Como si fuera una canción de ABBA y aplica para todo tipo de guerras y de contiendas, the winner takes it all.
En la mafia cuando un soldado o caporegime acababa con el jefe de todos los jefes, en ese momento asumía el mando. Ocurrió con John Gotti, pues escaló de rango cuando acribillaron a balazos al líder de la familia Genovesse, Paul Castellano. Fue Gotti quien acabó con Castellano, ya lo que ocurrió después es otra historia.
Por ejemplo, en un juego de ajedrez, cuando el peón llega al final del otro lado del tablero logra la coronación y esa pieza es cambiada por una de mayor rango, por lo regular la reina. Es lo mismo que ocurre con el viaje del héroe cuando llega a un punto máximo simplemente se corona y gana la pieza más importante del escenario.
El ganador se lleva todo.
Cuando se gana se gana con todas las demás piezas, todo pasa a manos del triunfador, por ello es que le gente declina, se forma, el competidor ganador, el que es maduro, entiende que es momento de resarcir heridas.
Inicia un nuevo proceso de comunicación y de reconciliación. Es parte de esa madurez. Sabe que los agravios eran parte de la contienda. Hay casos que nunca entendieron ese discurso y se vuelven rencorosos como lo fue en su momento Rafael Moreno Valle y Miguel Barbosa.
Barbosa habló de reconciliación en su campaña y no hubo tal.
Lo que existió fue una narrativa de golpes bajos y amenazas.
Carpetas de investigación y más carpetas de investigación.
Ahora, ese grupo quedó prácticamente pulverizado. Muchos entendieron que, con Sergio Salomón Céspedes Peregrina, ahora lo que impera es el diálogo y no la confrontación. Se ha ganado más con esa política que con la de los gritos y los sombrerazos.
Si Alejandro Armenta ganó la candidatura y sus otros seis contendientes ya le levantaron la mano, simplemente, Armenta se lleva todo. Él, en este momento, se volvió el jefe político en Morena. Si ya sus otrora adversarios están con él, lo que digan voces distintas es lo de menos, en Morena no tendrá ya oposición.
La batalla que tendrá que librar Armenta es contra Eduardo Rivera, no contra los capitanes o soldados en Morena. Además, quizá algunos personajes no lo entiendan, pero el senador no es Barbosa. Al menos, en estos días del triunfo no se ha visto una actitud pendenciera del triunfador, al contrario, ha ido sorprendiendo la mesura y la madurez con la que ha actuado.
La fotografía del martes por la tarde, en la que Ignacio Mier estrecha las manos de su primo es un símbolo. El mensaje de ambos juntos caló muy duro en el búnker de la ultraderecha poblana. Ahí es donde querían que se mantuviera una división para poder sacar ventaja, pero no fue así. En una elección en la que se juegan todas las posiciones electorales es una tontería estar peleados internamente.
Y nuevamente, Armenta no es Barbosa.
Tampoco es un adversario fácil, Rivera Pérez. Trae con él buenos números y los votos del antiobradorismo que no es poco. Negarse a que exista es un error no sólo de estrategia sino de supervivencia.
Habrá quien se quiera entretener con guerras internas o cobrar venganza. Habrá quien vea más allá y sea estratégico. Es la diferencia.
Ahí se ve la estatura política de cada uno de los contrincantes.
Con Armenta, la izquierda poblana aprende a reconciliar.
Los extremos y las actitudes porriles no son de Armenta.
En el Senado dio muestras de prudencia, diálogo y capacidad de acuerdos. Por eso logró reformas fundamentales de la 4T.
Hoy Armenta da muestras de trascender el canibalismo político de la vieja izquierda poblana, encaminado con la doctora Claudia Sheinbaum y con el reloj corriendo, Armenta tiene los ojos puestos en el 2024.