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martes, abril 30, 2024

¿Existen nuestros pensamientos fuera de nosotros?

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Pocos han podido defender con dignidad esta ocurrencia. Platón lo logró, pero diferentes sectas cristianas y místicas en los últimos 2000 años han desfigurado su filosofía hasta dejarla irreconocible. Gottlob Frege (1848-1925) también lo hizo. Su propuesta, cifrada de un modo poco amigable, ha resistido los embates de las turbamultas. 

Aunque Frege tuvo la sofisticación de cultivar el perfil bajo, para algunos es el filósofo alemán más importante, incluyendo a Kant. Quizá su sofisticación era involuntaria, pues agradeció que Bertrand Russell lo sacara del anonimato. Dicen que el guión de la vida siempre la redacta un bufón, eso explica que en la misma carta en que Frege encontraba por fin a un lector que lo comprendiera cabalmente -Russell-, hallaba también a quien sepultaba su proyecto filosófico en las mismas líneas. 

Frege nunca consiguió un buen empleo, fue un ciudadano subalterno de la academia y del mundo. Su miserable sino consistía en estar siempre fuera de lugar. El proyecto que humedecía sus noches era derivar las verdades matemáticas de las de la lógica, pero su obra resultaba incomprensible para filósofos y matemáticos. Frege es el epítome y prototipo del filósofo postergado y resentido. 

Desde Kant se pensaba que las matemáticas tenían como fundamento la intuición pura, y Frege no toleraba tal vaguedad. Era como diagnosticarlas con amnesia. Daba lugar a disensiones sobre cálculos, o sobre conceptos como el de número o el de infinito. La situación era intolerable para la desafiante e insolente neurosis de Frege. 

Entonces decidió encontrar los huecos en la pared, se propuso formalizar la aritmética con lógica. Era una tarea monumental. La lógica de su tiempo era tan poco expresiva que traducir a ese lenguaje la matemática era similar a enseñarle a hablar a un simio. El producto de este esfuerzo pigmaliónico fue su primera gran obra, La Conceptografía. Frege tenía 31 años. 

La recepción de La Conceptografía fue gélida. Los lógicos de su tiempo encontraron impenetrables los garabatos inscritos en ella, ni siquiera había imprenta capaz de reproducirlos. Encima algunos acusaron tal oscuridad de trivial. Ignoraban que con esa extraña notación Frege “descubría” la lógica moderna, una nueva filosofía de las matemáticas, y una herramienta capaz de analizar partes del lenguaje natural antes inasibles. 

Translúcido a sus contemporáneos, afantasmado y artillado con su nueva lógica, el objetivo último de Frege era vulnerar al idealismo. En su versión más recalcitrante, el idealismo propone que lo único que existe es una sola idea de lo cual todo es parte. Otra versión menos radical sólo sostiene que el mundo está hecho de aquello de lo que están fabricadas nuestras ideas. 

El idealismo continúa siendo una manera común de concebir la realidad. Si se quiere encontrar a un idealista es útil hablar de política o fútbol, o abrir Twitter. Entonces alguien surgirá descollándose en afirmaciones temerarias, pero sin intentar justificarlas, discutirlas, o probarlas. He allí a un idealista de clóset. Cualquiera que defienda su manera de ver el mundo sin más argumentos que su derecho a creer lo que se le venga en gana es un idealista. Lo que los define es el rechazo a la muy elemental intuición de que podría existir una diferencia entre sus creencias y anhelos con la realidad. 

Frege pretendía combatir a semejantes crápulas. No podía aceptar que alguien defendiera que, por ejemplo, su teorema de Pitágoras afirmara esto, mientras que otro defendiera que su teorema de Pitágoras afirmara lo contrario. En este contexto escribió Sobre el pensamiento: una investigación lógica, donde diferenciaba al pensamiento de las ideas. 

Mientras las ideas parecen algo privado, subjetivo e inalcanzable a los demás, el pensamiento es un objeto que existe independientemente del tiempo y del espacio, y sin embargo algo a lo que podemos acceder y hasta compartir. La propuesta de Frege tiene una consecuencia contraintuitiva: si el pensamiento es un objeto abstracto, entonces pueden existir pensamientos sin personas que los piensen. Eso suena a Platón. 

Sólo los cursis se envanecen de ser platónicos. En los departamentos de humanidades es una postura denostada y bochornosa. Pero muchos matemáticos destacados, como Roger Penrose, siguen siendo platónicos o fregeanos. Siempre que se crea que las matemáticas se descubren, y no se inventan, se reivindica a Frege. 

Sobre el pensamiento: una investigación lógica, se publicó originalmente en 1918, pero no tuvo ninguna relevancia sino hasta 1956, cuando se imprimió en el prestigioso Journal de filosofía, Mind. Frege ya tenía 31 años muerto. 

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