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jueves, noviembre 21, 2024

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No nos damos cuenta, nunca, que la vida pasa. 

Hay que bañarse, tomar café, arrear a los chamacos, darle de comer al perro, mandar mensajes…  

Existe un medicamento homeopático llamado Coffea.  

Busco en Google y dice: esta fórmula oficinal es de especial utilidad para personas nerviosas que han tenido pensamientos angustiantes y /o no pueden conciliar el sueño. También para aquietar pensamientos que impiden dormir.  

 

Yo duermo como oso hibernando en un invierno ruso constante.  

Enero es un lunes permanente.  

 

Hace unos años me iba la cama repitiendo palabras inconexas, absolutamente irracionales como: cuchara, vidrio, languidecer…  

Pero de un tiempo para acá me voy a la cama y me levanto con tonadas de Chico Buarque en la cabeza. 

 

Algo ha pasado…  

Que de ser un gallo que se levantaba a las seis, ahora soy una marmota que abre el ojo a las ocho y siento culpa… como si fuera creyente del infierno. Secuelas de la pandemia que nos ha arrebatado los veranos. 

Siempre cumpliéndole a Chico Buarque: hay semanas que repito en voz baja, justo cuando abro los ojos, “A pesar de você”, adaptándola a mi contexto personal, retacándole a mis adversarios que vuelvo a despertar y a sambar pese a su mal fario. Cuando de pronto abro el Twitter y veo que la rola nos embona a todos los mexicanos, aunque no haya una dictadura y en el fondo tenga síndrome de Estocolmo por AMLO… y, ay… acá no nacen ejemplares como Chico para hacer himnos que marquen agenda.  

 

“Usted que intento la tristeza, ahora tenga la fineza de desinventar… 

Usted que inventó el pecado, se olvidó de inventar el perdón”.  

 

Ahora mismo escucho un disco imposible de encontrar de Buarque.  

He anunciado en Facebook que pago lo injusto por sus vinilos.  

Nada.  

Mis camaradas melómanos son celosos y no sueltan prenda.  

 

Escribo esto en un día feliz.  

Se acaba de ir mi amor. Me bebí la dosis perfecta de Vodka para adormilar la conciencia… pero en mi cabeza sólo está una canción, con la que me he despertado desde hace medio año:  

 

“Amó a su mujer como si fuera única”.  

 

Coffea.  Cuatro chochitos cada hora, en casos extremos. 

 

Hace veinte años (uf), la mujer que más he admirado en la vida, después de regalarme un siete de calificación por una pésima interpretación de “Niña con ramo” de Tamayo, me dijo: el amor de tu vida no es el primero, sino el último.  

En pocas palabras, el hombre de nuestra vida ha de ser el de nuestra muerte y a ella se le acaba de difuminar el suyo.  

Esta imagen es un homenaje camp a Chico Buarque, pintada por el gran Beto Ibáñez; el novio eterno de mi adorada Guille Hermosillo.   

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