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martes, diciembre 2, 2025

El asomo de López Obrador al futuro

El asomo de López Obrador al futuro

Publicado originalmente por Zedryk Raziel en EL PAÍS, compartimos este reportaje por su relevancia e interés periodístico.

La reaparición pública del expresidente Andrés Manuel López Obrador ha alimentado, como casi todo lo que el político izquierdista hace o deja de hacer, un cúmulo de teorías en torno a sus intenciones ocultas. En los corrillos políticos y mediáticos se comentó desde hace semanas que el fundador de Morena saldría de su estricto encierro para ponerse a recorrer las plazas públicas del país, con el pretexto de la presentación de su último libro, Grandeza (Planeta, 2025). Entre líneas, esa explicación sugería que López Obrador desautorizaba a su sucesora, la presidenta Claudia Sheinbaum, y veía necesario retomar el control de su movimiento, al que ha bautizado como la Cuarta Transformación.

Tal lectura choca con todas las señales que provee la misma realidad. Al cumplir su primer año de Gobierno, Sheinbaum es la presidenta más popular de las últimas décadas. No solo goza de respaldo dentro de México: también desde fuera, en gran parte, por la manera como despresurizó la bomba Donald Trump, presidente de Estados Unidos, con su volcánica política exterior basada en la coacción y las amenazas. Sheinbaum llega a su primer aniversario en el poder haciendo movimientos en su Gabinete que le permiten un mayor control político del Gobierno. Esas maniobras implican, inevitablemente, revertir algunas decisiones o arreglos amarrados por López Obrador antes de marcharse.

Esos cambios han avivado las teorías de un distanciamiento respecto de su mentor político. La explicación parece ser mucho más pragmática. El analista Jorge Zepeda plantea que el primer año del sexenio de Sheinbaum es aún de transición, de evaluación de resultados y de equilibrar entre el modelo de gobierno que le heredó López Obrador y su propia visión de la administración pública más basada en la técnica y los datos. El último movimiento de la presidenta, el explosivo recambio en la Fiscalía, con un Alejandro Gertz que parecía inamovible, ha dejado lugar a pocas dudas sobre su control total de las palancas del poder.

Los críticos de Morena, el partido oficialista, se empeñan en ver un distanciamiento entre Sheinbaum y López Obrador. La mandataria ha dicho, en su libro Diario de una transición histórica, que no hay, ni habrá, tal ruptura. No solo porque sería un error de cálculo político (López Obrador dejó la presidencia con muy altos niveles de popularidad), sino porque —ha dicho— ella y el exmandatario coinciden en el diagnóstico y el método de hacer política: la apuesta de su Gobierno deben ser los pobres, el pueblo —un término muy presente en el ideario morenista—, al que se debe movilizar permanentemente en busca no solo de respaldo y legitimidad, sino también de defensa, blindaje. López Obrador lo dijo en uno de sus últimos baños de masas, en el Zócalo capitalino: “¿En quién confiar? ¡En el pueblo! ¿Quién nos protege? ¡El pueblo! ¿Qué somos? ¡Pueblo!“.

La reaparición de López Obrador no es una coincidencia. Más allá de presentar su libro, un alegato a favor de los pueblos indígenas y —otra vez— contra la Conquista española, el expresidente ha alzado la vista y ha juzgado: “Todavía es temporada de zopilotes, buitres y halcones”. Un entendido en leer señales, el fundador de Morena ve que a la distancia acechan tres tormentas: violaciones a la soberanía, un atentado a la democracia o un golpe de Estado. Los riesgos son latentes y están entrelazados. Trump encabeza una ofensiva en América Latina con el pretexto de la guerra contra el narco. La ultraderecha toma el poder en varios países de la región con el beneplácito de Estados Unidos y el gran capital. En México, donde los partidos aún juegan dentro del marco democrático, los ecos de la derecha extrema se vuelven más sonoros y seducen a las juventudes.

López Obrador ha hecho un llamado a los mexicanos a respaldar a Sheinbaum. La presidenta ha agradecido el espaldarazo, pero ha pedido tranquilidad, pues, ha indicado, los ominosos escenarios planteados por su antecesor no existen de momento. Es una de las funciones de la historia: mirar a lo lejos, prever. Lo de López Obrador no fue tanto un regreso a lo público, sino un asomo, un abrir el telón y sacar un poco el rostro, mirar del otro lado, ver y ser visto.

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