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jueves, noviembre 21, 2024

El PRI y las mil y un maneras de morir

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El único responsable del quebranto del PRI es el PRI. 

A quién le encargaron echarle la última palada de tierra sobre el féretro priista fue a Néstor Camarillo, quien resultó el personaje ideal. Hay gente para todo (no es clasismo ni discriminación).  

Néstor es todo un sepulturero. 

Si los priistas se fueron no fue porque se sentían a gusto, estaban felices, contentos, radiantes, con la idea de que crecerían electoralmente. Si se fueron fue porque ya estaban cansados, molestos, se sentían traicionados, usados, y veían que ya no iban a obtener nada, ni las sobras. 

El caso del PAN es parecido, pero como ahí el que obedece no se equivoca, como atrás de las dirigencias y de los grupos lo que existe es una secta, tienden los albiazules a acatar lo que se les imponga, son leales y disciplinados hasta la ignominia, pero esa ya es otra historia. Ahí no hay corrientes pensantes o críticas. 

Retomemos la idea, si los priistas que han renunciado a su militancia hubieran sido respetados, apoyados, respaldados y les cumplieran los acuerdos establecidos, nadie en su sano juicio renuncia. 

Aquí las preguntas son: ¿qué no hizo Alito Moreno?, ¿qué no hizo Néstor Camarillo? 

No se necesitan dos dedos de frente para entender que si alguien renuncia es porque ya le han visto la cara de tonto muchísimas veces y aunque uno la tenga, pues no es para tanto. 

No es que lo más distinguido del PRI haya renunciado en este momento, el tema va más allá. 

¿Qué es lo que no quieren ver los del frente opositor?  

¿Es un exceso de soberbia?  

¿Están apostados al voto anti-López Obrador?  

¿O acaso será que juegan a perder?  

Es mejor ganar el control del partido que la elección. Ya se ha visto que al final deja muy buenos dividendos vivir en y de la oposición: proveedurías de obras y servicios públicos. 

El PAN, si no triunfa, estará peor que el PRI.  

Eduardo Rivera si no gana será un descalabro y a él y al Yunque no les conviene que el único ganador sea Mario Riestra, porque entonces él, sus hermanos y Jesús Zaldívar se apropiarían del partido y los dejarían fuera. 

Al PRI de por sí ya se había hecho agua su barco, el PAN, al menos, gobierna los municipios de la zona conurbada.  

Por todo ello, a Eduardo Rivera no le queda otra más que ganar él y asegurar que llegue Riestra para mantener el control, pero el problema es que solo le apuesta al voto de las clases medias que están cansadas de Morena y López Obrador. 

No tienen estructura, no están en activo, solo tienen una veladora puesta. Lo que queda del PRI no es algo seguro porque la mayoría de lo que se quedó no son de fiar y porque ya no valen nada en Puebla. 

A los panistas que van por la ciudad les conviene que pierda Rivera porque pueden asumir el control total de Acción Nacional. 

Retomemos la idea principal: los responsables de que se les hunda el barco son ellos mismos que no han fortalecido sus alianzas, cumplido acuerdos y sellado complicidades.  

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