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viernes, noviembre 22, 2024

Como no se ganan candidaturas

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Tomarse fotos con el precandidato a la gubernatura de Morena no le garantiza a usted que será electo para contender por una presidencia municipal, una diputación local o federal y mucho menos una regiduría y que la Comisión de Box y Lucha lo esté esperando en el cabildo capitalino, para que me entienda.  

Tomarse fotos con Fernández Noroña, con El Güero Velasco, con Claudia Sheinbaum, con el sempiterno Profe Anaya y poner la leyenda: “Vamos juntos a construir el segundo piso de la Cuarta Transformación” no significa nada de nada. 

Subir a X (antes Twitter) una foto con Alejandro Armenta y poner de título: “La unidad es la clave para lograr cualquier meta” no significa que un asesor político del senador lo lea y diga: “¡cáspita!, ¿cómo no habíamos pensado en ello? La unidad es la clave… claro, qué bárbaro, se volaron la barda, qué frase Dios mío… le diré al senador que lo tome en cuenta a la hora de la ponderación de encuestas”. 

No, no, no.  

Que sus asesores no le cobren por eso, porque le están picando los ojos y en plena vía pública.  

Picar los ojos debería ser, por cierto, considerado delito grave. Los legisladores poblanos, que son muy duchos en hacer leyes sobre las propias leyes que ya existen, deberían hacer un hueco para presentar esa nueva iniciativa de ley. 

Sigamos, no nos distraigamos.  

Con postear un tuit no se gana en las encuestas y menos elecciones. Twitter es un sistema de difusión y de guerra sucia. Es el orinal más visitado en todas las cantinas del mundo, pero la revolución no será tuiteada. 

Las columnas políticas no hacen triunfar a nadie (dice un gran amigo que, si fuera por ellas, López Zavala hubiera sido electo papa en el 2010 o mínimo presidente de la ONU, el premio Nobel de la Paz o mínimo la Flor más bella del ejido en Zacatlán). 

Son muy pocas las encuestas que reflejan la realidad y sólo son muestras de lo que ocurre en el instante, las cuales, a veces, sin necesidad de ir por la cuchara del mole poblano, pueden llegar a fallar. 

Subir una foto con el presidente López Obrador no es garantía de que será electo quién así lo desee, sin entrar en detalles, hemos visto ya cómo les ha ido a los personajes cercanos al presidente, terminan en el olvido o son sacrificados. Tiene más peso el pragmatismo que la lealtad. (Si usted en este punto pensó en… Zoé Robledo le diré que tiene toda la maldita razón). 

No por nada, Alejandro Armenta dijo desde la semana pasada que denunciará penalmente a quien use o utilice su nombre para comerciar o manipular candidaturas a puestos de elección popular. En estos momentos que es tiempo de carroñeros, no falta que reaparezca el licenciado Fojaco o el licenciado Malagón o el mafioso del licenciado Manubrio quienes aseguran que arreglarán los conflictos con el candidato a través de una módica cantidad. 

—¿Tienes un problema con el amigo, bro? 

—Es que no sabía que iba a ser él y apoyé al otro. 

—Yo te lo siento. Es mi amigo. Yo te arreglo el tema. 

No van a faltar los operadores que digan que son los más cercanos. Y no, la cercanía no siempre es buena consejera, por ello aquel viejo dicho de la política: “Lejos del que manda, pero cerca del que paga”. 

Es más fácil empinar a un amigo que a un adversario, el amigo perdona, el enemigo nunca. 

Así que, señor, señora, señere, no se vaya con la finta, ahorita que se definen a los demás candidatos a las presidencias municipales, que no le quieran ver la cara. Recuerde aquel viejo dicho del filósofo de Güemez (no apto para la época de lo políticamente correcto, por cierto) “la política es el arte que darle las nalgas al de arriba y picárselas a los de abajo”. 

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