Por más de tres décadas, los ornamentos fúnebres que acompañan a cientos de difuntos poblanos en su última morada son fabricados por la familia García Arellano, quienes desde 1993 elaboran cruces para difuntos en el mercado de fierros viejos de Santa Rosa, Puebla.
A los 12 años, José Carlos García Martínez, precursor de este oficio en Puebla, aprendió de sus hermanos mayores en la década de los 60 el arte de transformar aluminio y metal en cruces católicas. Más tarde abrió su propio local, transmitiendo sus conocimientos a su esposa, Elided Arellano Méndez, quien ha sido pilar fundamental del proyecto familiar Cruces Juquila.
Aunque su trabajo está relacionado con la muerte, la familia García Arellano se mantiene firme ante la tarea de honrar a los fallecidos. Sin embargo, historias trágicas, como la de la pequeña Zoé Nicole Crescencio Olivares fallecida en el sismo de 2017, han marcado su labor. La creciente incidencia de feminicidios en Puebla ha llevado a Elided a no preguntar detalles sobre las causas de muerte de las mujeres, enfocándose únicamente en plasmarlas en las cruces con amor y respeto.

Incluso personajes reconocidos como Pablo Larios Iwasaki o políticos de trayectoria han visto su destino final en las manos de los García Arellano. Inicialmente, sus cruces se vendían solo en la capital poblana, pero su diseño innovador con imágenes católicas y corazones las hizo populares en municipios del interior del estado y en otras entidades como Tlaxcala, Veracruz, Guerrero, Oaxaca, Hidalgo y Morelos.
El compromiso con su oficio ha llevado a la familia a innovar en los diseños de las cruces, aportando ideas Esmeralda, José Carlos y Oliver, los tres hijos, quienes continúan contribuyendo al negocio familiar a pesar de sus actividades profesionales, asegurando así que Cruces Juquila siga creciendo y honrando la memoria de los difuntos.

