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viernes, noviembre 22, 2024

La bilis amarilla de la gobernadora

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Justo cuando Rocío Nahle estaba por estrenarse como gobernadora de Veracruz metiendo a la cárcel a uno de los Yunes —o a dos, o a tres—, una negociación en las cañerías del Sistema exoneró a toda la familia, empezando por el impresentable patriarca que ayer se tomó selfies con sus nuevos amigos: los senadores de Morena y aliados.

Durante la reciente campaña electoral, la señora Nahle enfrentó la peor de la campañas todos los días.

A través de uno de sus cancerberos —Arturo Castagné—, el clan embistió a la entonces candidata de Morena con particular bilis.

En respuesta, y sabedora de dónde venía la artillería, ella exhibió la brutal riqueza de los Yunes.

Una vez que ganó, Rocío Nahle inició un proceso de recopilación de pruebas para acompañar las múltiples denuncias que culminarían, hasta antes de este martes, con la aprehensión de uno de los Yunes —o dos, o tres.

¿Qué habrá pensado la gobernadora electa al enterarse de que en la cañerías del Sistema estaban negociando con el jefe de la famiglia?

Algo es seguro: no le gustó nada.

Y es que los Yunes son, a partir de las últimas horas, los nuevos héroes patrios que contribuyeron a cristalizar la reforma al Poder Judicial.

Cosa curiosa: la restauración de un poder maloliente y podrido se hizo con el voto maloliente y podrido de una familia maloliente y podrida.

¡Qué manera de restaurar la cloaca!

Decía el abuelo de mi querido Pepe Hanan: “Conozco el cebo de mi ganado por el olor de su cagada”.

O como tuiteó este martes Ernesto Echeguren: “En la política todo cabe”.

Es lo que hay.

 

Los muertos están vivos. El caso Yunes nos confirma algo: nadie está del todo muerto.

Hasta antes del martes, los Yunes eran unos apestados de la política mexicana.

Sus amigos no les tomaban las llamadas.

Al contrario: los negaban tres veces antes de que cantara el gallo.

Tras el voto de los Yunes en el Senado, la cosa cambió radicalmente.

El Sistema que los vomitaba, los abrazó como amigos.

Sus carpetas de investigación —faltaba más— desaparecieron en tres minutos.

Las puertas del reino se abrieron para quienes han sido purificados con el maná enviado por Dios.

La imagen de Miguel Ángel Yunes Linares, el jefe del clan, abrazado por Adán Augusto López Hernández, Felix Salgado Macedonio, Nacho Mier, Fernández Noroña, Manuel Velasco y Alejandro Murat —otro gran impresentable—, lo dijo todo.

Pero algún día, en cincuenta años, cuando todos estemos muertos, esa imagen brutal —hallada por un arqueólogo— hablará terriblemente de la sociedad que fuimos y del olor de la cagada que cubrió el Senado de la República.

Regreso al principio: nadie está del todo muerto o del todo vivo.

Las circunstancias pueden cambiar en cualquier momento.

Para bien o para mal.

 

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