A pesar de que todos tememos a la guerra, las diferentes maneras en cómo la concebimos depende mucho de quién nos proporcione la información. Desde la década de los 50, el mundo se ha mostrado temeroso y contemplativo ante una inminente guerra entre la exunión Soviética y el bloque occidental.
Hemos visto pasar la amenaza de una guerra, a través de prácticamente cualquier aparato ideológico del Estado, en nuestro caso del poder occidental. Hemos ganado la guerra en el cine y nuestro supuesto bloque ha sido victorioso en manos del Capitán América y de Rocky Balboa contra Drago; sin duda, somos mayoritariamente un auditorio CNN.
No pretendo con esta reflexión crear polémica alguna, pero creo que la guerra mediática sin duda la va ganando el bloque occidental, tenemos caricaturas, generadores de opinión, medios masivos, películas que van formando la opinión pública prácticamente sin que nos llegue información del otro lado del mundo. Hemos peleado guerras desde el imaginario colectivo –Vietnam, Irak, Afganistán, entre otras–, desde la mirada de quien controla los medios y la información que se proporciona a la opinión pública. En eso Occidente es experto.
Hoy, a mi parecer, la guerra mediática la ganará no sólo quien tenga el control de los medios, sino también el control de las plataformas, medios y sitios de la web. Las redes sociales están jugando un papel importante en el control de la información que se emite. Nos llega, en otras palabras, lo que nos tiene que llegar. La libertad de expresión cabe hasta donde grandes intereses se ven afectados o no.
Pero lo lamentable no es lo que masivamente consumimos en la mayoría de las ocasiones sin siquiera filtrar el propósito de lo que los medios masivos nos dan. Como consumidores hemos ido evolucionando cada vez más y, poco a poco, las personas se suman a las listas de los consumidores socialmente responsables que ya no dan refrescos y golosinas a sus hijos para el desayuno escolar. Cada vez más gobiernos controlan la mercadotécnica de los productos para la lactancia materna, muchos somos los que leemos las etiquetas calóricas y de azúcar en la comida, y hasta aplaudimos que desapareciera el guapo vaquero de los cigarros Marlboro de los años 80 en los comerciales de televisión.
Pero, ¿quién nos protege entonces de lo que nuestro cerebro consume?, ¿quién nos protege del consumo de una ideología que nos lleva a tomar una postura socialmente responsable frente a la situación global?, ¿quién nos informa sobre la realidad geopolítica del mundo? En eso considero nos falta mucho para ser consumidores socialmente responsables.
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Hace algunos años tuve la oportunidad de conocer a través de mi querido amigo Javi Charmin a Pedro Carrizales El Mijis y, sin duda, quedé impresionada por la manera en cómo concebía el mundo, intercambiamos teléfonos y pudimos compartir pedacitos de vida, desde hace muchos días sospechaba que él ya no caminaría con nosotros; hoy no me queda más que despedirlo con la firme promesa de que recordar su legado. Hasta pronto querido Pedro.