(Ciudad de Puebla, 24/12/2018)
Rafael Moreno Valle y Martha Érika Alonso preparaban todo para ir a comer a la casa de
los padres del primero, en las Lomas de Chapultepec.
Rafael había insistido en que viajaran a bordo del poderoso Agusta negro, el Ferrari de los helicópteros, propiedad del gobierno del estado. La gobernadora no estuvo de acuerdo porque sería un doble vuelo de tipo personal. No quería violar el menor de los preceptos administrativos. Vía telefónica le había pedido a Eduardo Tovilla, secretario de Finanzas, que contratara un helicóptero con los hermanos Torre Mendoza, dueños de Servicios Aéreos del Altiplano.
La gobernadora salió de su casa de Las Fuentes hacia el Triángulo de Las Ánimas,
donde sostendría un par de reuniones rápidas. Había insistido en mudarse a Casa Puebla hasta enero de 2019. “No me voy a llevar nada de mi casa. Sólo mi ropa, corazón”, le había dicho días atrás a su mamá.
El senador se quedó en su casa. Estaba de excelente humor. Sus abogados le habían
dicho que los tres recursos de inconstitucionalidad promovidos a iniciativa suya marchaban muy bien. Recibió a un par de amigos suyos en su despacho. Brindaron por la Navidad con agua Perrier. Luego se despidieron con el mayor de los optimismos. Más tarde alcanzó a su esposa en unas oficinas del Triángulo. Un auxiliar le informó que el helicóptero Agusta Westland AW1095 Grand, matrícula XA–BON, llegó primero a la casa del exdiputado priista José Chedraui, en avenida Hermanos Serdán, y que ya estaba en el helipuerto del
Triángulo.
-Muy bien, señora gobernadora: ¿Cuál es el plan? –preguntó el senador cuando ella
terminó sus reuniones.
-(Risas). Comemos con tus papás y luego nos regresamos a cenar con mi mamá a La
Calera.
–¿Cómo te fue en tus reuniones?
–Muy bien. Vino Michel Chaín y acordamos varios temas sobre Medio Ambiente. Por
cierto: me hablaron de parte de Olga Sánchez Cordero. Quieren que vaya a Gobernación la primera semana de enero.
–Ja. Antes no te querían ver y ahora pasa todo lo contrario.
A la charla salió el nombre de Esteban Moctezuma, secretario de Educación Pública del gobierno de López Obrador.
-Me dijeron que Esteban está teniendo reuniones con la gente de Morena en Puebla. ¿De qué se trata? Qué falta de tacto. Yo soy la gobernadora constitucional -dijo ella.
-Voy a hablar con Esteban. Son mamadas -acotó el senador-. ¿Tienes las notas de la
reunión?
-Se las voy a pedir a Sandra Izcoa.
Y así lo hizo desde su Whatsapp.
Sandra le envió la información y Rafael las leyó rápidamente. Le pidió entonces a
Héctor Baltazar, su secretario privado, que lo comunicara con Luis Maldonado Venegas. La conversación cerró con un “Dile a Moctezuma que Martha es la gobernadora“.
–¿Habló tu papá con Julio Scherer? -preguntó la gobernadora.
–Sí. Le dijo que por favor interviniera para frenar a Yeidckol.
–¿Y qué le dijo?
–Que va a comentárselo a un amigo en común para calmarla.
Un auxiliar le dijo a Martha Erika que el helicóptero saldría a la ciudad de México
cuando ella lo ordenara. Moreno Valle recibió en ese momento una llamada de Marko Cortés y le pidió que se adelantara: la vería en el helipuerto. La gobernadora entró al elevador. Arriba, el capitán Roberto Coppe charlaba con Marco Tavera, su copiloto. Ese
lunes había un clima cálido, sin viento, y sin reportes de inestabilidad de acuerdo con el
meteorológico. Los pilotos hablaban de que a su regreso de la ciudad de México irían a sus
respectivas casas. La cena de Navidad estaba casi lista.
Cuando el senador subió al helipuerto escuchó un ruido extraño: un ruido como de
hacha: persistente. Había realizado más de mil viajes a lo largo de su vida. Los helicópteros los conocía mejor que sus relojes. Iba a hacerle el comentario a Coppe, pero a su celular
entró otra llamada. Era Ricardo Monreal para desearle una feliz navidad.
(Rincón de San Andrés, Cholula, 24/12/2018)
Juan Pablo Vergara estaba celebrando el año que se iba con una botella muy fría de Dom Perignon.
