A la derecha poblana le apestan las patas.
Todas sus acciones siempre huelen a cochupo y a patas.
Políticamente siempre ganan: presionan a través del PAN y de las cámaras empresariales. Una vez que los gobiernos ceden, el PAN pierde elecciones y las cámaras se quedan con las obras y adjudicaciones correspondientes.
Así ocurrió con varios gobernadores, casi la mayoría. Moreno Valle, al final, terminó cooptando a la Coparmex, por ejemplo. Melquiades Morales pactó con ellos; Manuel Bartlett se peleó; Mario Marín los usó y la ultraderecha poblana lo usó a él, y Miguel Barbosa los correteó (el orden de los sexenios no altera el cochupo).
¿Qué ocurrirá en esta ocasión que irá de candidato uno de sus más leales soldados a enfrentar a Alejandro Armenta?
Así como pintan las cosas, si no juntan el suficiente antiobradorismo y odio para el día de los comicios, su soldado perderá en las urnas. Pero no se espanten, amigos panistas, ustedes están acostumbrados a la derrota. El patrimonio de los santones de la ultraderecha poblana no será tocado. Antonio Sánchez Díaz de Rivera y Pancho Emmelhainz harán lo que siempre han sabido hacer: perder los comicios, pero ganar el partido.
Son ellos quienes están detrás de la dirigencia estatal del PAN y quienes manipulan a ese partido a conveniencia. Son los errores y horrores de ese comité los que han provocado las divisiones internas y las acusaciones.
El audioescándalo de Paola Angón (en caso de no ser una vacilada generada con “Inteligencia” Artificial), en el que denuncia que le pagó 2 millones y medio al líder priista Néstor Camarillo, la presión para que los priistas le quitaran las candidaturas a sus militantes como a Jorge Estefan Chidiac y una larga lista, fue consecuencia de una pésima dirección que prefirió usar los recursos de las prerrogativas a enchular sus oficinas que a fortalecer sus estructuras.
Tan mal están que su vocera, Nadia Navarro, el pasado lunes acusó a sus oponentes de marinistas y un día después dice que Alejandro Armenta es su amigo. Vaya dotes de esquizofrenia y bipolaridad en el actuar político de la senadora albiazul. Aunado a que se demostró que en sus filas también hay marinistas como Nancy de la Sierra, quien protegió al “góber precioso” en el poder legislativo.
A la ultraderecha poblana le apestan las patas y apuestan a perder. Saben que van a perder, pero también saben que pueden ganar jugando en la oposición, cobrando en las sombras y presionando en la luz.
Quizá donde echarán toda la leña al fuego es en la capital poblana y en San Andrés Cholula, pues, con audioescándalo o sin él, la alcaldesa Paola Angón ha hecho un pésimo trabajo que los ha orillado a resignarse.
La ultraderecha recuperó su partido tras la pérdida de la gobernadora Marta Erika Alonso y el senador Rafael Moreno Valle; despacharon a Genoveva Huerta de la dirección estatal, impusieron a Augusta Valentina Díaz de Rivera y a Marcos Castro; controlaron desde el municipio a sus líderes albiazules y pusieron un cerrojo para impedir que otros militantes pelearan por la dirigencia.
Pareciera que estamos en los años 90, cuando Francisco Fraile controlaba la línea dura del panismo y expulsaba a todo lo que no actuara en sintonía con lo que él y sus líderes religiosos determinaran.
Así que no se den por sorprendidos porque ni con una crema Ting se arregla este hedor que provoca El Yunque.