18.3 C
Puebla
jueves, diciembre 18, 2025

Esta temible idea del tiempo

Esta temible idea del tiempo

Busqué en mi pequeña biblioteca personal las diversas reflexiones sobre el tiempo que pudiera encontrar. Jorge Luis Borges fue uno de los autores que más se asomó de entre las páginas y fue —a reserva de seguir  indagando— el único que habló de esa analogía con la que inició el artículo que el hipotético lector esté leyendo ahora: el tiempo / las bibliotecas. Sin embargo —debe ser porque ahora mis horas van y siguen rutas trazadas a propósito por mí— encontré algunas otras reflexiones que tienen que ver con el transcurso del tiempo y los procesos mentales en la vida de los hombres del mundo moderno.

Volví a leer a Renato Leduc y su soberbio Tiempo: la sabia virtud de conocerlo. Rescaté de todo esto algo que he vivido —y que viviré el resto de mis días— una bellísima frase de Julio Cortázar: somos el instante fugaz.

Eso también lo sintetizaba Ernesto Cardenal: apenas hace cinco minutos yo tenía quince años. O: la vida pasa como los autos de moda sobre las carreteras.

Viví un año intenso y sabio. Volví a sentir la muerte mía en la ajena, en la cercana. Eso me condujo a entender también la conducta de los otros. La muerte es un beneficio del tiempo, cantaba, en otras palabras, Alan Watts. Es un gran acontecimiento, expresaba.

Eros y tanatos, tiempo y sabiduría, horas y bibliotecas. Todo viene a revolotear a mi cabeza como las aves en el cielo, entre las cíclicas nubes que pasan y no vuelven.

Entonces regreso a Borges, al que siempre tendrá una respuesta inteligente: el tiempo sólo está en las bibliotecas —interpreto— porque los libros lo resguardan entre sus  lomos y en su tinta. Sincronía…

Afirmo de nuevo que viví un año intenso que me ha puesto en la inevitable sentencia popular aquella de que los tiempos —en efecto— se acortan.

Tengo compromisos serios, voluntades que cumplir; seguir amando a los seres que me hablan desde el otro lado, desde allá, desde el  tiempo y el mundo al que llegaron y en el que están mejor. “Que el azar sea benigno con nosotros” (Breton). Que lo que nos resta —me resta— sea para que nuestra esencia —mi esencia— quede un poco más de tiempo sobre la tierra sin que —en los actos de los otros— seamos ultrajados: sea yo ultrajado. Cierro un ciclo, viene el otro, el que se acorta y se acorta en solamente cinco minutos…

 

 

 

Notas relacionadas

Últimas noticias

Lo más visto