Con él estaba Ana Violeta Garza, su expareja. Habían terminado meses atrás —casi de común acuerdo— una relación de ocho años. Y lo hicieron la tarde en la que Juan Pablo fue a la Sala Adamo Boari, del Palacio de Bellas Artes, a dar unaconferencia sobre su viejo y sabio maestro: el poeta Carlos Illescas.
Tenían un magnífico humor. El sol de las dos de la tarde era luminoso, cálido. Bebían y brindaban en la sala del hogar en el que
Juan Pablo vivía desde 2007, cuando sufrió un exilio brutal en su propia casa durante cerca de un año. ¿La razón? El conflicto con el gobernador Mario Marín.
Ana Violeta ya tenía una nueva pareja sentimental: Carlos Savater, un abogado de sólido prestigio que era adicto a la polémica y a los libros. Juan Pablo y ella habían puesto en silencio sus celulares para no distraerse del necesario recuento de ese año, en el que habían vivido su ruptura con la pasión con la que vivieron también su relación.
Iban en la segunda copa de champaña cuando el celular de Juan Pablo se iluminó varias veces. Era su prima Lety Ánimas:
—¡Querida Lety, qué gusto! ¡Feliz Navidad! —gritó, al tiempo de salir al jardín.
—¡No vayas a escribir nada por favor! ¡Esta vez sí se va a investigar, Juan Pablo! —dijo
ella con voz apagada, ciertamente fúnebre.
—¿De qué hablas? ¡No entiendo nada! ¿Qué me quieres decir?
—¿No te has enterado? ¡Se cayó el helicóptero en el que viajaban Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle! ¡Pero no vayas a escribir nada! ¡Ahora sí se va a investigar!
—¡Puta madre! —gritó Juan Pablo. Y colgó.
Luego le pidió a Ana Violeta que buscara en las redes algo sobre lo que Lety le acababa
de decir. Juan Pablo vio nublarse el día en un instante. El sol se apagó de pronto. Ya era ese negro sol de la melancolía de Nerval. Ana Violeta soltó las primeras malas nuevas:
—¡Dice Ricardo Morales que se cayó una avioneta! (…) ¡López Dóriga dice que Martha
y Rafael tuvieron un accidente! (…) ¡Putas! ¡Ya se murieron: AMLO subió un tuit dando el pésame!
Todo corrió muy rápido. La sangre de Juan Pablo hirvió de pronto en el retorno venoso
del estómago, zigzagueó por las venas aorta y esplénica, atravesó las coronarias, pasó por un corazón que daba tumbos en lugar de latidos, ascendió a la yugular interna e irrumpió en el aneurisma cerebral. Ahí estalló.
Con el pulso alterado y la visión borrosa, el poeta metido a periodista hizo lo que su
prima Lety acababa de pedirle que no hiciera: escribir. Redactó uno, dos, tres tuits furiosos, venenosos, fuera de sí.
(Cerro de la Chimenea del Chacuaco, 24/12/2018)
Las familias Tlaxcaltécal, Coyotécatl y Xochimitl tenían programado cenar para celebrar la Nochebuena en la casa de don Eugenio Técotl.
Antes, todos irían a la misa de acción de gracias a la Iglesia de Santa María de la
Asunción. Habían matado dos guajolotes y un marranito, que serían preparados por las
sabias manos de doña María Xochimitl, cuyo esposo, conocido como “Llanta baja”,
respondía al nombre de Raymundo Coyotécatl.
Machete en mano, después de comer, “Llanta baja” se daba a la tarea de recoger el
zacate de la siembra del temporal cuando escuchó un ruido en el cielo. Algo así como un “tronido” o como si algo sonara muy fuerte. Como cuando un borrachito de Tlaltenango subió a la torre y le dio un golpe seco a la campana de la iglesia construida entre 1521 y 1707.
Don Raymundo Coyotécatl vio algo que se incendiaba en el cielo y que caía a la altura
de sus tierras, donde siembra maíz, frijol y chile. Tomó su bicicleta y se acercó al lugar,
igual que otros curiosos.
Nadie sabía que en ese helicóptero iban la gobernadora Martha Érika Alonso y el
senador Rafael Moreno Valle. Entre cuchicheos y fotos tomadas con sus celulares, los habitantes de la zona vieron llegar también a los primeros uniformados, quienes acordonaron el área y a grito abierto les decían que no querían mirones.
