Esta semana asistimos a dos actos de poder que confirmaron, una vez más, quién es el que manda en Puebla.
En el arranque de esta semana, el alcalde Eduardo Rivera Pérez recibió una tunda inmisericorde por su empecinamiento de hacer las cosas mal. La postura asumida por el gobernador Miguel Barbosa Huerta por la concesión a 10 años de los espacios publicitarios en paraderos peatonales, pendones y puentes en la capital fue contundente a tal grado que un día después el munícipe optó por recular con el rabo entre las piernas.
El mensaje quedó claro y todos en el círculo rojo entendieron que el inquilino de Casa Aguayo, a su estilo, pone orden cuando se necesita.
Esta misma situación ocurrió ayer en el Congreso del estado. Por una mayoría abrumadora, Francisco Romero Serrano fue defenestrado oficialmente como titular de la Auditoría Superior del Estado, luego de que fuera encarcelado y esté procesado por los delitos de recursos de procedencia ilícita y violencia intrafamiliar.
El exfuncionario tuvo la oportunidad de encontrar una salida a su difícil condición, pero prefirió jugarle al valiente teniendo una larga cola que le pisen.
La caída de Romero Serrano tiene su origen en su decisión de crear una agenda personal que chocaba con la misión de la 4T poblana de enfrentar la corrupción estatal. Una y otra vez fueron ventiladas diferentes irregularidades en la ASE, las cuales eran desmentidas sin mayor impacto. Hubo otras ocasiones en que las sospechas sobre la actuación del auditor ponían en entredicho su permanencia.
El factor más importante fue aceptar una recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, cuyo contenido habría sido filtrado por el exgobernador cantante, lo que puso de manifiesto la traición política que vivía el auditor.
La iniciativa para defenestrar a Romero Serrano fue aprobada 38 legisladores locales, incluida la bancada antibarbosista integrada por Daniela Mier Bañuelos, Carlos Evangelista Aniceto, Ruth Zárate, Edgar Garmendia de los Santos e Iván Herrera.
Solo hubo tres diputados locales que votaron en abstención, que es lo mismo que avalar la permanencia del sujeto defenestrado: los panistas Mónica Rodríguez Della Vecchia, Rafael Micalco Méndez y Nancy Jiménez. El sentido de este voto solo representó la ridícula postura que han asumido estas tres personas que tienen una agenda personal y se encuentran en la mira.
¿Acaso Nancy Jiménez seguirá con su postura de rebeldía y jugándosela con su comadre Mónica Rodríguez una vez que comience la revisión de las cuentas públicas de su esposo el exedil de Tlatlauquitepec?
En el caso de Micalco y Mónica quedaron en la soledad absoluta, pues ni sus aliados antibarbosistas los siguieron. La abstención significó no sólo evitar el combate a la corrupción sino también la nueva declaración de guerra contra el inquilino de Casa Aguayo. ¿Si ni el alcalde pudo meter las manos, acaso este par podrá sobrevivir a un escrutinio del poder?
Otro caso interesante ocurrido ayer en el Congreso local fue la votación a favor de la diputada Karla Rodríguez –a quien se le achaca haber fungido como topo y filtrar la reunión de los diputados locales del PAN con el gobernador de Puebla–. De un día para otro su rebeldía pasó a mejor vida. Al formar parte del grupo político del edil Eduardo Rivera fue llamada a cuentas y le pusieron un estate quieto.
A la legisladora se le olvidó que su expediente incluye su cercanía con Fernando Manzanilla; sus servicios a favor de David Méndez Márquez y ser la ficha enquistada en el DIM de la Segob, la oficina desde la que se pretendía hacer proselitismo a favor de este par de políticos.
Como podrá leer, esta semana quedaron de manifiesto dos mensajes de poder. El objetivo es dejar en claro que hay orden y una figura definida de quién manda. Todos los demás podrá suponer que pueden poner en jaque a la 4T, pero desde Casa Aguayo se escuchan las carcajadas ante esa ingenuidad.