Desde la primera conferencia de prensa que encabezó tras su triunfo el pasado 2 de junio, el gobernador electo Alejandro Armenta llamó a la reconciliación y a la armonía a sus adversarios: “La campaña ya terminó; vamos a trabajar intensamente con todos los poblanos”.
El lunes, en el viejo Palacio de Gobierno en el Centro Histórico, Armenta se reunió con el excandidato del PAN y sus partidos aliados, Eduardo Rivera Pérez.
La reunión fue coordinada y propiciada por los dos y sus equipos.
La relación, desde hace años cordial, pero que tuvo una etapa de características como adversarios, indispensable en la campaña, recobró su talante muy amistoso.
La imagen dio la vuelta por todos los medios poblanos. Se trató de una gráfica que muestra cordialidad, acuerdo y, principalmente, refleja armonía.
Las hachas de la campaña han quedado enterradas.
El gobernador electo, como político profesional y experimentado, ha priorizado la pluralidad para privilegiar a Puebla.
“La unidad es fundamental para lograr la Puebla que queremos. Fue un gusto platicar con Eduardo Rivera. Vamos a pensar en grande”, dijo Alejandro en su oportunidad.
Pero la imagen tiene simbolismos. La lectura es más amplia.
Eduardo Rivera representa no solamente al Partido Acción Nacional (PAN), del que es militante, cuadro de gran peso y posiblemente el próximo dirigente estatal, sino que fue también candidato a la gubernatura del PRI, PRD y el local Pacto de Integración Social (PSI).
Se trata de una suerte de acuerdo simbólico de la oposición, a través de su mayor representante, con quien tomará las riendas de la administración estatal el 14 de diciembre próximo.
Ante algunos ojos, pudiera considerarse una rendición. Pero no lo es, los regímenes maduros suelen tener acuerdos políticos en los que se privilegian las coincidencias por encima de las naturales diferencias ideológicas.
La armonía se ha respirado prácticamente a los dos o tres días después de la jornada electoral. El proceso no está judicializado y las pocas impugnaciones que se dieron encontrarán una resolución ágil y sin contratiempos.
El Congreso del Estado ha concluido prácticamente la legislatura, con el cierre de su último periodo ordinario de decisiones.
La agenda parlamentaria inmediata también se ha agotado.
Los próximos procesos electorales están muy lejos, hasta 2027.
Hay también un ingrediente muy importante: el millón 908 mil 954 sufragios del bono democrático de Alejandro Armenta, como el candidato más votado de la historia, es altísimo e indudable. La oposición, prácticamente desde la primera noche y ahora, refrendado a través de Eduardo Rivera, ha hecho muy bien en reconocerlo.
Hay armonía y las próximas batallas se otean muy a la distancia.
Las hachas están enterradas.
El cielo ha escampado.