Más allá de quien gane la nominación de la candidatura de Morena al gobierno de Puebla, hay factores claves para los comicios de 2024.
Las pujas internas suelen ser sangrientas y ricas en guerra sucia.
Entre más dañada quede la imagen del contendiente, mejor para quien lanza las bolas de lodo.
Se trata de humillar, afectar, se trata de llevar al exceso el escarnio público, se trata de meterle un palo por el culo al enemigo.
(Vlad Dracul, célebre antecedente de Drácula, de Bram Stoker, usaba la sangre de los empalados para mojar el pan que se llevaba a la boca en los banquetes que ofrecía en su castillo).
Mientras la tierra siga siendo redonda, todo va bien.
El problema empieza cuando la tierra se vuelve plana.
Una vez que haya candidato, sobrevendrá el caos.
(Primero fue el Caos, dijo Hesíodo. Y como consecuencia vino la noche).
En esa negra noche del alma, el candidato recibirá adhesiones, sí, pero no la adhesión más importante: la de quien quedó en segundo lugar.
Éste se refugiará primero en un pataleo natural.
(¿Quién que es no tiene derecho a sus quince minutos de pataleo?).
Más adelante, amagará con irse del partido.
(El “Camachazo” es fórmula probada).
Una vez que en Palacio Nacional le aprieten lo que tengan que apretarle, el número 2 entrará en una zona recurrente: el mutismo.
Se hará el sordo y el mudo durante una temporada, pero en los días que corren —los que anteceden a la elección de 2024—, esos días son cruciales.
El 1 tendrá que quitarse toda clase de orgullos y veleidades para convocar al 2 y repartirse el reino.
No se trata de darle todo, pero sí una buena parte del pastel.
(Aquí se vienen abajo los discursos aquéllos de que “no estoy en la política para satisfacer deseos vulgares relacionados con el dinero y el poder”).
Si el 1 es inteligente, ofrecerá una parte del reino.
Por ejemplo: una o dos secretarías, una o dos subsecretarías, uno o dos fideicomisos, una o dos obras públicas considerables, una o dos magistraturas, una o dos cuotas de peaje, una o dos espadas reales, uno o dos escudos (reales), etcétera.
París bien vale una misa, pero Puebla puede valer un Te Deum.
El problema empezará si el 1 no se pone de acuerdo con el 2.
O si los ricos que apoyan al 2 no se ponen de acuerdo con los ricos que apoyan al 1.
Ahí sí sobrevendrá una debacle.
Y es que el 2 se iría de facto, aunque por debajo de la mesa, con el candidato del PRI-PAN-PRD y eso podría ocasionar dolores de cabeza realmente innecesarios.
El problema del enojo es grave cuando el enojo es el objeto del mismo.
Si el enojo es por causas menores, todo tiene solución.
El problema es que el enojo (del enojo) se ponga por encima de las buenas maneras y los buenos arreglos.
Ya sé que todo mundo en Puebla tiene en la cabeza la búsqueda de quien será el sucesor, pero alguien de los equipos tendría que estar pensando en cómo arreglar el entuerto del día después.
Y más: cómo desagraviar al agraviado.
Cómo quitarle las manchas de lodo de la cara.
Y cómo quitarle el palo del culo sin que duela.