Dentro de 9 meses, México será uno de los 18 países en los cuales, una mujer es la Jefa de Estado y uno de los 20 donde una mujer es jefa de Gobierno.
Han pasado 17 años desde que Michelle Bachelet se convirtiera en la primera mujer presidenta en América. Una ejemplar mujer que gobernó dos veces a Chile, y una de las más inteligentes líderes de mujeres en la ONU.
La lucha por la igualdad de género, la construcción de una cultura de equidad y respeto a los derechos de las mujeres han sido los principales caminos para abrir los espacios que les corresponden, y han transformado las instituciones e innovado la democracia en muchas sociedades contemporáneas.
No en todas, lamentablemente.
Muchas mujeres ocupan espacios públicos formales y han intensificado y asentado vigente el debate sobre sus derechos, pero eso no es suficiente para una sociedad de desigualdades múltiples y progresivas.
Una mujer gobernará México, por primera vez. Necesitamos, esperamos y merecemos algo totalmente diferente a la política tradicional.
Pero no un matriarcado. Tampoco un sistemático conflicto de equilibrios en razón de género.
Esperamos una metodología política diferente. Más honestidad en las definiciones, más aseo en las acciones.
En realidad el que una mujer nos gobierne, gestiona un mensaje elemental que, de alguna manera, revela el fracaso o el hastío hacia los estilos masculinos de gobernar.
Por eso la próxima presidenta está comprometida a un portafolio de oportunidades totalmente diferente y en el cual, continuar la lucha contra la corrupción no será suficiente. El discurso está gastado porque no se ha podido erradicar y han aparecido nuevos estilos de corrupción.
Las prioridades establecen una agenda nacional más allá de eso, sin menospreciar los derechos de género. Incluyen la revisión de los objetivos de la Cuarta Transformación lo que no significará, en el caso de la candidata de Morena, ni renuncia ni traición, como tampoco en el caso de la candidata del Frente Amplio, cambiar por la vanidad de cambiar.
Debemos confirmar que ningún programa de gobierno es para siempre y no hay recetas infalibles.
De una mujer se espera un inteligencia especial, audaz pero racionalmente posible.
Deberá cancelar la polarización como método de gobierno.
Tendrá que legislar para establecer, para siempre, políticas de estado, ajenas al capricho y establecer en las leyes nuevos límites para limitar sus propios abusos en la acción de gobernar.
Integrar una política diferente para el aumento de las capacidades productivas de la población, en todos los estratos económicos y sociales.
Establecer un manejo eficiente de la crisis de inseguridad y sus efectos directos en la confianza para invertir y hacernos más competitivos como individuos y como sociedad.
Pero, por encima de todo, deberá construir un gobierno totalmente diferente al masculino, y no solo por diferencia de género, lo hará para corregir todos los errores, exabruptos y omisiones, que miles de años, las alejaron de las decisiones y les impidieron intervenir.