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jueves, noviembre 21, 2024

Traiciones, traiciones, traiciones (Un álbum familiar)

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La traición en la política está por encima de la lealtad.

Toda guerra es intestina.

(Las externas son batallas con mejores reglas y conductas).

El traidor fue antes que otra cosa un amigo.

La traición germina en esos campos.

El desleal fue leal antes de encajar la punta.

La política poblana es rica en esas artes.

Jorge Morales Alducin era algo más que primo de Melquiades Morales Flores.

Él se decía su operador de lujo.

Nadie como él en el tema de confianza con el precandidato a la gubernatura en el ocaso del sexenio bartlista.

Cerraba más puertas de las que abría, organizaba el gabinete a su conveniencia, cruzaba con un plumón a los futuros vetados.

Todo iba bien hasta que todo empezó a ir mal.

Y la ebriedad del poder dio paso a la resaca.

(No es buena idea vender filete de tiburón antes de la pesca).

En la negra noche del alma, Morales Alducin vio su futuro en un trago de whisky.

Y justo al día siguiente del triunfo de su primo, las puertas se cerraron en su rostro.

Nunca más volvió a abrir ni a cerrar nada.

Su voz se perdió en el abismo.

El cuervo de Edgar Alan Poe recitó su oración fúnebre: “Never more, never more”.

Ya en el gobierno de don Melquiades, el ingeniero Arturo Achard vivió la trama de la traición.

Tras una fiesta en Casa Puebla vio bajarse el telón.

Mario Marín empezó a cebar a Javier López Zavala semanas antes de la elección contra Rafael Moreno Valle.

Su hijo político fue la presa que entró al asador cuando menos lo esperaba.

El fuego lo confundió con calor humano.

Y sobrevino la traición.

El día de los comicios, Marín desconectó a su candidato mientras comía con dos empresarios en Casa Puebla.

De todo se habló esa tarde menos de la elección.

La trama de los teléfonos apagados tuvo en esa jornada un peculiar antecedente.

Las cuchilladas en el sexenio de Moreno Valle iniciaron antes de la toma de protesta.

Cuauhtémoc Sánchez Osio vio cómo se le fue de las manos la Secretaría de Finanzas mientras se comía un chile en nogada.

(La traición suele aparecer en las formas más extrañas).

No fue el único que vivió el paso de la deslealtad.

Luego vino la ruptura entre Gali y Moreno Valle.

(Una traición cocida en fuego lento).

Así, hasta lo que días atrás le sucedió a José Luis García, “El Choco”, coordinador de asesores de Alejandro Armenta en el Senado.

¿De quién fue la mano que maceró el bistec?

¿En qué oscuridad se cocinó la trama?

La traición germina en los campos de la amistad.

El desleal fue leal antes de encajar la punta.

Never more, dijo el cuervo.

 

 

 

El aldeano, la traición y la hipotenusa. ¿Sabrá Claudia Rivera Vivanco que uno de sus críticos más vulgares en las redes tuvo un convenio con su ayuntamiento y fue, faltaba más, uno de los más serviles y aduladores a lo largo del trienio?

¿Estará enterado Roberto Zatarain que dicho crítico —camuflado en un aldeano cualquiera— lo saluda con la parsimonia que tienen los adictos a la mala coca?

¿Sabrán los aquí citados que cierto montaje de pésimo gusto —que los tiene como protagonistas— es autoría de quien se vendió ante ellos como periodista crítico y honesto?

Las pruebas que hay, ufff, son irrefutables, y exhiben claramente a quien se oculta tras una cuenta en Twitter.

En fin, la hipotenusa.

Nota Bene: pronto tendrá el hipócrita lector la película completa.

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