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viernes, noviembre 22, 2024

De hoy para mañana

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La Organización de las Naciones Unidas ha propuesto este año el tema “Igualdad de género hoy para un mañana sostenible” como marco para el Día Internacional de la Mujer. De este modo se reconoce que, por un lado, aún queda un largo trecho por avanzar para que la consciencia y los discursos sobre la equidad se traduzcan en interacciones sanas y respetuosas entre todos los seres humanos, y que, por otro lado, es urgente la mitigación o, en su caso, la adaptación al cambio climático. 

Llaman la atención, en el anuncio de este tema que fue publicado en la página web de ONU Mujeres las siguientes líneas: “Cada vez es más evidente que las mujeres son más vulnerables al impacto del cambio climático que los hombres”. 

Tal cual: “Las mujeres son más vulnerables al impacto del cambio climático”, dice la ONU. Y el argumento es simple e irrefutable: ellas “constituyen la mayoría de la población pobre del mundo y son más dependientes de los recursos naturales que están bajo la amenaza del cambio climático”. 

El tema debería reflejar también –pienso– la necesidad de reducir la pobreza. 

Ahora, hablar de equidad implica tocar y trastocar muchos aspectos de la vida cotidiana, incluidos el control y la libertad, pues como dice Luna Miguel en Caliente (Lumen, 2021): “Aunque muchas veces se haya dicho que la libertad de un individuo termina donde empieza la libertad de otro, también es cierto que el reto de una sexualidad respetuosa y placentera reside en el modo en el que el consentimiento nos permita mezclar esas libertades, para que no sean excluyentes la una con la otra, sino que se diluyan y, en el mejor de los casos se expandan”.  

En este libro de la periodista, editora, poeta y novelista nacida en 1990, se recuperan y reelaboran reflexiones previas sobre la escritura y la sexualidad, el descubrimiento del placer y el abuso, el erotismo y su ubicuidad, presentadas con un tono íntimo que sin sacrificar rigor informativo suena biográfico, confidente, cómplice. 

La revisión que hace de la literatura sobre temas urgentes nos recuerda que Anaïs Nin pensaba que era importante “narrar la libertad del amor, la libertad del deseo, la libertad del cuerpo, pues solo a través de esa liberación, a su juicio, lograríamos una sociedad más igualitaria”. Eso, hacen falta relatos que liberen, que protejan, que empoderen, que transformen el mundo, que reconstruyan las relaciones. Eso, y lectores que no sean ingenuos. 

Esta necesidad del relato liberador entraña una pregunta fundante y fundamental: ¿existe una literatura femenina? ¿Existe algo así como una mirada distinta y una lengua totalmente? Luna Miguel evita los externos: “entre la propuesta de abolición del concepto ‘escritura de mujeres’ y la invitación a un parler femme, tal vez valga la pena discurrir por el camino intermedio”.  

Es una tentación para el lector relacionar Caliente con El funeral de Lolita, publicado por Luna Miguel en 2018 por la misma editorial. En la obra de ficción, la protagonista, Helena Rodríguez Zurita, apunta en su diario: “Escribir es complicado cuando sólo quieres decir lo que tienes que esconder”. En la novela, Helena, joven, estudiante, se relaciona con un profesor, de cuya muerte se entera años después, dando paso al relato. En el ensayo, sobre la diferencia de edades la autora consigna que cuando tenía 14 años sostuvo una relación con un hombre mayor que ella: “Partía de mi consentimiento, sí, pero también de mi desconocimiento”. El erotismo y la escritura están presentes en ambos libros. En ambos, abundan las preguntas. Los textos son un recorrido que va de las cosquillitas a la consciencia del placer, de la imaginación a la acción, de la experiencia a las letras. 

 “Verte a solas es cada vez más violento, como escribir”, apunta Helena en la novela.  

“Escribir es imaginar una cicatriz: no la herida, sino su marca”, sostiene Luna Miguel en su ensayo. 

Escribir, escribir, escribir. Pero, “¿y cómo escribirnos ahora? –pregunta la poeta del cuerpo en Caliente– ¿Es posible narrar a todas las mujeres?”  

La cuestión no es menor.  

La reconfiguración de eso que llamamos realidad pasa por la narrativa. Uno habla de lo que ama, de lo que late en la mente, de lo que sabe el corazón. La igualdad y el respeto por la naturaleza a que la ONU nos invita se modela en los relatos.  

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