelar de John Flamsteed.

Mucho antes de que las mujeres pudieran obtener un sueldo por hacer ciencia, se les permitiera ser integrantes de la Royal Society o se les reconociera públicamente por sus hazañas, Caroline Herschel logró una pensión de 50 libras anuales de parte del rey George III por asistir a William, una membresía honoraria en la prestigiosa agrupación científica y la admiración de eminencias como el matemático Carl Friedrich Gauss.

A menudo los triunfos de Caroline son atribuidos a la curiosidad que le inspiró su padre, como cuando una noche fría en Hannover salieron a la calle a ver las constelaciones. Pero poco se dice sobre cómo la visión y enseñanzas de Ilse le ayudaron a navegar en un mundo con reglas muy estrictas hacia las mujeres.

 

*CARMINA DE LA LUZ
Periodista de ciencia,
nominada en 2020 al Premio
internacional Fetisov. Es
fact-checker en Pictoline;
colabora en Tec Review,
en el noticiario televisivo
NCC Iberoamérica y en
SciDev. Ha sido becaria de
la International Women’s
Media Foundation y de
Climate Tracker.

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