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jueves, diciembre 11, 2025

De lo que aconteció al garzón que embarazó a una profesora de la UPAEP (y todo lo demás)

De lo que aconteció al garzón que embarazó a una profesora de la UPAEP (y todo lo demás)

Era el mejor de los tiempos.

Era el peor de los tiempos.

Un santo varón yunquista, medianamente joven, embarazó a una profesora de la UPAEP luego de tomar la hostia y arrepentirse de todos sus pecados.

Para evitar un escándalo, sus superiores —entre ellos, Alfredo Miranda, rector de esa universidad confesional— sugirieron enviar al santo varón (ni tan santo) a Barcelona.

Y todo en aras de que (oh, doble moral) su esposa (la del no tan santo varón) se enterara.

Así, pues, en el peor de los tiempos (en el mejor), nuestro personaje hizo maletas y partió a Barcelona.

La versión oficial (otra mentira) fue que iría a estudiar en la más europea de las ciudades españolas para que a su regreso se convirtiera en rector de la UPAEP, cosa que jamás se cumplió.

Reza la historia, pues, que el no-tan-santo (varón) partió a lo que originalmente se llamó Barcino (y luego pasó a llamarse Barchinona, Barcalona, Barchelona, Barchenona, y, finalmente, Barcelona).

Lo que nadie sabe es qué fue de la profesora a la que embarazó con la espada de san Jorge (metáfora de la espada con la que ese santo —él sí de a deveras— mató al célebre dragón).

¿La obligó a abortar?

(¡Horror!).

¿La docente tuvo a la criatura?

¿Tuvo a la criatura y nació varón?

¿Lo bautizó con el nombre del padre ausente?

Ufff.

Sólo él sabe la historia real.

Y es que lo normal es que el embarazador termine siempre por saber el destino de la embarazada, y que la embarazada también termine por conocer el santo y la seña del embarazador.

Sería morboso, e interesante, saber si la criatura (hoy convertida en adulto) siguió los pasos profesionales del padre.

(No vaya a ser la de malas que un día de éstos ambos se topen en algún organismo empresarial).

Imaginemos la trama: “Mira, Fulanito, te presento a Fulanito. Qué curioso: son tocayos”.

Hoy por hoy, todo queda en el enigma.

Es un enigma el futuro del hijo.

Es un enigma el futuro del padre.

Y es un enigma el presente de la madre, quien, seguramente, guarda recortes de la vida empresarial del no-tan-santo varón.

Loado sea.

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