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viernes, noviembre 22, 2024

Encuesta que más aplauda

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¿Qué es peor?, ¿una empresa encuestadora o una secta religiosa?  

Veamos, ambas manipulan la información. 

Ambas viven de la fe ciega y se mantienen por una creencia (credo). 

Las dos engañan al que las contrata, a sus feligreses o seguidores. 

Sirven como método de presión. 

La secta utiliza un libro o texto de su fundador, puede ser incluso la Biblia y la encuesta hace un ranking mensual con sus “otros datos”. 

El candidato que usa los resultados del sondeo actúa como líder religioso, como si fuera su The Good Book o decálogo, y cuando habla del líder de su partido o incluso el presidente (como en los tiempos del PRI y ahora de Morena) es señalado como si fuese el Mesías. Eso sí, todos los aspirantes hablan de la cercanía con él como si fueran parte del apostolado.  

Es imposible desmentirlas, cómo pones en duda los resultados que te muestran en un triste PowerPoint o cómo cuestionas que un personaje tuvo una revelación espiritual y ahora practica algunos milagros. 

 Se publica un estudio demoscópico y te lo envía su jefe de prensa o la sube algún medio de comunicación y se da por buena, sin poner en duda el método, saber quién fue consultado o incluso revisar los cuestionarios si es que no fueron manipulados. En el caso de la secta religiosa en su seminario, reunión o congregación lo que se diga ahí es ley y no puedes atreverte a cuestionarlo porque estás mal, te mandan con los inadaptados, puedes ser castigado o rechazado. 

 Tienen la virtud de ser tan cínicas las encuestadoras que, aunque la realidad, la ciencia, los resultados finales (comicios) las desmientan, siguen operando como si nada. Son como el espejo de Blanca Nieves, como filosofía barata, como un libro de Paulo Cohello, influencers de Instagram que venden obviedades. 

Las dos ganan millones y millones de pesos, la empresa de estudios demoscópicos lo hace en tiempos electorales, sólo que en México siempre hay procesos electorales. La orden religiosa, pues, se mantendrá desde su fundación. 

¿Cuántas veces hemos sido engañados por una encuestadora? Y ¿por qué seguimos creyendo en ellas? Hemos visto en elecciones recientes, Estado de México, por ejemplo, que  

Ahora bien, no todas las empresas que se dedican a los sondeos son iguales. 

Existen honrosas excepciones. 

Hay compañías que son más transparentes y que saben que su trabajo es una herramienta para la toma de decisiones y que no son las que definen los resultados comiciales, ni pretenden manipular al electorado ni presionar a su partido para justificar un berrinche o un fraude en caso de no salir electos, pero lamentablemente son las menos. 

La encuesta es un instrumento político y se cree en ella sin realmente tener un conocimiento de cómo se elabora. 

Con base en todo lo anterior, ¿usted sigue creyendo en lo que se ha publicado? 

Yo tampoco. 

Ahora, suponiendo sin conceder, que realmente el puntero es el puntero, pero ¿es lo que más conviene? El ser más conocido no significa ser el mejor evaluado, usted y yo sabemos quién es el Mochaorejas y no le daría la llave de su casa ¿o sí? 

Podrá ser el más conocido y quien más años lleva trabajando, pero no necesariamente sería el candidato ideal y mucho menos el gobernante que todo Puebla espera. Esto es pura y simple guerra de percepciones.  

Una encuesta es como una matraca o el confeti, porque en eso la han convertido. 

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