21.3 C
Puebla
viernes, noviembre 22, 2024

AMLO manda las primeras señales en la puja por las gubernaturas (¡Paren prensas!)

Más leídas

A pocos días de que culmine el proceso interno que llevará a Claudia Sheinbaum a la candidatura de Morena a Palacio Nacional, el presidente López Obrador ya empezó a operar las nueve gubernaturas que estarán en juego en 2024.

El lunes pasado anunció que Zoé Robledo, titular del IMSS, lo fue a ver el jueves 17 de agosto.

Textualmente así lo dijo:

“Fue a decirme que él no quiere abandonar el proyecto del Seguro y, en particular, quiere terminar cumpliendo el compromiso que tenemos de dejar establecido el sistema IMSS-Bienestar”.

Es decir: fue a decirle que renunciaba a un viejo sueño adolescente: la búsqueda de la gubernatura de Chiapas.

Robledo tenía 16 años de edad cuando fue testigo del dolor que embargó a su padre, Eduardo, al dejar el cargo de gobernador a los dos meses de haberlo asumido.

(Todo en el contexto de la guerrilla zapatista en Chiapas).

Desde entonces, el joven Robledo se prometió cumplir el sueño roto de su padre.

Y fue haciendo una carrera política metido en esa obsesión.

Y justo cuando estaba en la antesala, decide que no, que siempre no, que es preferible culminar el proyecto IMSS-Bienestar que vengar agravios familiares y cumplir su sueño adolescente.

Quienes lo conocen, han dicho que Zoé Robledo vivía todos los días pensando en la gubernatura.

No sólo ahora que era parte del Gabinete presidencial.

Desde sus tiempos de senador.

Hace seis años estuvo a un paso.

Hoy, la distancia era menor.

Por eso es que la duda mata:

¿Cómo lo convenció el presidente López Obrador de lo contrario?

Paradojas de la vida:

Eduardo Robledo dejó el cargo a los dos meses por instrucciones del presidente Ernesto Zedillo.

Zoé Robledo deja su sueño en el desván ante el presidente López Obrador.

La primera escena transcurrió en Los Pinos.

La segunda, en Palacio Nacional.

Intereses más altos que los particulares se impusieron en ambos casos.

La rendición del padre fue para evitar más derramamiento de sangre y tinta en la Chiapas del subcomandante Marcos.

La rendición del hijo fue para evitar una fractura en la ruta crítica que culminará con la unción de Claudia Sheinbaum.

(Uno de los levantabrazos, Manuel Velasco, puso Chiapas en la mesa de negociación del proceso interno de Morena).

Tanta épica se veía imposible.

La lírica logró que así fuera.

Este martes, un día después del Robledogate, el presidente anunció que su paisano y amigo Octavio Romero, director de PEMEX, colgará su sueño de gobernar Tabasco.

Así lo dijo textualmente:

“No va a participar Octavio Romero, y no porque yo lo prohiba o lo impida, sino porque él ha expresado que se queda hasta el final”.

Romero es amigo de toda la vida de López Obrador.

Juntos han recorrido muchos trechos en aras de consolidar la 4T.

Es más que su amigo.

Es uno de sus pocos hermanos y camaradas reales.

¿Qué ocurrió?

¿Qué intereses mayores —que están por encima de las vulgares ambiciones— llevaron a Romero a dejar de buscar lo que hacía con ahínco?

Otra vez la épica fue derrotada por la lírica.

En su mejor obra (La herencia. Arqueología de la sucesión presidencial en México. Penguin Random House, agosto 2015), Jorge G. Castañeda abordó el tema de la sucesión por descarte.

(Entre nosotros, Arturo Rueda Sánchez de la Vega hizo lo mismo en su columna Tiempos de Nigromante durante la sucesión de Melquiades Morales).

Ahí pone algunos ejemplos de este tema que hoy está siendo practicado desde Palacio Nacional.

La madre de todos los descartes, dice Castañeda, fue la nominación de Ernesto Zedillo, quien entró en lugar de Luis Donaldo Colosio, asesinado en Lomas Taurinas el 23 de marzo de 1994.

Tras el magnicidio, varios nombres pasaron por el escritorio del presidente Carlos Salinas.

Uno por uno los fue descartando.

Hasta que alguien puso en la mesa el nombre de Zedillo.

En el contexto de las sucesiones en nueve estados, el presidente López Obrador ya descartó a dos de sus fichas: Robledo y Romero.

Eso significa que el camino ha sido desbrozado para el candidato de Manuel Velasco, en Chiapas, y para Javier May o Rosalinda López Hernández —hermana de Adán Augusto— en Tabasco.

Muertos los candidatos más fuertes y cercanos, el arroz empezará a cocerse para otros.

Ése es uno de los espíritus de la sucesión por descarte.

En mi columna del miércoles, escribí unas líneas que hoy quedan confirmadas sobre lo que ocurrirá en algunas de las nueve candidaturas de Morena en los estados en disputa.

Vea el hipócrita lector:

“Las elecciones primarias, ya se ve, son complicadas.

“Ésta que estamos viendo ha sido desgastante.

“Sólo la disciplina y la perseverancia de Claudia Sheinbaum la están sacando adelante.

“¿El presidente López Obrador va a querer repetir este ejercicio en los nueve estados que tendrán elecciones para gobernador en 2024?

“La duda mata.

“¿Se replicará el método

que tantos dolores de cabeza está generando? Dicen los clásicos:

“‘El dedazo es más rudo, pero menos catártico’”.

“Quizás en algunos casos la fórmula sea algo parecido a la ‘candidatura de unidad’”.

Con los casos Robledo y Romero ya se ve que dichas ‘candidaturas de unidad’ serán la solución en algunos estados.

Otra duda mata:

¿Puebla entrará en el vals de las sucesiones por descarte?

Y si sí, ¿quiénes serán los descartados?

 

Notas relacionadas

Últimas noticias

spot_img