Andrés Manuel López Obrador tiene una virtud entre muchas: sabe cómo desquiciar a sus críticos.
Con una sonrisa permanente, rodeado de aves provenientes de la India y de corrales mexicanos, el expresidente más poderoso en la historia reciente de México sabe sacar el cuchillo cebollero y ponerlo en el cogote, o en el cuajo de sus enemigos de la prensa.
Dije enemigos, no contendientes.
Y es que de tanto polemizar con ellos —de tanto aguijonear sus egos revueltos—, terminó por desquiciarlos.
Y en ese desquiciamiento, los hizo eructar estupideces en su contra.
Dije eructar, me retracto: los hizo vomitar bilis amarilla, hija directa de la hepatitis, parienta cercana de los cálculos biliares.
Hay que decirlo: las críticas que estos personajes le hacen a López Obrador no pasan por la corteza prefrontal del cerebro ni por el lóbulo frontal, primos hermanos de la razón, la sensatez, el buen juicio.
Los análisis de estos ‘comentócratas’, como le gusta llamarlos, fueron realmente patéticos, una vez que desde la iracundia trazaron escenarios ajenos a la realidad, hija natural del hiperrealismo.
Asegurar que AMLO sigue mandando en el país, y que por eso filmó el video que tantos millones de vistas tuvo, es esquizofrénico.
Decir que él es el autor de la salida de Gertz Manero de la Fiscalía, es churrigueresco.
Y jurar que la confrontación con la presidenta Sheinbaum está en su peor momento, es ruin y cobarde.
No es recomendable tragar sables en lunes.
Tampoco lo es, escribir con el hígado cicatrizado.
Las piedritas en el hígado pueden seguir creciendo con ese ejercicio de la ruindad y el juicio equivocado.
Lo que vimos este domingo fue a un expresidente contento, y ocupado en la escritura.
Y dueño, también, de sus pulsaciones, hermanas gemelas de la frecuencia cardiaca.
Por cierto: en varios momentos del video filmado en la quinta del expresidente, un pavorreal (pavo cristatus) extendió su abanico policramado a la altura de la cabeza de nuestro personaje, lo que dio a sus palabras una gestualidad brutal.
Y ya se sabe: ésta es hermana del surrealismo y de la metáfora.
También lo es del ritmo y de la prosopopeya.
Ufff.
Hay presidenta.
Mucha.
Y hay expresidente.


