Marcelo Ebrard lleva en sus genes camachistas buena parte de su tragedia.
Como su mentor —Manuel Camacho Solís—, tuvo todo para brillar, pero terminó convertido en Ícaro: el hijo de Dédalo que voló tan alto, tan cerca del sol, que las alas pegadas con cera por su padre quedaron inservibles.
Ebrard siguió la ruta camachista —incluyendo los célebres “camachazos”— y ha terminado como él: teniendo en el Senado su jubilación.
Es una pena, pero es el precio de la soberbia.
Manuel Camacho fue el amigo inteligente de Carlos Salinas de Gortari, y creyó que con eso bastaba.
Una de sus tesis en El Colegio de México fue sobre el despotismo de Fidel Velázquez, con quien tuvo que compartir ese sol del poder generado en los tiempos de Salinas.
Se tragó sus palabras en los numerosos encuentros con el líder cetemista, y terminó celebrando sus bromas con carcajadas poco académicas.
Debajo de él, pegado al vientre, venía Marcelo Ebrard.
Ambos se creyeron más inteligentes que todos, y sus alas pegadas con cera se derritieron.
Camacho se sintió más culto y educado que Colosio —y vaya que lo era—, pero eso no fue suficiente para que el dedo de oro de Los Pinos lo iluminara.
Ebrard se creyó su propio cuento —publicitado por sus seguidores—, y pensó que el presidente López Obrador se inclinaría por él.
Camacho entró en rebeldía desde un día antes del destape de Colosio —la brutal historia es narrada por Enrique Márquez en el libro “Por qué perdió Camacho”—, y tras varios amagos de ruptura terminó reconociéndolo un día antes de que un revólver Taurus (modelo 80, calibre .38) matara sus ilusiones.
Esa bala, dice el clásico, también lo mató a él.
Ebrard estiró la liga y entró en el territorio de la Nada, ahí donde no existe espacio ni tiempo.
Ahora que regresó de ahí, descubrió horrorizado que su capital político ya no valía ni una sardina de cacahuates hervidos.
Camacho quedó convertido en un paria, igual que Ebrard, quien ayer se enteró por un video subido por Claudia Sheinbaum que para él sólo hay algo, nada, por cierto, desdeñable: la Junta de Coordinación Política del Senado de la República.
Sólo eso.
Ni una sola posición para los suyos, y menos el reconocimiento de su movimiento como una tribu poderosa e influyente en Morena.
Camacho entró por la puerta trasera al Senado en 2012, gracias a la generosidad de Miguel Barbosa Huerta, y poco después se enfermó de muerte.
Ebrard sólo tiene enfrente el camino de la jubilación en el Senado, que con él cumplirá el papel que tuvo en el origen: el de ser el lugar al que van a morir los elefantes.
La vida aparece a veces en forma de tragedia o de comedia, ya lo sabemos.
La comedia de Ebrard fue la tragedia de Camacho.
Cuestión de genes políticos.