Yo tenía tres primos hermanos sordomudos: Rubencito, Arturito y Gustavito.
Corrijo: hipoacúsicos.
No escuchaban nada y, en consecuencia, sus posibilidades de hablar eran complicadas, aunque Arturito aprendió prácticamente a hablar a la par que manejaba el denominado lenguaje de señas.
Ellos a su vez tenían un primo hermano —al que yo veía como primo— llamado Raulito.
El diminutivo está justificado en estos casos, una vez que con ellos compartí una parte profunda de mi infancia: el tránsito de salir de Huauchinango para vivir en la Ciudad de México.
Pese a su deficiencia auditiva, mis primos desarrollaron capacidades brutales que los hicieron destacar.
Arturito, por ejemplo, era un gran jugador de ping-pong y de judo, y Gustavito era un boxeador fuera de serie.
Por su parte, Raulito brilló en la pintura y en la escultura.
Todos, sin excepción, eran —son— dueños de un corazón enorme.
Al Huauchinango de los años setenta, cuando mejor me llevé con ellos, mis primos llevaron a un amigo suyo que ya había hecho algunas fotonovelas: José ‘Pepe’ Prieto.
Una vez que las telenovelas aplastaron ese género, Pepe Prieto se quedó sin vida artística.
¿Qué le faltó para continuarla?
Algo sencillo entre nosotros, pero difícil para algunos: escuchar.
Si en ese tiempo hubiesen existido las cirugías de oído medio y coclear, el destino de mis primos y Pepe Prieto habría sido otro.
Sus grandes corazones se hubiesen llenado de emoción al escuchar el sonido de un ave, de una ciudad o de un avión.
Lo que para nosotros es común, para ellos habría sido brutal.
Concha —Conchita— también es hipoacúsica, y llegó a nuestras vidas —las de mis padres y mis hermanos— a mediados de los años setenta.
(Mis padres técnicamente la adoptaron).
Ella posee un sexto sentido impresionante que le ha permitido sobrevivir mundos hostiles.
(El mundo de los que no escuchan suele ser severamente complicado).
Su vida es un libro abierto donde mucha gente ha escrito.
(A veces para mal, a veces para bien).
Pero Concha ha salido adelante gracias al don que tiene.
(Ahora es una amorosa abuela).
Una cirugía coclear en su momento le habría cambiado la vida.
Todo esto tiene que ver con el anuncio que este lunes dieron Gaby Bonilla y su esposo —el gobernador Sergio Salomón— en el sentido de que el DIF y el gobierno de Puebla absorberán los gastos de 37 cirugías de oído medio y coclear.
(Hablamos de algo así como 2 millones de pesos por cirugía).
Gaby estaba emocionada al dar el anuncio.
Y cómo no, si la cruzada en la que está metida alcanzará con esto la enorme satisfacción de regalarles los sonidos a 37 menores.
Se dice fácil.
No lo es.
Pienso en Rubencito, Arturito, Gustavito, Raulito y Concha…
Y hasta en Pepe Prieto y sus fotonovelas.
La sonrisa del gobernador. Durante el acto de este lunes, realizado en el Hospital del Niño Poblano, el gobernador Sergio Salomón estaba particularmente contento.
Y es que la semana pasada, la doctora Claudia Sheinbaum lo mandó llamar para invitarlo a formar parte de su gabinete.
(Mucho se ha dicho que podría estar al frente del Instituto Nacional de Migración).
Sin adelantar nada, el gobernador se mantuvo con esa sonrisa enigmática mientras Gaby Bonilla anunciaba la noticia de las 37 cirugías.
Y al momento de hablar ante el micrófono, dejó ver que la charla con la virtual presidenta electa de México había estado plagada de buenas noticias.
Y justo cuando el gobernador hacía el recorrido por lo que serán los nuevos hospitales de oncología y cardiología, la doctora Sheinbaum anunció a 145 kilómetros de distancia que Sergio Salomón será uno de los gobernadores que se integrarán al gobierno que iniciará funciones en el primer minuto del martes 1 de octubre, día de santa Teresita del Niño Jesús.