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martes, diciembre 2, 2025

¿De que está hecha la vida?

¿De que está hecha la vida?

“No se puede encontrar la paz evitando la vida”.

(Virginia Woolf)

Todos, en alguna etapa de nuestra vida, nos hemos hecho esta pregunta o nos la vamos a hacer.

Yo creo que la vida está hecha de un punto de partida y un punto final, del comienzo y del lugar al que quiero llegar, aunque no llegue. “La búsqueda de la verdad es más hermosa que la verdad misma” (Albert Einstein).

La vida nos ha llevado a lo que somos ahora con base en las decisiones que hemos tomado, buenas o malas, y las experiencias de esas decisiones o de los desafíos que nosotros mismos nos imponemos; está hecha de encuentros o desencuentros, nudos, obstáculos, problemas a los que hay que afrontar todos los días de nuestra existencia, por más imperceptibles que parezcan; está hecha de crecimiento y, a veces, desarrollo, de cambios de ritmo o de dirección, abruptos o paulatinos, mesurados, románticos, sutiles o radicales.

La vida puede ser vista desde varias perspectivas que van más allá de lo puramente biológico y material.

Por ejemplo, a través del trabajo, el arte, la participación ciudadana, etc., que es una forma de trascender, de decir: estuve aquí.

La vida también se puede ver a través de esas conexiones interpersonales que a diario entablamos con nuestros semejantes y con quienes no son tan semejantes a nosotros.

Cada relación, ya sea cercana o casual, nos brinda la oportunidad de aprender y crecer; sumar, multiplicar y compartir experiencias.

Estas interacciones forman una red que nos sostiene y da sentido a nuestra existencia, porque se fomenta la empatía al mirar desde la perspectiva de otra persona; nos permite pedirles prestados sus ojos para poder ver lo que ellos ven.

La vida también está hecha de los diálogos que entablamos con otros, de la colaboración y el desencuentro con nuestros semejantes.

Las experiencias que vivimos a diario, las buenas como las malas, nos obligan al entendimiento mejor de uno mismo y al entendimiento de los demás y del mundo entero, promoviendo un sentido más profundo de identidad y autoconciencia.

Las experiencias propias y enseñanzas que compartimos pueden influir en futuras generaciones, detonando un impacto que trasciende nuestra propia existencia.

Algunas personas encuentran trascendencia en las llamadas experiencias cumbre, que son aquellos momentos de asombro o conexión con lo sublime, como al contemplar la naturaleza, experimentar la poesía, sentir la música, conmoverse por alguna lectura o reflejarse en la belleza de las relaciones humanas. “Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. —Y la encontré amarga. —Y la injurié” (Arthur Rimbaud).

De lo que se trata es de encontrarle el sentido a nuestra vida, reconocerla y levantar el velo para mostrarnos tal cual somos, la vida simbolizando el cambio y la renovación constantes.

“No se trata de conocer la realidad, sino de transformarla” (Karl Marx).

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