Cada de que aproxima un nuevo gobierno local me extraña (no sé cómo aún me extraña) no ver en las plataformas políticas una reflexión seria sobre las culturas de Puebla. Entiendo que los políticos piensen que la cultura es un gasto, no una inversión, pero no puedo comprender cómo no se sientan con expertos para discutir el papel del patrimonio cultural, las acciones culturas en la riqueza estatal, y la paz y la concordia. La cultura da trabajo, la cultura genera identidad y pertenencia y su desarrollo provoca que los ciudadanos se sientan entendidos y respetados por lo que son. Entre las riquezas más importantes de nuestro país, y de Puebla en particular, destaca el patrimonio cultural, cuya recuperación y preservación deben ser uno de los ejes centrales dentro de los programas de desarrollo social, no solo de cultura. Estas tareas deben ponerse en marcha de manera inmediata y con una planeación adecuada, para garantizar a nuestras futuras generaciones su convivencia con nuestras raíces.
Debemos tener presente que la vastedad y riqueza del patrimonio cultural de México es el ejemplo más palpable de que nuestro país se construyó dentro de la convivencia de diferentes formas de vida y de diferentes manifestaciones artísticas, lo cual nos permite tener una pluralidad cultural de amplias dimensiones. De esta manera, lenguas, vestidos, zonas arqueológicas, edificios coloniales, fábricas, ferrocarriles y una amplia gama de bienes culturales de los más diversos órdenes, nos ofrecen testimonios concretos de nuestras identidades.
Tan sólo para el caso del estado de Puebla, la preservación de la pluralidad de las tradiciones y la diversidad de las expresiones artísticas y culturales, requiere de la participación activa del Estado, las asociaciones religiosas y civiles, de las comunidades indígenas y de la sociedad en general, puesto que de alguna manera, los bienes culturales se encuentran y deben encontrarse bajo custodia de quienes los poseen y de quienes se muestran preocupados por las tareas de recuperación, preservación y difusión de los mismos.
Que las políticas públicas se comprometan con ello, nos permitirá evitar la pérdida gradual de nuestras tradiciones, las siete lenguas indígenas que se hablan en nuestro estado, nuestra memoria histórica, nuestros edificios coloniales y los robos en templos y zonas arqueológicas.
Todos reconocemos la importancia de la ciudad de Puebla, que es la cuarta ciudad más importante de México, por su densidad demográfica y desarrollo económico. Pero no perdamos de vista que también es un centro cultural de gran relevancia, en virtud de su valioso patrimonio monumental y religioso. En su Centro Histórico, reconocido por la UNESCO como “Patrimonio Cultural de la Humanidad” desde 1987, se cuentan casi 3 mil establecimientos de indudable riqueza que albergan tesoros ornamentales de los últimos 5 siglos.
Esta ciudad alberga a la Catedral, la Biblioteca Palafoxiana, centros religiosos de importancia, fábricas textiles, gastronomía, centros de formación y recreación culturales, festividades religiosas y profanas y formas particulares de vida en sus barrios, entre otros bienes culturales. Pero además de la ciudad de Puebla, las ciudades de Cholula, Tehuacán, Teziutlán, San Martín Texmelucan, Atlixco, Ciudad Serdán e Izúcar de Matamoros guardan verdaderos tesoros coloniales y del siglo XIX: conventos, centros fabriles, Palacios Municipales, estaciones de ferrocarril, monumentos, exhaciendas y centros cívicos. Sin embargo no hay un museo de la ciudad, por ejemplo. Y en sexenios pasados se acabó con la Galería de Arte Contemporáneo (para poner un centro de canje de placas), con la Casa Refugio del Escritor y con otros proyectos señeros.
Pero Puebla es ese estado riquísimo, no solo la ciudad colonial. De la misma manera deben atenderse los municipios y comunidades de la Mixteca, Sierra Norte y Sierra Negra, además de las construcciones religiosas y de algunos edificios civiles, son verdaderos nichos antropológicos que es necesario estudiar y valorar.
En este sentido, cobra vital importancia la declaración como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1994 de los 14 conventos del siglo XVI aledaños al volcán Popocatépetl. De estos inmuebles, tres se encuentran en el estado de Puebla: Calpan, Huejotzingo y Tochimilco. El resto se encuentra en el estado de Morelos.
En la sierra Norte contamos con zonas arqueológicas importantes como Youalichan, música de huapango, artesanías de bordados de textiles y chaquira, papel amate, medicina tradicional, muebles de madera, las lenguas náhuatl, totonaca, otomí y tepehua, y danzas, entre otros. En la Mixteca contamos con la tradición de música de bandas, artesanías de palma y barro, prácticas agrohidraúlicas prehispánicas para la conservación de suelos y agua, zonas arqueológicas como Tepexi Viejo y Pie de Vaca, las lenguas mixteca y popoloca, y danzas como los Tecuanis. En la Sierra Negra se cuenta con medicina tradicional, zonas arqueológicas casi desconocidas como el fuerte popoloca de Tepantitla en el municipio de Zoquitlán y las lenguas náhuatl y mazateco. Este listado nos muestra sólo algunos ejemplos, puesto que sería imposible enumerar en estos momentos toda nuestra riqueza cultural.
Ante esta situación, cada vez se hace más necesaria la elaboración de catálogos de bienes culturales de todo nuestro estado. O un gran censo cultural, aprovechando al INEGI. Un estudio de consumo cultural también sería un buen paso. En fin, tanto qué hacer y tan poca consideración a lo que nos hace quienes somos, la cultura.