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miércoles, noviembre 19, 2025

¿Normalizar la sociopatía?

¿Normalizar la sociopatía?

Esta columna no está diseñada para los comentarios políticos, aunque se diga que se hace política aun con el silencio. Habida cuenta. Se va una botella al mar, como lo aconsejaba Julio Cortázar de sus cuentos. Así llega a donde sea y a quien la pesque como se pescan las truchas. Sí, los Paisajes de la Memoria refieren lecturas, bioética, antipsiquiatría, locura, sociopatía; lo que estudié, lo que enseñé mientras fui profesor y lo que aprendí de mis grandes maestros y —de forma indirecta— de los periodistas que fui leyendo en mi juventud. Años trabajando en imprentas de linotipia, etcétera. Pero, tal como lo externé en mi colaboración anterior, sigo siendo un marginal que nada pierde. Si lo que escribo ofende a las hipócritas conciencias ése es su problema. He callado mucho pero hay cosas ―y casos― que se convierten sociales y por lo tanto atañen al que esto escribe y a los amigos leales.

Como lo escribió mi admirado Roberto Fernández Retamar: quién no ha tenido una madre loca / un padre borracho / un hijo delincuente… Y agrego de propia voz: y complacencias sociópatas… Éstas son las más dañinas y siempre terminan en las cárceles o en el manicomio.

Estoy ahora concentrado en revisar el epistolario que tengo de Arnoldo Kraus a quien conocí gracias a que me involucré en un anteproyecto sobre muerte digna que él esperaba enviar a la Cámara de Diputados. Por entonces escribió la cuarta de forros de una novela que publiqué en B, ediciones, Cuaderno Alzheimer. He defendido toda mi vida a la disidencia en lo que a salud mental se refiere, entiendo bien ahora que hay casos que no tienen remedio. Lo he visto a través de los años. Es decir, creo que me traiciono cuando escribo que hay conductas que terminarán en las instituciones de la violencia. Pero también vuelvo a lo otro: ¿normalizar la sociopatía? No. El problema, lectoras, lectores, es social y habrá que buscar soluciones reales.

Mis lecturas ―y mis escritos― se centran en estos temas.

Así es como me he dado a la tarea de trabajar un relato extenso que acerque a quienes se interesen al pensamiento de Arnoldo, es una deuda que debo porque de él sólo recibí enseñanza de vida. Él ayudó a mucha gente a acercarse a lo inevitable desconocido, al túnel oscuro, además de comprender humanamente a los encasillados como sociópatas.

Vendrán proyectos de trabajo, vendrán otros vientos. Tengo presente que los tiempos se acortan, no lo olvido, nunca lo olvido y ahora más que nunca.

Inistiré en mis temas y diré además lo que no me parezca; contra la injusticia nada como lo escribió en una póstuma carta el Ché Guevara a sus hijos.

Termino citando a Roberto Fernández Retamar en Felices los normales:

Ellos se quedarán sin lágrimas: “Los más locos que sus madres / Los más delincuentes que sus hijos / Los más devorados por amores calcinantes / Que les dejen su sitio en el infierno / Y basta”.

¡Basta!

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