“Llanta baja” también empezó a gritar, pues el área acordonada era la tierra que le dejó
como herencia su padre, don Simón Coyotécatl, a quien apodaban el “Chacuaco”, por su manera de fumar.
—¡Éstas son mis tierras! —les gritaba a los soldados—. ¡Váyanse de aquí! ¿Quién me
va a pagar el estropicio?
—¡Cállese y váyase, señor! ¡Déjenos trabajar! —le respondió un sardo.
Cuando “Llanta baja” se enteró que uno de quienes habían caído en sus tierras era el
exgobernador Moreno Valle, más le entró la muina, pues él y otros habitantes de Coronango no lo querían.
Así se estuvo “Llanta baja” varias horas, preguntando entre gritos quién le iba a pagar los 200 mil pesos que se había gastado en limpiar su terreno y cuándo lo desalojarían.
Más tarde, en la cena de Nochebuena, el siniestro fue motivo de todo tipo de comentarios.
Todos hablaban de que tomaron fotos pero que los soldados les habían quitado sus
celulares.
—¡Ya ponte sosiego, Raymundo! —le dijo por enésima vez su esposa María Xochimitl,
cuando éste seguía gritando, entre tragos de aguardiente, que quién chingaos le iba a pagar los daños ocasionados por el helicóptero de Moreno Valle.
(Ciudad de Puebla, 25/12/2018)
El hotel Presidente Intercontinental fue el lugar elegido para definir el discurso luctuoso.
Rafael Moreno Valle Suárez, padre del senador fallecido un día antes, convocó a Luis Banck y a Florentino Alonso, hermano de Martha Érika. El encuentro fue emotivo. Largos abrazos y llantos cortados precedieron sus palabras.
El padre del exgobernador les confió que doña Gabriela Rosas, su esposa, estaba desolada.
También les dijo que de Palacio Nacional se habían comunicado con él para comentarle que al homenaje luctuoso acudiría Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, en representación del presidente López Obrador.
Entre los tres definieron las líneas del discurso que pronunciaría Luis Banck, exalcalde de Puebla y amigo entrañable de la pareja fallecida. Un nuevo abrazo selló los acuerdos y la despedida.
—Nos vemos en la Plaza de la Victoria —les dijo don Rafael.
—Te reitero mi cariño, querido Chacho —fue la respuesta de Banck.
Hacia las cinco de la tarde, la Plaza de la Victoria estaba llena. Cerca de dos mil personas se habían dado cita para despedir a Martha y Rafael. El exgobernador José Antonio Gali llegó con Dinorah López, su esposa. Un solo color bañaba la escena: todos iban de riguroso negro. Gobernadores, senadores, diputados y amigos entrañables de Rafael y Martha estaban ahí para despedirlos. En una esquina, inconsolable, doña Martha Hidalgo, madre de
la difunta gobernadora, no cabía en su tristeza. A unos metros, los padres de Rafael y su hija Gabriela, en silla de ruedas, veían el escenario sin mover un músculo.
Sánchez Cordero se acercó al matrimonio. Eran viejos amigos desde hace muchos años.
—¡Querida Gaby, sabes cómo lo siento! —dijo la funcionaria tratando de abrazarla.
—¡No parece, Olga! ¡Qué curioso que vengas a enterrarla y no que hayas venido a ungirla en su toma de protesta! —dijo tras evitar el abrazo.
—¡No, yo sí quise venir, pero… —trató de justificarse!
Fue inútil. La madre de Rafael volteó el rostro, dando por terminada la conversación.
Algunos gritos empezaban a salir de las huestes panistas que acudieron a despedir a sus líderes. La secretaria de Gobernación se acomodó en su lugar junto a Jesús Rodríguez Almeida, encargado de despacho del gobierno del estado. El ambiente era tenso, hostil por momentos. Doña Olga pensó en las palabras que el presidente López Obrador le dijo antes de salir rumbo a Puebla:
—No te expongas, Olga. No admitas groserías. Si es necesario, retírate del acto. Tienes el apoyo del presidente constitucional de los Estados Unidos mexicanos.
Banck inició el discurso. Algunos panistas empezaron a gritar
tímidamente: “¡Fuera!… ¡Asesinos!… ¡Justicia!”. La secretaria de Gobernación los vio a lo lejos. No era una multitud, eran unos cuantos. Hombres y mujeres. No fueron “los casi mil 500 asistentes a la ceremonia, panistas en su mayoría” los que “arremetieron”, como escribió más tarde en una crónica inexacta Gabriela Hernández, corresponsal de Proceso.
