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sábado, noviembre 23, 2024

Comunicación y poder

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La relación de los medios de comunicación y el poder siempre ha estado condicionada a las formas del gobernante en turno.  

Esta aseveración no es gratuita, la historia demuestra que las filias y fobias mediáticas hacia quien ostenta el mando en cualquiera de los niveles de gobierno, se determinan por su corriente política-ideológica, modos, antecedentes profesionales y más. 

En el pasado se guardaba un aparente respeto institucional hacia los periodistas, sin embargo, ante el desagrado por la cobertura de temas incómodos se ponía a andar la maquinaria gubernamental, para presionar al medio hasta lograr la salida del comunicador –Gutiérrez Vivó y Carmen Aristegui, sólo por mencionar algunos ejemplos–.  

Vivimos tiempos diferentes, marcados por el debate frontal entre los ostentadores del poder y quienes abordan temas o escriben opiniones que los involucran; está fuera de la tradición y la cultura política que privó en el país durante décadas. 

¿Son los periodistas y comunicadores infalibles?, ¿gozan de impunidad?, ¿arrastramos un concepto equivocado o exacerbado de libertad de expresión? Son misterios que la nueva cultura del debate público va desvelando poco a poco. 

Quizá, hacia afuera la nueva dinámica incite el comentario simplista que apunte a un caos o al ataque a la libertad de expresión; sin embargo, desde mi perspectiva, abona a un ejercicio democrático que consolida los cambios de fondo en la vida pública del país; no estamos ante una práctica que coarta o silencia, sino que confronta y también defiende su postura.  

El sociólogo español, Manuel Castells, de cuya obra más importante desprende el título de esta columna, expuso que “para que haya comunicación, emisores y receptores han de tener códigos comunes”.  

En este nuevo camino por recorrer es claro que se debe llegar al punto donde los códigos se homologuen, no las ideas, no los argumentos, si no las reglas del debate. Es claro que aún es necesario dar pasos y normalizar este ejercicio, pero en democracia resulta mejor excederse en libertades que limitarlas; la receta aplica a todos los actores involucrados, aunque no estábamos tan acostumbrados, quizá aún no lo estemos, a ver al gobernante debatiendo, una posición que le fue vedada en el pasado.  

La nueva cultura requiere de un ejercicio periodístico de mayor precisión, abierto al escrutinio público, así como al reconocimiento de los yerros, cuando se incurra en ellos y dañen la buena imagen de ciudadanos.   

El tiempo nos dirá si el rumbo tomado contribuyó a crear una sociedad más informada, crítica y participativa.  

En este caso como en cualquier otro de la vida nacional, resulta conveniente la política de “abrazos, no balazos”; que se confronte la verdad con argumentos y, al final, las diferencias se arreglen con un apretón de manos.  

Les invito a que escuchen mi participación en MVS Radio los días miércoles, y a que me sigan en Twitter como @E_Echeguren. 

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