Era un hombre sencillo, generoso, sobrio.
La suya era una inteligencia doblada de cautela.
No hablaba para impresionar —su linaje era de otro corte—, hablaba para conversar.
Murió José Agustín Ortiz Pinchetti, uno de los más leales amigos del presidente López Obrador, pionero, por cierto, de Morena en Puebla.
Lo conocí después del fraude electoral de 2006.
La guapa Gabriela Severino me pidió —vía Nextel— que le abriera un espacio en mi programa de radio —Operación Periodista.
Dije ‘sí’ de inmediato.
Yo era lector de su columna ‘Despertar en la IV República que se publicaba los sábados en La Jornada.
Y antes de eso, había seguido sus debates —entre otros con el gobernador Manuel Bartlett— en su calidad de consejero electoral del IFE.
Qué debates aquellos, por cierto.
Ambos sacaron sus armas más filosas, pero las pulieron para el duelo.
Sus ironías, siempre finas, convirtieron su polémica en un arte poética de las confrontaciones.
Con esos antecedentes, le pedí a Gabriela Severino que le dijera a Ortiz Pinchetti que sería un alto honor conversar con él en los micrófonos de la radiodifusora de los señores Hanan.
Mi programa tenía como participantes, entre otros, a Griss Moreno —la célebre ‘Tucita’—, Alejandra Gómez Macchia, el poeta Baca y Eduardo Cortés.
La charla con don José Agustín fue larga y prolífica.
Y es que dibujó desde entonces lo que sería la Cuarta Transformación.
Pero no lo hizo como un fanático o matraquero sino como un hombre de izquierdas: lúcido y mesurado.
En varias ocasiones regresó al programa en su calidad de delegado del lopezobradorismo en Puebla.
Por esos días eran pocos los seguidores, pero eso no desanimaba al gran abogado.
Ahora que me enteré de su muerte, se me vinieron a la cabeza diversos pasajes entrañables relacionados con él.
Una dura enfermedad lo privó de ser, por ejemplo, secretario de Gobernación con su amigo el presidente.
Hubiese sido un baluarte muy importante de esta administración.
Una silla de ruedas fue su vehículo en los últimos años.
Pero ni eso lo separó del movimiento lopezobradorista.
Descanse en paz quien dio tanto a este país.
Estamos de vuelta. Esta columna está de regreso después de unas urgentes vacaciones.
Los tiempos políticos que se viven en Puebla son apasionantes.
Una frase del caudillo yaqui José María Leyva Pérez, ‘Cajeme’ —repetida en las últimas semanas por un nostálgico presidente López Obrador— recrea puntualmente lo que estamos viendo y viviendo en materia de transición:
‘Antes como antes, ahora como ahora’.
Esta metáfora audaz —que cabe en una cáscara de nuez— es la mejor definición de lo que culminará el 1 de octubre, en Palacio Nacional, y el 14 de diciembre, en Casa Aguayo.