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domingo, noviembre 24, 2024

Porros, periodistas y ladrones (más de la trama Udlap)

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El PAN en Puebla se ha convertido en un partido de ocurrencias. 

Lejos de tener una estrategia política, los panistas han preferido la cultura de los tumbos y los yerros. 

Los gritos ya sustituyeron las ideas. 

Sin Moreno Valle —que los corrompió y los dividió absolutamente, han regresado a las derrotas electorales y a la mediocridad de siempre. 

Eduardo Rivera Pérez quiso convertirse en el líder del PAN en el mejor estilo morenovallista. 

No pudo. 

Ha sido completamente rebasado. 

Las hordas panistas se han convertido en una caricatura de Ana Teresa Aranda —que ya es decir mucho. 

Los estudios que tuvo el alcalde de Puebla en la Universidad Complutense de Madrid, sobre temas de gobernanza y gestión pública, no han servido de nada. 

Sólo sus empleados cerriles lo obedecen. 

¿Y qué decir de la dirigencia del PAN estatal? 

Es un cero a la izquierda. 

El espectáculo lamentable que dieron los panistas en la Cámara de Diputados el martes —poniéndose de lado de quienes desfalcaron la Fundación Jenkins— quedará en los anales de la historia reciente como un acto bravucón. 

La excursión a la Udlap para encender los ánimos de los estudiantes ahí reunidos fue más una actitud de porros que de legisladores. 

Una frase brutal pronunciada por el gobernador Miguel Barbosa Huerta la mañana de este miércoles —cargada de memoria e ironía— les queda como traje de un sastre panameño: 

“Un mea culpa bien simulado parece un acto de honestidad”. 

Moraleja: no son honestos, pero una buena simulación podría hacerlos parecer. 

No les quedaría mal una disculpa pública para borrar el oportunismo político mostrado por ellos en las últimas horas. 

Si quieren que la gente los tome en serio deberían recurrir a ese mea culpa expresado por Antonio López de Santa Anna, a quien tanto se parecen en la forma de gobernar. 

 

Cambio de señales.

La narrativa de que el gobernador Barbosa quería quedarse con los 720 millones de dólares de la Fundación Mary Street Jenkins —publicada por la revista Proceso el fin de semana— ya se cayó. 

Como Hipócrita Lector lo publicó —a través de Nacho Juárez—: no es lo mismo quedarse con ese dinero que buscar que regrese a Puebla. 

Uno de los periodistas locales que más vuelo le dio a dicha narrativa —Rodolfo Ruiz, director de E-Consulta— ya también se comió sus palabras. 

Vea el lector lo que publicó en su columna más reciente: 

“El gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta y los miembros del nuevo Patronato de la Udlap tienen razón en reclamar el retorno a Puebla de los 750 millones de la Fundación Mary Street Jenkins y en llamar a cuentas a quienes han desviado estos fondos, en contra de la voluntad de su fundador y benefactor, William O. Jenkins”. 

La vida te da sorpresas. 

 

El Tufo a Sangre.

Carlo Pini, extraordinario periodista que tiene el cada vez más raro don de la sensatez, escribió un tuit la noche del martes que termina por decir mucho, si no es que todo: 

“¿Si fueras parte de una poderosa banda se te ocurriría robar en una casa donde otro poderoso clan ya se te adelantó y se llevó los 720 millones de dólares que había en la caja fuerte?”. 

Éste es el quid de la trama Jenkins. 

En efecto: un grupo de señores abrió la caja fuerte del abuelo, sacó un dinero destinado para otras cosas y se lo llevó a un paraíso fiscal, contraviniendo el deseo del fundador de los Jenkins. 

¿Cómo, pues, meterse a robar a esa casa desvalijada? 

Los defensores de los Jenkins tramposos —protectores en su momento de un tal Derbez en Cuando— no quieren ver esa parte brutal de la trama. 

Son como esas vaquitas que sólo saben hacer ¡mu! y mover la cola. 

Por cierto: el dinero del Jenkins creador de este imperio tiene en sus genes sangre derramada, despojos violentos, fraudes y todas esas lindezas de las que están hechas ese tipo de fortunas. 

Qué bonita familia. 

 

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