Los secretarios particulares, los ayudantes, los asistentes de un jefe de alto nivel, por su juventud, por su servicio, cercano a la esclavitud elegante, tendrían derecho a una carrera política promisoria de éxito.
Los cuates no caminan por ese camino de servicio, secrecía y exigencias. Pero son los cuates.
En el reparto de cargos o regalos, siempre a los cuates les toca primero y, si alcanzan o sobran, entonces, van a alguno de los ayudantes directos.
En estas decisiones, la justicia está cerca del afecto más que de la eficiencia. Aunque fundadas en un criterio de gratitud.
Morena, acostumbra “sortear” entre los militantes, comunes y corrientes, un grupo de puestos en la opción “plurinominal”. Han dejado para otro tipo de compañeros viejos, nuevos o importados, los puestos de tipo “uninominal” o de mayoría.
En esta categoría, los candidatos elegidos “por azar”, no pasan por el tamiz de la competitividad ni hace precampaña, simplemente son elegidos por la suerte.
La suerte, es aquí, la que evaluará el desempeño y la calidad de la candidatura, de quienes, suertudos o no, entren a la tómbola, salen beneficiados.
Sin embargo, en este proceso electoral, el gran dedo, que habían dicho que ya no existía, cambió a unos candidatos elegidos por la tómbola, por un grupo de cuates y de ayudantes directos. Es decir, fue “asignación directa”, metodología que no está en los estatutos registrados ante el INE, pero sí, en la tradición política desde esos tiempos de la “corrupción” del abuelo PRI.
Morena, al margen de la tómbola, asignó a cuates y colaboradores del presidente, candidaturas a senadores y a diputados. Fue el dedo que ayudó a esta tómbola diferente, que las masas militantes, no entienden ni entenderán.
La asignación o designación de candidaturas, desde siempre, se ha visto como la prueba de evaluación más exigente para un militante o simpatizante en los procesos electorales; lo es tanto que la autoridad electoral exige que los partidos registren sus estatutos para proceder a reconocer a quienes hayan sido seleccionados. Si la decisión no obedece a sus estatutos, la autoridad electoral no reconocería esa postulación y le negaría el registro. Sin registro ninguno puede hacer campaña electoral.
La tómbola está dentro de las prácticas innovadoras de una democracia interna, que, pese a todo, era respetable, porque se ajustaba al mandato de la suerte.
Esta vez, hasta la tómbola sufrió un revés que hace, de entrada, que sea un método en el cual los militantes de Morena no crean, desconfíen o sientan que afecta sus derechos políticos.
Porque, ahora, la tómbola, insaculó algunos nombres un día y al otro día surgieron otros en sustitución de los primeros, pero sin que hayan sido sorteados por la tómbola.
Ese es un error, una corrupción en las asignaciones, porque va fuera de estatutos y, sobre todo, se envuelve en la más cínica de las decisiones.
Pudiera ser que, para cada uno de los beneficiarios existiera una argumentación sólida o una razón ineludible. Pero lo que hicieron les quita ese derecho.
El otro problema es que Morena ha terminado haciendo lo que criticó antes de llegar al gobierno como antidemocrático, como una imposición o como una voluntad de dictador.
De ahí, que, al margen de las personas, que pudieran valerlo o no, el hecho de no respetar algunos de los nombres obtenidos en la tómbola y haberlos substituido de manera arbitraria, unilateral y poco democrática, por el de otros cuates, sea criticado y rechazado.
No pasará nada, los cuates serán siempre los cuates y la confianza solo la da, la otorga, la deposita o la vende, quien puede, tiene y quiere compartirla. Al final, lo que se hace ni es la primera vez que se hace ni será la última.
El método innovador de Morena terminó en una vieja costumbre. Beneficios que solo el poder da o quita.