Fueron siempre unos cuantos.
Lo que sí ocurrió fue que, en su discurso, Banck hizo referencia a “los ataques” que
sufrió la gobernadora por parte de sus rivales políticos.
Emocionado, con la garganta en un hilo, el ya ex jefe de la Oficina de la Gobernadora elevó el tono de voz cuando dijo que “Martha Erika defendió incansablemente la voluntad de los poblanos y fue confirmada por el más alto tribunal electoral del país, a pesar de los ataques de diversos actores políticos en contra de ella y de su triunfo”.
Y aquí sí fue interrumpido por un coro masivo: “¡Martha gobernadora!… ¡Martha
gobernadora!”.
Al retomar la palabra, pidió que se realizara una investigación independiente para
determinar las causas de la caída del helicóptero:
“Exigimos que se lleve a cabo una investigación profesional e independiente, que no deje lugar a dudas sobre las causas del accidente, un accidente que atentó contra la luz de esperanza para contar en nuestro país con un contrapeso democrático efectivo”.
Nueva interrupción, también masiva: “¡justicia! ¡justicia!”.
Sánchez Cordero se ruborizó y sintió que sus piernas flaqueaban. Los panistas de
camisas azules gritaron también “¡fuera, fuera!” cuando pasó a hacer una guardia
acompañada de Tony Gali y Jesús Rodríguez Almeida. Gali tocó el brazo izquierdo de la
secretaria en señal de apoyo. Ella permaneció impasible escuchando los gritos aislados de “¡Fuera!… ¡Asesinos!… ¡Justicia!”.
Volvió a recordar las palabras del presidente en el sentido de que si la agredían mejor se fuera. Respiró profundamente y decidió quedarse.
Sánchez Cordero aceptó los brazos que le ofrecían el encargado de despacho y Gali. Siguió su paso, y empezó a despedirse de los
gobernadores y la clase política ahí presente.
Algunos reporteros se le acercaron y ella alcanzó a decirles que el viernes pasado se había reunido con Martha Érika y que habían quedado de volverse a ver pasando
las fiestas de diciembre.
A unos pasos suyos, ante otros reporteros, Javier Lozano Alarcón, exvocero de Gali, le pidió al presidente López Obrador que no “polarice” más a los poblanos, ya que sus declaraciones señalando que Martha Erika había ganado fraudulentamente la
gubernatura generaron un ambiente de crispación, al igual que su negativa a visitar el estado.
Sánchez Cordero caminó hacia donde la esperaba su esposo. Gali le pidió una audiencia para hacerle una propuesta relacionada con el interinato.
Ella le dijo que la buscara mañana.
—Qué pena todo este espectáculo, señora ministra, es tiempo de unidad, no de discordia — agregó.
Ella sólo movió la cabeza afirmativamente.
Al finalizar el acto, Gali fue informado que varios morenovallistas se reunirían en unos
momentos en Casa Puebla con Marko Cortés, dirigente nacional del PAN, para hablar de que lo más conveniente era que Rodríguez Almeida se convirtiera en el gobernador interino.
—¿Te convocaron, Tony? —le preguntó el informante.
—¡Ni madres! ¡Qué hijos de la chingada!
(Ciudad de Puebla, 25/12/2018)
En Casa Puebla, en el equipadísimo salón que armó Moreno Valle para las reuniones
importantes, sólo estaban los morenovallistas más cercanos.
—¿Invitamos a Gali? —preguntó uno.
—¡Ni madres! —respondió otro.
Marko Cortés ingresó entre abrazos. El tema era uno: generar unidad acerca del hombre
que los representaría al frente del gobierno interino.
No estaban todos. Faltaba Roberto Moya, de viaje en Tailandia. Larguísimo el regreso en
esas horas borrascosas. Llegaría horas después. Sí estaban Luis Banck, Eukid Castañón, Jorge Aguilar Chedraui y Jesús Rodríguez Almeida, entre otros.
El dirigente nacional del PAN les dijo que la secretaria de Gobernación se había ofrecido
como mediadora para que el interinato lo encabezara un panista.
—“Les corresponde a ustedes”, me dijo hace unos momentos.
Todos sonrieron en medio de su tristeza. Rodríguez Almeida, la propuesta del grupo, se sonrojó. Empezó a imaginarse los seis meses que estaría al frente del estado en calidad de gobernador interino y no como lo que sería por unos días: encargado de despacho.
