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jueves, noviembre 21, 2024

¿Quién vigilará a los vigilantes?

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¿Usted les cree a las encuestas?  

O mejor dicho: ¿Le cree usted a las casas encuestadoras?  

Ayer por la tarde, la empresa Massive Caller presentó un nuevo estudio demoscópico realizado el 9 de enero pasado y vía telefónica; ¿qué dice?, Pues que la diferencia entre Alejandro Armenta y Eduardo Rivera es de 9 puntos porcentuales.  

9 puntitos, nomás.  

Es la primera encuesta que discrepa de la uniformidad que traían otras compañías que dan resultados de entre 15 a 20 puntos de distancia a favor de Armenta sobre Rivera. El martes pasado, por ejemplo, la Revista Campaings and Elections da una distancia de 19 puntos a favor de Armenta. 

De ahí las que publica El Heraldo de México, Rubrum, Enkoll, la distancia es de casi 20 puntos o hasta 25. 

Lo que es un hecho es que Armenta va por arriba de Rivera, eso no hay duda. Massive Caller también publicó el martes pasado que entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez la distancia no es dos dígitos, sino de uno solo y no pasa de siete puntos entre ambas precandidatas. A favor la de Morena. Dichos resultados, que se movieron más en redes sociales, dieron un empujón a las campañas de los prianistas. 

El problema de las encuestas o sondeos es que pocos son confiables, se desconocen las preguntas, se ignoran si los reactivos del cuestionario son manipulados para obtener una respuesta, se carece de una auditoría de datos y nunca sabremos si se arman en un café o en la sala de una casa.  

Lo que sí sabemos es que —en la mayoría de los casos— son instrumentos de propaganda. Corría el año 2004, mensualmente el CISO de la BUAP de aquel entonces enviaba a la dirección de Intolerancia los resultados en los que (oh sorpresa) Mario Marín aplastaba a Francisco Fraile en la disputa a la gubernatura.  

Lo mismo entre Enrique Doger y Pablo Rodríguez (oh sorpresa). El diario en cuestión daba de ocho la información que sí informaba, pero para los intereses del poder también quería generar la percepción de que los empresarios simpatizantes no tenían que invertirle su dinero a los perdedores, así como generar una apatía entre los panistas.  

¿Lo lograron? Quizá, en ese entonces, los diarios impresos tenían mayor influencia entre el electorado, ya que las redes sociales eran inexistentes (en 2004 se usaban los blogs; ni el Hi-Five era conocido en México) y otras generaciones eran quienes tomaban las decisiones. 

¿Cómo confiar en una empresa encuestadora cuando nos han engañado muchísimas veces con los resultados finales? Una empresa seria no es pitonisa, pero al menos debería ser más acertada en dar los resultados. La gente miente al dar sus respuestas, no se atreve a decir lo que piensa porque, si no confía en sus gobernantes, menos confiaría en responder libremente. 

No hace mucho, vimos cómo fue exhibido Alito Moreno cuando exigía que se modificaran los resultados demoscópicos. Alguna vez, en una conferencia que vino a dictar a una universidad poblana, Roy Campos admitió que una encuesta es como el “Espejo de Blanca Nieves” y que los gobernantes los usan para preguntarle todos los días quién es el político mejor calificado. 

O sea, pura farsa y simulación. 

¿Quién audita a las empresas encuestadoras?  

¿Quién vigila a los vigilantes?  

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