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jueves, noviembre 21, 2024

El extraño caso de quien se niega a aceptar la realidad

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Pensar o creer que en el mundo del poder existe alguien políticamente puro es un error que lleva, irremediablemente, a la distorsión de la realidad.  

 

Y si a esa percepción se le acompaña con la resistencia a aceptar los nuevos tiempos en el estilo personal de gobernar, se genera un cultivo con consecuencias desastrosas.  

 

Ese camino conduce, en primer lugar, al descrédito y, posteriormente, a la radicalidad y a la lucha sin sentido.  

 

Tomemos un ejemplo: el gobierno de Miguel Barbosa Huerta.  

 

¿Era un gobierno políticamente puro? No.  

 

De entrada, su triunfo en la elección de 2019 requirió de un amasijo de acuerdos con grupos al interior del estado que, antes del fatal 24 de diciembre de 2018, trabajaban de la mano con el morenovallismo. Sin esos apoyos y su alta capacidad de negociación, las cosas se hubieran complicado sumamente.  

 

Una vez en el poder, Miguel Barbosa necesito hacerse de hombres y mujeres que cumplieran con el perfil de lo que requería para desmontar el viejo régimen.  

 

En los cuatro años de su gestión hubo de todo: morenovallistas, marinistas, experredistas, calderonistas, panistas y muchos amigos suyos de la política nacional que eran sus asesores, sin importar su militancia política. (Entre ellos, por ejemplo, se encuentra Ernesto Cordero, compañero suyo en el Senado de la República y principal involucrado en la trama del presunto quebranto financiero de Accendo Banco, por 600 millones de pesos a las arcas estatales). 

 

Miguel Barbosa demostró que no hay gobierno ni poder políticamente puro, pero la gran diferencia de su gestión radicó en convicciones muy claras: combate a la corrupción, terminar con el modelo de negocios que se instauró en el gobierno del estado y crear un nuevo régimen.  

 

Así como no hay gobierno puro en el caso político, tampoco existen gobiernos inmaculados. La herencia del oriundo de Zinacatepec, en el momento más inesperado a consecuencia de su lamentable fallecimiento, dejó poco margen de maniobra a su sucesor.  

 

A la política de mano dura y persecución de sus adversarios -muchas de estas auspiciadas, impulsadas y promovidas por personajes que hoy pretenden afectar la imagen del gobierno de Sergio Salomón Céspedes Peregrina-, la actual gestión ofreció conciliación sin entreguismo, piso parejo y una nueva relación política. 

 

Sergio Salomón, además, tuvo que recomponer la relación de Puebla con la Federación. Miguel Barbosa se encontraba en esa ruta, pero no hubo tiempo para concretarla. El oriundo de Tepeaca lo logró en tiempo récord y ahora el presidente Andrés Manuel López Obrador sabe que tiene a un fiel aliado en Puebla. 

 

Pero para que Sergio Salomón lograra llegar a la gubernatura era necesario un hombre que sumara a todas las corrientes políticas en el estado y que, sobre todo, cohesionara al barbosismo. Todos lo respaldaron. Y cuando digo todos, me refiero a los actores locales, incluida Rosario Orozco Caballero, quien ya borró aquel tuit que difundió el 14 de diciembre de 2022: “@SergioSalomonC mantendrá unido el esfuerzo de transformación que empezó hace años en Puebla. @MBarbosaMX confiaba en él. Se adelantaron los tiempos de cuidar su legado, querido Sergio. Tendrás mucho éxito, estoy segura”. 

 

En su ruta para impedir una imposición desde la Ciudad de México, los coordinadores del PRI y el PAN en el Congreso del estado, Jorge Estefan Chidiac y Eduardo Alcántara Montiel, respectivamente, jugaron un papel clave e incluso fueron en contra de sus dirigencias nacionales. No hubo pactos en lo oscurito ni concertacesiones. ¿Acaso Miguel Barbosa no apoyó a quienes lo apoyaron para llegar al gobierno del estado? 

 

Es por eso que ahora resulta extraño -por decir lo menos- que la otrora poderosa compañera de Barbosa Huerta critique agriamente a la administración de Sergio Salomón. “El gobierno de Sergio Salomón parece ser que está muy identificado con el morenovallismo si ustedes revisan a todos esos directivos y funcionarios (que han llegado)”. 

 

¿Por qué esa crítica? Solo ella lo sabe.  

 

En el arranque de la gestión de Sergio Salomón todos los espacios fueron respetados. Hubo movimientos naturales y ajustes necesarios. Hubo a otros a los que se les dio una salida digna, a pesar de su radicalidad y negación a entender que todo había cambiado. Tan no lo entendieron que ahora pretenden afectar a quien les tendió la mano como amigo y compañero.  

 

Cada mandatario tiene una visión y objetivos muy concretos. El actual gobernador comparte con su antecesor la honra a su legado y la defensa de los principios de la Cuarta Transformación.  

 

Sugerir que Sergio Salomón es un morenovallista está fuera de todo contexto, a menos que quien lo diga piense que el presidente Andrés Manuel López Obrador no sabe quién en su aliado en Puebla y la madera de la que está hecho.  

 

Entre animales políticos hay un entendimiento mutuo y ahí no pasa siquiera la idea de que Sergio Salomón represente los intereses contra los que lucha la 4T.  

 

Así pues, en estos tiempos que algunos quieren convertir en una arena, bien vale recordar una sabia frase que alguna vez pronunció Miguel Barbosa: Que se sienten los que ya bailaron.  

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