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viernes, noviembre 22, 2024

Las horas previas del dedazo en cámara lenta (el pitcher ya está en el montículo)

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La sucesión en cámara lenta que estamos viendo en Puebla, tiene sus virtudes.

No en balde, el presidente López Obrador —protagonista central de esta trama— tiene como una de sus pasiones el beisbol.

Digamos que el presidente estará en esta semana montado en el montículo, estudiando los movimientos de los bateadores en juego.

De entrada, ya sabe a quiénes ponchara.

No lo sabe hoy.

Lo sabe desde hace tiempo.

Revisó los récords de sus robos de bases, supo de sus pequeñas trampas a la hora de batear, midió su sprint en el momento de correr hacia home…

Sabe perfectamente por qué no les dará base por bola.

El pitcher en el montículo es como el futbolista a la hora de tirar un penalti.

(O como el portero bajo los tres palos).

Es un momento culminante, lo sabemos, pero también es la hora de la mayor soledad en todo el juego.

El pitcher en el montículo —viendo con ojos de águila al bateador— escudriña y escucha todo.

El silencio en el estadio es la antesala del griterío.

Por eso, el presidente López Obrador ama el beisbol.

Y es que es lo más parecido a la política.

El presidente es el pitcher en el montículo a la hora de tomar sus decisiones que impactarán al país entero el lunes 30 de octubre a las nueve de la noche.

(La hora de las telenovelas).

Ese día, a esa hora, conoceremos los nombres de los ocho candidatos de Morena a las gubernaturas y al ganador en la Ciudad de México.

Pero la decisión la tiene en este momento —en el ámbito de la mayor soledad del diamante— ese pitcher en el montículo —que es el presidente—, quien mira todo con sus ojos de águila.

El presidente quiso ser beisbolista antes que político.

(Su sueño mayor era jugar en las Grandes Ligas —cosa que está haciendo—, pero se lastimó una mano).

Por eso esta semana será crucial para todos.

(Mientras el hipócrita lector esté leyendo estas líneas, los encuestadores estarán culminando su ejercicio de medir a los bateadores en turno).

El pitcher en el montículo escucha todo: el silencio que antecede al griterío, sí, pero también a cierto tipo de aves que aman pernoctar en los estadios de beisbol.

Y en ese silencio transcurre el momento culminante: el momento climático: el momento crucial.

El montículo de lanzamiento está ubicado en el centro del diamante, y a 60 pies, seis pulgadas de distancia del plato de home. 

Es decir: 18.44 metros.

El solitario pitcher en el montículo sabe que está prohibido usar brea —el dominicano Michael Pineda fue suspendido por recurrir a ella—, por eso ha ensayado durante meses enteros la que será una de sus jugadas cruciales.

Viene de destapar a Claudia Sheinbaum en una serie anterior.

La improvisación no es parte del juego.

Como Cy Young, Fernando Valenzuela y Pedro Martínez, el presidente se ha preparado meticulosamente.

Y se ha metido en las mentes de los bateadores.

Conoce sus lados flacos.

Sabe de qué están hechos.

Ubica a la perfección sus orígenes políticos.

Ha llegado el momento de lanzar la bola desde el montículo más solitario de por aquí cerquita.

El público no se mueve.

Guarda un silencio sepulcral.

El pitcher oye las respiraciones de los bateadores.

Las aves que aman los estadios de beisbol también guardan silencio.

Se escucha un zumbido de ala de mosca.

Cierren el pico, señores.

La tierra seguirá siendo redonda —limpia y redonda como un techo—, tan redonda y blanca como una pelota de beisbol.

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