Marko Cortés continuó hablando:
“Le dije a la secretaria que se debe respetar el origen de la propuesta que ganó la elección. Es una cortesía política. Es una costumbre y tradición política que cuando se nombra alcalde o gobernador interino siempre se respeta el partido de origen de la autoridad que se suple”.
Todos afirmaron con la cabeza.
Cortés siguió hablando:
“Espero que los diputados locales de Morena respeten esa civilidad política”.
Eukid Castañón dijo que desde el momento en que se enteraron de la muerte de la
gobernadora los diputados de Morena empezaron a moverse para dar un golpe.
—¡Quieren quedarse con todo! Incluso por aquí anda Zoé Robledo hablando con ellos en privado. Mientras la secretaria de Gobernación encabezaba el homenaje luctuoso, el subsecretario quién sabe qué les anda prometiendo.
—Yo creo en la palabra de la secretaria. Vamos a esperar —pidió Marko Cortés.
Había nerviosismo en el ambiente. Pocos creían que el gobierno federal respetara los acuerdos. Otros, en cambio, se manifestaban optimistas. El nombre de
Rodríguez Almeida apareció en la mesa como la propuesta del grupo.
—No hay que fiarse de Gali. Anduvo de ofrecido con la secretaria de Gobernación todo el tiempo. Le hablaba al oído. Es capaz de traicionarnos otra vez. Ya lo hizo antes. ¿Por qué no lo volvería a hacer ahora? —dijo una voz.
—¡Es capaz de autoproponerse como interino! —dijo otro.
(Ciudad de Puebla, 15/1/2019)
Galio Latisnere, el extraño francés, invitó a cenar a Juan Pablo Vergara a El Desafuero.
Ninguno de los dos tenía mucha hambre. Sólo pidieron jabugo y vino. Un Pago de
Carraovejas. En otras mesas había poca gente. En la zona de fumar, en cambio, había una especie de fiesta. Varios personajes parecían celebrar algo entre risas y brindis. Era claro el motivo del aparente festejo: la muerte del matrimonio Moreno Valle-Alonso.
Las risas llegaban hasta la mesa de Latisnere, pero también algunas expresiones burlonas.
El tema de la conversación entre el extraño francés y el periodista no podía ser otro: el
siniestro ocurrido la tarde del 24 de diciembre. Galio dijo algunas cosas que dejaron helado a Juan Pablo:
“Vayamos por puntos, Vergara. Me queda claro que los mandaron matar. ¿A quién
particularmente? Al senador Moreno Valle. Andaban tras él desde hace tiempo. Pero sus
enemigos no actuaron solos. Tuvieron cómplices en el área de mantenimiento del
helicóptero. No es tan sencillo dejar pasar dos tornillos sueltos o algunos daños en las
piezas que mueven las aspas del motor. Sé de buena fuente que el helicóptero se ladeó
hacia la izquierda repentinamente y provocó que se invirtiera el vuelo y colapsara.
“Roberto Coppe no metió ni las manos. El aparato se volvió incontrolable en décimas de segundo. Hay que investigar a la empresa del taxi aéreo y al taller que supuestamente daba el mantenimiento. Un amigo que trabaja en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes a nivel federal me confió que el Agusta voló más de treinta veces en ese mal estado. Lo extraño es que no hubiera una voz sensata que compartiera con el senador el terrible estado del aparato”.
Vergara le dio un trago a su vino e interpeló a Latisnere:
—Pero Rafa era brutalmente obsesivo en la pulcritud de los helicópteros o las camionetas en las que viajaba, don Galio. Checaba todo hasta el último detalle. Incluso decía que tenía a Coppe como piloto porque eso le garantizaba su seguridad. Textualmente pregonaba: “Si Coppe no revisa bien el helicóptero en el que viajamos, nos lleva la chingada a los dos. A él
por delante”.
—Pues algo muy extraño ocurrió porque el Agusta llevaba más de treinta viajes en
condiciones no aptas para volar, Vergara. La investigación se tiene que ir por ahí. No hay
de otra.
Las risas de la mesa ubicada en la zona de fumar rubricaron la noche. La voz de uno de ellos salió clarísima cuando pidió por enésima vez un brindis: “¡Brindo por la mejor Navidad que he pasado en mi vida!”. “¡Salud!”, dijeron todos.