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sábado, octubre 5, 2024

Una trama de miradas perdidas y sed de venganza

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Mario Delgado tenía la mirada perdida.

No era para menos.

Buscó ser secretario de Gobernación en el gabinete de Claudia Sheinbaum y sólo le alcanzó para un reintegro: la Secretaría de Educación Pública, misma que perderá su peso y su tamaño —de elefante robusto— para convertirse, tras la creación de la nueva Secretaría de la Ciencia, en un armadillo pequeño e inofensivo.

De ahí la mirada perdida al lado de Rosa Icela Rodríguez, quien pasará de ser la titular de Seguridad Pública, con el presidente López Obrador, a la secretaria de Gobernación con la doctora Sheinbaum.

¿Qué dice una mirada perdida?

Habla, como la expresión lo indica, de una pérdida no necesariamente emocional.

La pérdida, por ejemplo, de una secretaría poderosa, emblemática, circular, como la Secretaría de Gobernación.

De haber llegado a Gobernación, por cierto, el todavía diputado Ignacio Mier hubiese tenido un poder brutal en el antiguo Palacio de Covián.

Y es que la cercanía entre ambos personajes tomó forma cuando Delgado abandonó la Cámara de Diputados y le dejó el cargo de coordinador de Morena en San Lázaro al virtual senador electo.

Digamos que Ignacio Mier hubiese jugado un papel de asesor del secretario en ese imaginario.

No cualquier asesor, un asesor poderoso con cierta sed de venganza muy enfocada en el estado de Puebla.

Pero como Mario Delgado no llegó a Gobernación, dicha sed de venganza tendrá que dormir en una hamaca.

Por cierto:

La muy querida Lety Ánimas Vargas, coordinadora nacional de las becas Benito Juárez hasta el 11 de enero de 2021, vivió una temporada en un departamento de la colonia del Valle.

Un departamento modesto, republicano, muy 4T: el departamento de la mismísima Rosa Icela Gutiérrez.

Y es que, ambas, eran amigas desde hace algunos años.

Oriunda de Huauchinango, Puebla, Lety llegó a la Coordinación Nacional de becas en 2018, una vez que el presidente López Obrador le guardaba no sólo cariño sino una confianza brutal.

Regreso a la mirada perdida del aún dirigente nacional de Morena.

¿Cuántos sueños rotos caben en una mirada así?

Eso sólo lo saben los dueños de miradas similares.

Qué dolor, qué dolor, qué pena.

 

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