Cuando tenía trece años me fui a vivir durante un año a un pequeño pueblo al norte del estado de Nueva York. Vivía con una familia en Plattsburgh, en donde no había absolutamente nada. Muy rara vez salíamos a comer a restaurantes y, si lo hacíamos, era a alguna cadena tipo Fridays. De ahí no salíamos.
Un domingo —no recuerdo cuál era la ocasión especial, pero sin duda era importante—, manejamos hasta Lake Placid (sede de los juegos olímpicos de invierno en 1980) para celebrar. Llegamos a un hotel donde servían brunch los domingos. Nunca había escuchado la palabra brunch. A mis trece años quedé completamente impresionada. Era el buffet más asombroso que había visto. Tenían pan de dulce y huevos benedictinos, pero también ostiones y patas de cangrejo. Ninguno de los presentes podía creer que me comiera tal cantidad de ostiones. Desde entonces me volví fan del brunch. Me parece algo maravilloso.
Ahora son cada vez más los restaurantes en México que lo sirven, sobre todo los domingos. Antes, si te despertabas tarde, te perdías el desayuno y ya no había otra alternativa que saltarse al menú de la comida. Cosa terrible.
La palabra brunch apareció impresa por primera vez en un periódico inglés en 1895. El autor, Guy Beringer, escribió:
“El brunch es alegre, sociable e incitador. Te convence para platicar. Te pone de buen humor. Te hace sentir satisfecho contigo mismo y con los demás. Barre con las preocupaciones y telarañas de la semana.”
En Estados Unidos se volvió tradición alrededor de 1930. Ahora hay pocos lugares en el mundo en donde no encuentres un buen brunch.
Hay mucho más en un brunch que la mezcla del desayuno con el almuerzo. Se empieza por lo general con un buen café, pero los cocteles vienen después. Hay quien dice que, si no hay alcohol, entonces es sólo un desayuno.
Las bebidas más comunes para acompañar un brunch son, en primer lugar, la mimosa. Las mimosas no pueden faltar. O alguna variedad de éstas. A mí me encantan los Bellinis, que llevan durazno en lugar de naranja. Los Bloody Mary’s no son mis favoritos, aunque los clamatos lo son de muchos. El Aperol Spritz ha cobrado una increíble popularidad en los últimos años. Lleva Aperol, Prosecco, agua mineral, una rodaja de naranja y hielo. Es una excelente opción, sobre todo para los días soleados.
Uno de mis favoritos es el Negroni con burbujas. Esta versión del Negroni lleva Prosseco en lugar de ginebra. Es una mezcla que lleva Campari, vermú, un twist de naranja y vino blanco espumoso. Lo probamos hace unos años en Bubby’s, un lugar en Nueva York famoso por sus pancakes. El Negroni es ahora un básico del brunch.
Para tener acceso a los brunchs más populares hay que reservar o esperar durante un largo rato. El restaurante Balthazar, en Nueva York, tiene un brunch espectacular. Sirven pancakes, waffles, croque madame y otras opciones más típicas del desayuno. Me quedo con la sopa de cebolla, la tártara de res, la tarta de queso de cabra y la cebolla caramelizada, que es buenísima. Y qué decir su barra de ostiones y almejas.
En la ciudad de Puebla hay un buen brunch en el Intro. No se lo pueden perder.