Tuvieron que pasar 35 años para que la BUAP soñara con tener una nueva Ciudad Universitaria. Antes de Lilia Cedillo Ramírez, los diferentes rectores apostaron por aprovechar cada espacio disponible del complejo construido en 1969 para construir las aulas, laboratorios, oficinas, auditorios y demás espacios que la comunidad universitaria demandaba. Fueron años en que la obra universitaria y la calidad académica caminaron de la mano y le cambiaron para siempre el rostro a la casa de estudios. Dejó de ser el semillero de porros y fósiles, de hacinamiento y conflictos, para dar paso a la de una de las mejores universidades de América Latina, puntera en los proyectos de investigación más importantes, certificaciones de calidad y saneamiento de las finanzas. Todo marchó bien hasta que los espacios para expandirse se acabaron. La presión por el crecimiento de la matrícula universitaria generó, a su vez, la preocupación de la jefa del gobierno universitario y, a diferencia de la década de 1960, la BUAP no necesitó de la intervención de un presidente de la República, la Iniciativa Privada o generar un amplio consenso en la sociedad para que todo saliera bien. Solo fue necesario que a la BUAP llegara la primera mujer a la rectoría, investigadora de cepa, conocedora de la vida universitaria y su realidad, así como un gobernador llamado Sergio Salomón Céspedes Peregrina, quien será recordado por su impulso histórico a la educación. Lilia Cedillo hizo lo que todo buen científico sabe hacer: analizar el problema, entender su complejidad y encontrar opciones para solucionarlo. Así como cuando se enfrentó al virus del AH1N1 y terminó por crear una vacuna, puso todo su empeño y experiencia en este nuevo reto. Con su carpeta de proyectos debajo del brazo pidió audiencia con el mandatario poblano y le habló desde ese lugar que los políticos difícilmente entienden: el corazón. Lo que la rectora no sabía -o tal vez sí- es que frente a ella estaba un hombre cuyo estilo personal de gobernar rompió con todos los moldes del político tradicional: sensible, conciliador, buen administrador, visionario y, sobre todo, humanista. Lilia Cedillo no acudió a una reunión ejecutiva para presentar su proyecto sino a un encuentro histórico que definiría la vida de miles de estudiantes. Por eso es que decidió platicarle al gobernador las historias de jóvenes que recogió durante el proceso de inscripción de enero de 2023. Eran historias tristes, desgarradoras de jóvenes sin recursos cuya única opción para seguir estudiando es la BUAP. Sin espacios hacia dónde crecer, miles se quedarían fuera y hasta ahí llegaría su sueño estudiantil. Y todos sabemos a dónde termina eso, tragedia. Sí, en una tragedia mayor. Sergio Salomón escuchó detenidamente a la rectora. Las palabras calaron hondo y supo de inmediato del impacto histórico de una nueva Ciudad Universitaria. Era el tipo de proyectos que le gustan y que está deseoso de impulsar. Así que en esa misma reunión pactó la obra y los recursos necesarios para hacerla realidad. En mayo de 2023, ambos anunciaron el histórico proyecto y para septiembre habían colocado la primera piedra. Once meses después, CU 2 es una realidad y un referente de expansión sustentable y comunitaria, ya que la BUAP ha tendido lazos con la junta auxiliar de San Pedro Zacachimalpa para que el background de la casa de estudios impacte directa y positivamente en las familias que allí viven. A diferencia de hace 35 años, no fue necesario movilizar a todo el establishment para que el proyecto se hiciera realidad. Solo se necesitó a un hombre y una mujer que representan el signo de los nuevos tiempos y cuyas decisiones nos dicen que todo ha cambiado para bien.