Claudia Sheinbaum Pardo ya lo dijo: “los fundadores no ganan elecciones”. Y sí, la neta, la neta, así es, porque la verdad es dura, pero es más dura la verdura.
O ¿A poco usted invitaría al profe Abraham Quiroz para que sea el candidato a la gubernatura? ¿Verdad que no? Pues no. Ya lo fue en el 2015 y fue contra Tony Gali y contra Blanca Alcalá. No tenemos nada contra el profe, de hecho, hasta cae bien, pero pues no trae un arrastre social como para ganar candidaturas ni en el Suntuap.
Tampoco invitaría a un matraquero de Twitter que todo el tiempo se le pasa hablando mal de los enemigos o emisarios del pasado. Son necesarios los bots y los troles en tiempos electorales, pero con cuentas que se atacan y se felicitan entre ellos, tampoco aportaría mucho a una campaña.
Porque después de todo lo que dijo la candidata Presidencial en Tehuacán quedó claro que en Morena hay buenos elementos para hacer borlote, llevar, traer, pelearse por la causa, pero de ahí a ser líderes que garanticen triunfos, pues la mera verdad es que no. Claro que hay buenos militantes, pero algo les faltó para que no fueran tomados en cuenta.
¿Dinero? ¿Labia? ¿Carita?
Es uno de los tantos misterios sin resolver, pero simplemente no fueron y para la dueña del bastón de mando, era mejor la importación de personajes de otros partidos que arriesgarse con los propios militantes. El segundo piso de la 4T tiene que amarrarse.
En el fondo lo que se dio a entender es que a Morena se le olvidó formar cuadros. Llegaron en el 2018 en todo el país y no usaron los recursos para adoctrinar a sus huestes, para prepararlos para el debate público, para generar buenos administradores; en cambio les dieron sus becas a sus ninis, les dieron sus apoyos a los viejitos y se les olvidó que, para evitar pedir de otros lados, tenían que formar a sus propios militantes como aptos para ser candidatos.
Tampoco es infartarse por el fenómeno de los chapulines, pues esos hay en todos lados, hay casos más que justificados de sus cambios de siglas: si en el partido en el que están los maltratan, los ignoran, los soslayan, es válido buscar nuevos espacios.
A la chapuliniza se le combate cuando son de personajes gandallas. Los que nunca han hecho nada y de pronto por acuerdos cupulares ya dejaron su partido y se transformaron en “seres de izquierda”. O que hace 15 días hablaban pestes de López Obrador y por arte de magia ya es un honor estar con… ya saben quien.
Pero como la política es el arte de tragar sapos (y vaya sapos), quizá en eso sí están adiestrados los camaradas.
Pero no te agüites, amiguito, porque las condiciones están puestas para que Alejandro Armenta sí gane la contienda a la gubernatura y se lleve varios distritos tanto federales como locales, que tenga una buena mayoría en el Congreso del estado y entregue buenos resultados a nivel federal.
No hablamos del carro completo, pero sí de buenos números.
La ventaja que tiene Armenta sobre la actual clase política local es que él tiene estructura tanto en la zona conurbada de la entidad como en las regiones más apartadas. Es el más conocido y, por ende, tiene un buen número de positivos que ha generado desde hace más de 20 años. Si se gana la elección será por su imagen, no por los desvaríos en los municipios y los distritos.
Así que, aunque hayan exportado candidatos de otros partidos, sin duda, el resultado final favorecerá a Armenta. Es más, los abanderados de Morena en la zona conurbada necesitan de la estructura armentista para ganar.
Por ello, que nadie se esponje si es que la candidata Presidencial les suelte las netas y les diga que “honestamente, como candidatos a puestos de elección popular nomás no la hacen. Que ahí para la otra, a ver si para el 2030 ahí en la tardecita los atienden”.
Aunque lo que digamos o escribamos en las columnas no necesariamente es un hecho, sólo es una aproximación a una posible realidad.